martes, 31 de diciembre de 2019

Adiós a la Noche Vieja: ¿Qué me traerá el año que comienza? ¡Lo que Tú quieras, Señor!

Balance de fin de año

En fin de año se reúnen las familias cristianas, para despedir juntos el año que termina y recibir el que empieza.

Es una oportunidad para hacer un balance de nuestra vida y reflexionar en lo que hemos hecho y lo que dejamos de hacer.

Debemos ir a la Iglesia a dar gracias a Dios por el año que termina y pedir ayuda para el año que comienza.

En familia, se puede platicar acerca de cómo ha sido el año para cada uno y los propósitos que se tienen para el próximo.

Algunas pautas para reflexionar :
  • -¿Qué cosas buenas he hecho este año para mí?
  • -¿Qué obras buenas he hecho por los demás?
  • -¿Con qué no cumplí de la mejor manera?
  • -¿ En qué puedo mejorar mi vida?
  • -¿Cuánto aumentó mi amor a Dios y a la Iglesia?
  • -¿Cómo he cumplido con mi vocación (como hijo de familia, como padre de familia, como esposo, como cristiano?
  • -¿Qué propósitos tengo para el siguiente año?
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  • Sugerencias para despedir la Noche Vieja:
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Cada miembro de la familia escribe en un papel la actitud que va a tratar de mejorar el próximo año, después queman todos los papeles juntos, en una fogata.
También, pueden decir en voz alta a lo que se comprometen, como miembro de la Iglesia, para hacer que Cristo esté cada día más presente en la comunidad.


Para leer en familia

a) Al despedir el Año Viejo.

Hoy terminas de escribir un capítulo más de la historia de tu vida.
Cuando naciste, este libro era todo tuyo. Te lo puso Dios en tus manos. Podías escribir en él lo que quisieras: un poema, una pesadilla, una aventura, una blasfemia, o una oración. Podías… ahora ya no puedes, ya no es tuyo, ya lo has escrito, ahora es de Dios.
Te lo va a leer Dios, en el día mismo en que te mueras, con todos sus detalles. Ya no puedes corregirlo, ha pasado al dominio de la eternidad.
Piensa unos momentos en esta Noche Vieja. Toma tu libro y hojéalo despacio. Deja pasar sus páginas entre tus manos y entre tu conciencia. ¡Ten el gusto de leerlo a ti mismo!
Lee todo. Repite aquellas páginas de tu vida en las que pusiste tu mejor estilo, no te olvides de que uno de tus mejores maestros, si tienes la conciencia bien formada, eres tú mismo.
Lee también aquellas páginas que nunca quisieras haberlas escrito. ¡No!... ¡no intentes arrancarlas!, es inútil. Ten valor para leerlas. Son Tuyas.
No puedes arrancarlas… pero puedes anularlas cuando escribas las páginas siguientes. Si lo haces así, seguramente Dios las pasará de corrido cuando lea tu libro en tu último día.
Lee tu libro esta Noche Vieja. Hay en él trozos enteros de ti mismo.
Es un drama apasionante en el cual, el primer personaje eres tú: Tú en escena con Dios, con los hombres, con la vida. Tú lo has escrito con el instrumento asombroso de tu libertad sobre la superficie inmensa y movediza del mundo.
Es un libro misterioso que en su mayor parte, la más interesante, no puede leerlo nadie más que tú y Dios.
Esta noche, cuando hayas terminado de leerlo… si te dan ganas de besarlo, bésalo. Si te dan ganas de llorar, llora fuerte sobre tu libro viejo, pero sobre todo… reza sobre tu libro viejo. Tómalo entre tus manos, levántalo hacia el cielo y dile a Dios sólo dos palabras: “gracias” y “perdón”.
Después, dáselo a Cristo, no importa… así como esté, aunque tenga páginas negras… nunca olvides que Cristo sabe perdonar.
Esta noche, Dios te entregará un libro nuevo. Es todo tuyo. Puedes escribir en él lo que quieras. Escribe el nombre de Jesús en la primera página. Después pídele que no te deje escribir a ti solo. Pídele que te lleve siempre de la mano y del corazón.

