¿Cuánto les cuesta a las instituciones públicas un alumno en un colegio católico concertado y cuánto uno de un colegio estatal? Creo que todos conocemos la respuesta y por eso nos llena de asombro que las buenas intenciones del ministro de Educación para llegar a un pacto escolar no incluyan un verdadero consenso donde el respeto más básico hacia los verdaderos responsables de los niños, que son los padres, no está presente. ¿Es que cada vez que cambie un gobierno va a cambiar la ley educativa, de tal modo que los niños se conviertan en el campo de batalla donde las ideologías intenten imponerse?
Son momentos serios en los que debemos todos escucharnos y llegar a un mínimo acuerdo para que los alumnos españoles sean educados en unas materias básicas, pero sobre todo con un máximo respeto a la conciencia de los menores, que debe ser formada por sus padres y aquellos en quienes ellos confíen.
Y es un hecho cierto que en España los padres mayoritariamente se declaran cristianos y piden la asignatura de religión católica. Sin embargo, en muchos lugares esta disciplina se da a la primera o a la última hora de clase, dejando libre de otras actividades a los alumnos que no la desean. Se están incumpliendo los acuerdos con la Santa Sede sobre educación religiosa y parece que ahora buscamos un pacto. Pacto sí, pero desde la justicia y el respeto mínimo que nos merecemos la mayoría de los creyentes católicos. No es cristiano callar por miedo a perder posibles subvenciones que siempre acaban teniendo «trampa», pues frente al poder que no escucha al pueblo sencillo, sólo la fuerza de la verdad es el instrumento más útil que puede conducirnos a soluciones estables.
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