b) Oración de agradecimiento

¡Gracias, Señor, por todo lo que en este año me diste!
¡Gracias por los días de sol y los nublados tristes!
¡Gracias por las noches tranquilas y por las inquietas horas obscuras!
¡Gracias por la salud y la enfermedad, por las penas y las alegrías!
¡Gracias por todo lo que me prestaste y después me pediste!
¡Gracias por la sonrisa amable y la mano amiga, por el amor y todo lo hermoso y dulce!
¡Por las flores y las estrellas y la existencia de los niños y de las almas buenas!
¡Gracias por la soledad, por el trabajo, por las dificultades y las lágrimas,
por todo lo que me acercó a Ti más íntimamente!
¡Gracias por tu presencia en el Sagrario y la gracia de tus Sacramentos!
¡Por haberme dejado vivir, gracias Señor!

¿Qué me traerá el año que comienza?

¡Lo que Tú quieras, Señor!
Te pido fe para mirarte en todo; esperanza para no desfallecer;
caridad perfecta en todo lo que haga, piense y quiera.
Dame paciencia y humildad.
Dame desprendimiento y un olvido total de mí mismo.
Dame, Señor, lo que Tú sabes me conviene y yo no sé pedir: suficientes pruebas que me mantengan fuerte, suficientes tristezas que me mantengan humano, suficientes fracasos que me mantengan humilde, suficiente determinación para hacer cada día mucho mejor que ayer.
¡Que pueda yo amarte cada vez más y hacerte amar por los que me rodean!
¡Derrama, Señor, tus gracias sobre mí y todos los que quiero, para que en este año que empieza, tengamos siempre el corazón alerta, el oído atento, las manos y la mente activas y el pie dispuesto para extender tu Reino!

lunes, 30 de diciembre de 2019

San Silvestre, Papa.

Este Santo Padre ejerció su pontificado en la época en la que Constantino decretó la libertad para los cristianos, dando alto a las persecuciones. El emperador Constantino le regaló a San Silvestre el palacio de Letrán en Roma, y desde entonces estuvo allí la residencia de los Pontífices.
También tuvo este Pontífice la suerte de poder construir la antigua Basílica de San Pedro en el Vaticano, y la primera Basílica de Letrán. Durante su Pontificado se reunió en el Concilio de Nicea (año 325), en el cual los obispos de todo el mundo declararon que quien no crea que Jesucristo es Dios, no es católico. Compusieron allí el Credo de Nicea. Dicen que a San Silvestre le correspondió el honor de bautizar a Constantino, el primer emperador cristiano.
El Pontificado de San Silvestre duró 20 años. Murió el 31 de diciembre del año 335.

viernes, 27 de diciembre de 2019

Finaliza el Año de las Lenguas Indígenas: ¿cuántas fueron estudiadas por clérigos hispanos?

El año 2019 fue declarado por Naciones Unidas Año Internacional de las Lenguas Indígenas. Las celebraciones al respecto han dado un perfil mediático bajo: poca presencia en prensa, radio y televisión.
La mayoría de las 7.000 lenguas que se hablan en el mundo se consideran indígenas. Todas ellas son depositarias y portadoras de cultura, conocimiento, valores e identidad. Su pérdida representa un empobrecimiento para la humanidad en su conjunto y para las comunidades a las que se impide transmitir su lengua materna a sus hijos. El Año Internacional pretendía promover la inclusión de las lenguas indígenas, y por ende de sus hablantes, en los programas nacionales de alfabetización, reducción de la pobreza y cooperación internacional.

La ciencia dedicada al estudio de la lengua es la filología. En la base del estudio científico de multitud de lenguas indígenas están clérigos y misioneros católicos. A lo largo de la historia, muchas lenguas indígenas fueron conocidas y han subsistido gracias al esfuerzo evangelizador de la Iglesia Católica.
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El papel especial de España
Comentaba el Embajador Representante de España ante Naciones Unidas, Agustín Santos, en el acto de inauguración de la efeméride “la importancia de la defensa de los Pueblos Indígenas para España, como miembro del Consejo de Derechos Humanos desde el 1 de enero de 2018”. Habló sobre el papel que España había jugado recientemente en la preservación de las lenguas indígenas y la preservación de este Patrimonio Inmaterial, bien apoyando la creación de emisoras de radio en lenguas indígenas, bien compilando y editando una importante colección de “Mitos Indígenas” -como los Mitos Yanomani, Uitoto o Mocho- o realizando grabaciones de tradiciones orales para crear centros de Memoria y Patrimonio Inmaterial y proteger la riqueza de estas lenguas.
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Agustín Santos, representando a España ante Naciones Unidas, enumeró algunos grandes pioneros lingüistas de España en América... casi todos religiosos
También se refirió a la labor de los lingüistas pioneros, todos ellos católicos practicantes y misioneros. Así, dijo: “Con toda humildad, intentamos continuar una tradición histórica que se remonta al siglo XVI y al gigantesco esfuerzo filológico de registro sistemático de las lenguas del continente americano y de las Islas Filipinas. Si el español como idioma fue registrado en la Gramatica de Antonio Nebrija en 1492, no deja de resultar significativo que el náhuatl o méxica y el otomí lo fueran ya en 1531 y que al terminar ese siglo se hubieran incorporado de las lenguas indígenas más habladas en el continente americano, antes incluso que algunas de las lenguas romances. Son muchos los nombres de filólogos de este periodo a recordar, pero permítanme, a muestra de ejemplo hacerlo con los del Inca Garcilaso [clérigo en Córdoba] y Diego Gonzalez Holguín [sacerdote jesuita] (1607) para el Quechua clásico, Lorenzo Hervás y Panduro [jesuita] en la segunda mitad del siglo XVIII con su lingüística comparada de las lenguas de México y Centroamérica, Antonio Ruiz de Montoya [sacerdote jesuita] (1640) y su enciclopédico estudio del Guaraní y Sebastián de Totanés [franciscano en Filipinas] (1688) para el Tagalo”.
La Iglesia alentó el estudio de lenguas indígenas
Como bien ha sido descrito, las conquistas y descubrimientos vinieron acompañadas de campañas de evangelización. Los misioneros católicos comprendieron que una de las mayores dificultades que enfrentaban para la efectiva evangelización de los pueblos indígenas era el problema lingüístico, ya que las lenguas habladas en América además de ser muchas y variadas, eran muy difíciles de comprender para cualquier europeo.
Por ello, además de fomentar la enseñanza del español, se alentó al clero a aprender los idiomas nativos, ya sea a través de cátedras en universidades fundadas por la propia Iglesia - para el caso de las lenguas más extendidas- ya sea a través de la elaboración de múltiples vocabularios, artes de la lengua (gramáticas) y catecismos redactados en diversas lenguas indígenas.
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Todo ello contribuyó a la aparición de misioneros especialistas que escribieron dichas obras y que informaron al mundo sobre la naturaleza y costumbres de los pueblos originarios de América.
En Mesoamérica se redactaron decenas de gramáticas y catecismos, con un énfasis particular en los idiomas más extendidos, que correspondían a pueblos con un mayor nivel de desarrollo cultural. Así, por ejemplo y a grandes rasgos, los franciscanos fueron pioneros en el desarrollo de gramáticas y catecismos en lengua náhuatl, otomí y purépecha del altiplano central mexicano, así como en las lenguas de la familia maya, de Yucatán y Guatemala.
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Los dominicos, por su parte, publicaron las primeras gramáticas de los idiomas zapoteca y mixteca de la región de Oaxaca, mientras los jesuitas se dedicaron al estudio de las lenguas de las zonas fronterizas del norte de México. La estrategia lingüística de la Compañía de Jesús suponía el aprendizaje de una cantidad impresionante de idiomas nativos, desde el mapudungun en el sur de Chile y el allentiac de la región argentina de Cuyo hasta el kiriri del Mato Grosso y el tupinamba de la costa norte de Brasil.
Cronología de misioneros lingüistas en América: siglo XVI a XVIII
Al principio se utilizó la predicación mediante intérprete, y después directamente en la lengua de los indios. Se evangelizó sobre todo en las "lenguas generales”. Por tener una idea siquiera sucinta del titánico esfuerzo que habría tenido que ser rememorado este Año Internacional de las Lenguas Indígenas y del cual no se ha dicho apenas nada, presentamos la siguiente cronología:
1481 Se publica Introductiones latinae de Antonio de Nebrija, estudio gramatical sobre la lengua latina que sentó las bases de la lingüística moderna

1492 Antonio de Nebrija publica Gramática, primer estudio sobre la estructura y sintaxis de la lengua castellana

1547 El franciscano Andrés de Olmos escribe Arte de la lengua mexicanala primera gramática en lengua vernácula de América. La obra, sin embargo, permanece inédita hasta el siglo XIX
1555 El sacerdote dominico Domingo de Vico escribe el Vocabulario en lengua cakchiquel, quiché y zutuhil, primer diccionario sobre las lenguas mayas de las tierras altas de Guatemala que permanece inédito hasta nuestros días

1555 Fray Alonso de Molina publica el primer vocabulario de una lengua del Nuevo Mundo, el náhuatl. Ya en 1571 publica un Arte de la lengua mexicana, que complementa el Vocabulario

1558 El franciscano Maturino Gilberti publica Arte de la lengua de Michuacan, primera gramática de la lengua purépecha, del centro de México. Al año siguiente complementa esa obra con un Vocabulario en lengua de Michuacan.
1560 Fray Domingo de Santo Tomás publica una Gramática o arte de la lengua general de los indios de los reynos del Perúprimera obra sobre la lengua quechua. Ese mismo año publica un Léxicon o vocabulario de la lengua general del Perú, extenso diccionario de la lengua quechua
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1571 El sacerdote dominico Fray Domingo de Ara escribe un Vocabulario en lengua tzeltal según el orden de Copanabastlaprimera obra sobre el tzeltal, lengua maya de Chiapas, al sur de México. La obra permanece inédita hasta el siglo XX

1571 El sacerdote agustino Juan de la Cruz publica una Doctrina christiana en lengua huasteca, primera obra sobre esa lengua de la costa del golfo de México

1571 Fray Alonso de Urbano, agustino, redacta la primera gramática de la lengua otomí, titulada Arte breve de la lengua otomí y vocabulario trilingüe. La obra permanece inédita hasta el siglo XX

1578 El sacerdote dominico Juan de Córdova publica el primer Arte en lengua zapoteca, junto con un vocabulario de la misma lengua

1584 Se publica en Lima Doctrina christiana y catecismo para la instruccion de los indios, primer libro impreso en Sudamérica que contiene el catecismo católico en tres idiomas: español, quechua y aymara
1585 El jesuita Antonio de Bárcena escribe un Arte de la lengua Toba, que permanece inédito hasta el siglo XIX (los toba o qom viven en el Gran Chaco, en Argentina y Paraguay)

1593 El sacerdote dominico Antonio de los Reyes publica el primer Arte en lengua mixteca (México)
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San José Anchieta escribe un himno a la Virgen en una playa de Brasil; fue fundador de Sao Paulo, botánico, escritor médico, primer gramático de tupí-guaraní, taumaturgo...
1595 El misionero jesuita español San José de Anchieta publica su obra Arte de grammatica da lingua mais usada na costa do Brasilgramática del tupí que tiene una enorme influencia en todo el período colonial
1595 El jesuita Antonio del Rincón publica Arte Mexicanagramática de la lengua náhuatl que se convierte en texto de enseñanza oficial de ese idioma
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1603 El jesuita Ludovico Bertonio publica Arte y grammática muy copiosa de la lengua aymara, primera obra sobre ese idioma . En 1612 complementa esa obra con un copioso Vocabulario de la lengua aymara, uno de los más exhaustivos diccionarios que se han escrito hasta nuestros días sobre el aymara, que aún hablan 2 millones de personas en Bolivia, Perú y Chile.
1606 El jesuita Luis de Valdivia publica Doctrina cristiana y catecismo con un confesionario, Arte y vocabulario breves en lengua Allentiac, sobre el idioma hablado por los huarpes de la provincia de Cuyo, Argentina
1607 Diego González Holguín, sacerdote jesuita, publica una Gramática y arte nueva de la lengua general de todo el Peru, llamada lengua Qquichua, o lengua del Inca, obra magna sobre el idioma quechua a la que suma al año siguiente un Vocabulario de la misma lengua; se calcula que en el siglo XXI al menos 8 millones de personas en 6 países sudamericanos aún hablan lenguas quechuas.

1608 El sacerdote jesuita Luis de Valdivia publica en Lima su obra Arte y gramatica general de la lengua que corre en todo el Reyno de Chile, el primer estudio sobre la lengua mapuche. La obra incluye un breve catecismo. El mapuche, mapudungun o araucano aún tiene entre 100.000 y 200.000 hablantes.
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1613 Fray Antonio de Ciudad Real escribe el primer vocabulario de la lengua maya yucateca, titulado Diccionario de Motul maya-español. La obra permanece inédita hasta el siglo XX; el maya yucateco tiene hoy unos 700.000 hablantes entre México, Guatemala y Belice.

1619 El jesuita Diego de Torres Rubio publica Arte de la lengua Quichua, obra de gran impacto que tiene varias reediciones en el período colonial

1619 El misionero jesuita Bernardo de Lugo publica una Gramática en la lengua general del nuevo reyno llamada Mosca, primera y única gramática de la lengua muisca, de la región andina colombiana; este idioma desapareció hacia 1750.
1621 El jesuita Luiz Figueira publica un Arte de grammatica da lingua brasilica, estudio sobre la lengua tupí de la costa de Brasil

1621 El jesuita Luis de Valdivia publica un Sermón en lengua de Chile.
1639 El misionero jesuita Antonio Ruiz de Montoya publica Tesoro de la lengua guaraní, un completo y exhaustivo diccionario de ese idioma, que complementa con un Arte de la lengua guaraní publicado ese mismo año

1644 Fernando de la Carrera publica Arte de la lengua Yunga de los Valles del obispado de Trujillo, sobre la lengua mochica de la costa norte del Perú; este idioma desapareció hacia el año 1900.

1665 El misionero dominico francés Raymond Breton publica un Dictionaire Caraibe-Français, al que se suma, al año siguiente, un Dictionaire Français-Caraibe. La obra de Breton es uno de los pocos testimonios coloniales sobre la lengua de los callínago, etnia ya extinguida que habitaba las Antillas menores

1680 Francisco Tauste, franciscano capuchino, publica Arte, bocabulario, doctrina cristiana y catecismo de la lengua de Cumaná, sobre la lengua cumanagota hablada en la costa oriental de Venezuela

1690 El misionero franciscano Matías Ruiz Blanco publica Arte y tesoro de la lengua cumanagota
1699 El jesuita Ludovico Vicenzo Mamiani publica un Arte de grammatica da lingua brazilica da nacão Kiriri, sobre la lengua karirí, que se habló en el interior de Brasil hasta principios del siglo XX. 

1701 El jesuita Pedro Marbán publica Arte de la lengua moxa con su vocabulario y catecismo, para el uso en las misiones de Moxos al norte de Bolivia
1709 El jesuita Bernardo de Nantes publica un Catecismo da lingua kariris
1729 El misionero Agustín de Quintana publica un Arte de la lengua mixe, idioma hablado en la región de Oaxaca, México. Cuatro años después publica un Confessonario en lengua mixe que complementa el estudio anterior; el mixe en el siglo XXI aún tiene unos 90.000 hablantes

1732 El jesuita Antonio Machoni publica un Arte y vocabulario de la lengua lule y tonocoté, para el uso en las misiones del Chaco, al norte de Argentina; hoy está extinta o casi extinta

1760 El misionero jesuita Bartolomé García publica un Manual para administrar los santos sacramentos de penitencia, eucharistía, extrema-unción y matrimonio: dar gracias después de comulgar y ayudar a bien morir a los indios de las naciones: Pajalates, Orejones, Pacaos, Pacóas, Tilijayas, Alasapas, Pausanes y otras muchas diferentes, para el uso de las misiones de los desiertos de Coahuila y Texas, al nororiente de México

1765 El jesuita Andrés Febres publica Arte de la lengua general del Reyno de Chile

1777 El jesuita Bernardo Havestadt publica en el exilio su obra Chilidúgú, sive Res chilenses vel descriptio status tum naturalis, tum civilis, cum moralis Regni populique Chilensis inserta suis locis perfectæ ad Chilensem Limguam Manuductioni deo O.M. multis ac miris modis Jurante, extensa gramática en latín de la lengua mapuche.
En cuanto a Filipinas, el franciscano español Sebastián Gómez de Herrera, conocido como Fray Sebastián de Totanés (1688 -1748), compuso y publicó la primera gramática de la lengua tagalaArte y Vocabulario de la Lengua Tagala (Manila, 1745), de la que hay edición moderna (Madrid / Frankfurt: Iberoamericana, 2014). 

jueves, 26 de diciembre de 2019

Calculando la Navidad: la auténtica historia del 25 de diciembre

La opción del 25 de diciembre es el resultado de los intentos realizados por los primeros cristianos para averiguar la fecha de nacimiento de Jesús
No fueron los cristianos quienes asumieron una fiesta pagana, sino al revés. Recuperamos un artículo muy útil en estas fechas.

Muchos cristianos creen que el cristianismo celebra el nacimiento de Cristo el 25 de diciembre porque los padres de la Iglesia se apropiaron de la fecha de un festival pagano. Casi nadie da importancia a este hecho, excepto algunos grupos marginales de evangélicos americanos, que parecen interpretar que ello convierte a la Navidad en un festival pagano.

Sin embargo, resulta interesante saber que la opción del 25 de diciembre es el resultado de los intentos realizados por los primeros cristianos para averiguar la fecha de nacimiento de Jesús, basándose en cálculos de calendario que nada tenían que ver con los festivales paganos.

Fue más bien al contrario, ya que el festival pagano del "Nacimiento del Sol Invicto", instituido por el emperador romano Aurelio el 25 de diciembre de 274, fue casi con toda certeza un intento de crear la alternativa pagana a una fecha que ya gozaba de cierta importancia para los cristianos romanos. Así pues, "los orígenes paganos de la Navidad" son un mito sin fundamento histórico.

Un error

La idea de que la fecha fue sacada de los paganos se remonta a dos estudiosos de finales del siglo XVII y principios del XVIII. Paul Ernst Jablonski, un protestante alemán, pretendía demostrar que la celebración del nacimiento de Cristo el 25 de diciembre era una de las muchas "paganizaciones" del cristianismo que la Iglesia del siglo IV había adoptado, como una de las muchas "degeneraciones" que habían transformado el cristianismo apostólico puro en catolicismo.

Dom Jean Hardouin, un monje benedictino, intentó demostrar que la Iglesia católica había adoptado festivales paganos para fines cristianos sin paganizar el Evangelio. En el calendario juliano, creado en el año 45 a.C. bajo Julio César, el solsticio de invierno caía en 25 de diciembre y, por tanto, a Jablonski y a Hardouin les pareció evidente que esa fecha debía haber contenido obligatoriamente un significado pagano antes de haber sido cristiano.

Pero, en realidad, la fecha no había tenido ningún sentido religioso en el calendario festivo pagano en tiempos anteriores a Aurelio, y el culto al sol tampoco desempeñaba un papel importante en Roma antes de su llegada.

Había dos templos del sol en Roma. Uno de ellos (mantenido por el clan en el que nació o fue adoptado Aurelio) celebraba su festival de consagración el 9 de agosto, y el otro el 28 de agosto. Sin embargo, ambos cultos cayeron en desuso en el siglo II, en que los cultos solares orientales, como el mitraísmo, empezaron a ganar adeptos en Roma. Y en cualquier caso, ninguno de estos cultos, antiguos o nuevos, tenían festivales relacionados con solsticios o equinoccios.

Lo que ocurrió realmente fue que Aurelio, que gobernó desde el año 270 hasta su asesinato en 275, era hostil hacia el cristianismo, y está documentado que promocionó el establecimiento del festival del "Nacimiento del Sol Invicto" como método para unificar los diversos cultos paganos del Imperio Romano alrededor de una conmemoración del "renacimiento" anual del sol. Lideró un imperio que avanzaba hacia el colapso, ante las agitaciones internas, las rebeliones en las provincias, el declive económico y los repetidos ataques por parte de tribus germanas por el norte y del Imperio Persa por el este.

Al crear esa nueva festividad, su intención era que el día 25, en el que comenzaba a alargarse la luz del día y a acortarse la oscuridad, fuera un símbolo del esperado "renacimiento" o eterno rejuvenecimiento del Imperio Romano, que debía ser el resultado de la perseverancia en la adoración de los dioses cuya tutela (según creían los romanos) había llevado a Roma a la gloria y a gobernar el mundo entero. Y si podía solaparse con la celebración cristiana, mejor aún.

Una consecuencia

Es cierto que la primera prueba de una celebración cristiana en 25 de diciembre como fecha de la Natividad del Señor se encuentra en Roma, algunos años después de Aurelio, en el año 336 d.C., pero sí hay pruebas del Este griego y del oeste latino donde los cristianos intentaban averiguar la fecha del nacimiento de Cristo mucho antes de que lo empezaran a celebrar de una forma litúrgica, incluso en los siglos II y III. De hecho, las pruebas indican que la atribución a la fecha de 25 de diciembre fue una consecuencia de los intentos por determinar cuándo se debía celebrar su muerte y resurrección.

¿Y cómo ocurrió todo esto? Parece haber una contradicción en la fecha de la muerte del Señor entre los Evangelios Sinópticos y el Evangelio de Juan. Los sinópticos la situarían en la Pascua de los judíos (después de la Última Cena la noche anterior), mientras que Juan la describiría en la Víspera de la Pascua, en el momento en que los corderos eran sacrificados en el Templo de Jerusalén para el ágape que tendría lugar después de la salida del sol ese mismo día.

La solución a esta cuestión implica contestar a la pregunta de si la Santa Cena fue un ágape pascual o una cena que tuvo lugar un día antes, lo cual no estudiaremos aquí. Basta con decir que la primitiva Iglesia siguió a Juan y no a los sinópticos y, por tanto, creyó que la muerte de Cristo había tenido lugar el 14 Nisán, de acuerdo con el calendario lunar judío.

Por cierto, los estudiosos modernos se muestran de acuerdo con que la muerte de Cristo podría haber tenido lugar en el año 30 o en el 33 d.C., ya que éstos son los únicos años de esa época en los que la Vigilia de Pascua podían haber caído en viernes. Las posibilidades son, por tanto, el 7 de abril del 30 o el 3 de abril del 33.

Sin embargo, dado que la Iglesia primitiva fue forzosamente separada del judaísmo, entró en un mundo de calendarios distintos y tuvo que instaurar sus propios momentos para celebrar la Pasión del Señor, en parte también para independizarse de los cálculos rabínicos de la fecha de Pascua. Por otra parte, como el calendario judío era un calendario lunar que constaba de 12 meses de 30 días cada uno, cada pocos años debía añadirse un mes decimotercero por un decreto del Sanedrín, para mantener el calendario sincronizado con los equinoccios y los solsticios, así como para evitar que las estaciones se fueran "desviando" hacia meses inapropiados.

Aparte de la dificultad que debieron tener los cristianos en investigar, o quizás en ser bien informados sobre las fechas pascuales en un determinado año, el hecho de seguir un calendario lunar diseñado por ellos habría dispuesto en su contra tanto a judíos como a paganos, y seguramente también les habría sumido en inacabables disputas entre sí mismos.

El siglo II vio fuertes disputas sobre si la Pascua tenía que caer siempre en domingo o en cualquier día de la semana dos días después del 14 Artemision/Nisán, pero haber seguido un calendario lunar no habría hecho más que agravar estos problemas.

Estas divergencias eran interpretadas de distintas maneras entre los cristianos griegos de la parte oriental del imperio y los cristianos latinos en la parte occidental del mismo. Parece ser que los cristianos griegos quisieron encontrar una fecha equivalente a su 14 Nisán en su propio calendario solar y, dado que el Nisán era el mes en el que tenía lugar el equinoccio de primavera, eligieron el día 14 de Artemision, el mes en el que el equinoccio de primavera caía invariablemente en su propio calendario.
Alrededor del 300 d.C., el calendario griego fue solapado por el romano y, como las fechas de principio y final de los meses en estos dos sistemas no coincidían, el 14 Artemision se convirtió en el 6 de abril.

No obstante, parece que los cristianos latinos del siglo II en Roma y África del norte querían establecer la fecha histórica en la que murió Jesús. En la época de Tertuliano [c.155 -220 d.C.] habían concluido que murió en viernes, 25 de marzo del 29. Como nota aparte, debo hacer constar que ello es imposible: el 25 de marzo del 29 no cayó en viernes, y la Víspera de Pascua judía en el 29 d.C. no caía en viernes ni en 25 de marzo, ni siquiera en el mes de marzo.

Edad Integral

Así pues, en el este, tenemos el 6 de abril y, en el oeste, el 25 de marzo. Llegados a este punto, debemos introducir una creencia que parece ser que se propagó en el judaísmo en el tiempo de Cristo, pero la cual, como no aparece en la Biblia, no han tenido presente los cristianos. Se trata de la "edad integral" de los grandes profetas judíos: la idea de que los profetas de Israel murieron en la misma fecha que la de su nacimiento o concepción.

Este conocimiento es un factor clave a la hora de entender por qué algunos de los primeros cristianos llegaron a la conclusión de que el 25 de diciembre fue la fecha del nacimiento de Jesucristo. Los primeros cristianos aplicaron esta idea a Jesús, con lo que el 25 de marzo y el 6 de abril no sólo eran las supuestas fechas de la muerte de Jesús, sino también las de su concepción o nacimiento. Existe alguna prueba fugaz de que al menos algunos cristianos en los siglos I y II consideraron el 25 de marzo y el 6 de abril como la fecha del nacimiento de Cristo, pero rápidamente prevaleció la asignación del 25 de marzo como la fecha de la concepción de Cristo.

Y es en este día, conmemorado casi universalmente entre cristianos como la Fiesta de la Anunciación, cuando el Arcángel Gabriel llevó la Buena Nueva de un salvador a la Virgen María, con cuyo consentimiento la Palabra de Dios ("Luz de Luz, Dios verdadero del Dios verdadero, nacido del Padre antes de todos los tiempos") se encarnó en su vientre. ¿Cuánto dura un embarazo? Nueve meses. Si contamos nueve meses a partir del 25 de marzo, es 25 de diciembre; si es a partir del 6 de abril, tenemos el 6 de enero. El 25 de diciembre es Navidad y, el 6 de enero, es la Epifanía.

La Navidad (el 25 de diciembre) es una fiesta de origen cristiano occidental. Parece que en Constantinopla fue introducida en el año 379 ó 380. De un sermón de San Juan Crisóstomo, que en su época fue un renombrado asceta y predicador en su nativa Antioquía, parece que ahí la fiesta se celebró por primera vez el 25 de diciembre del 386. Desde esos centros, se esparció por todo el Oriente cristiano y se adoptó en Alejandría alrededor del 432, mientras que en Jerusalén se asumió un siglo o un poco más después. Los armenios, solos entre las Iglesias cristianas antiguas, nunca la adoptaron, y hasta hoy llevan celebrando el nacimiento de Cristo, la adoración de los Reyes y el bautismo el 6 de enero.

Por su parte, las Iglesias occidentales fueron adoptando gradualmente la celebración de la Epifanía del este el 6 de enero, y Roma lo hizo entre el 366 y el 394. Pero en Occidente, esta festividad se presentaba normalmente como la conmemoración de la visita de los Reyes Magos al niño Jesús y, como tal, era una fiesta importante, pero no una de las más determinantes. Ello provocaba un fuerte contraste con la posición de la Iglesia oriental, donde sigue siendo la segunda fiesta más importante de la iglesia después de la Pascua.

En Oriente, la Epifanía es mucho más importante que la Navidad. La razón es que la festividad también celebra el bautismo de Cristo en el Jordán y el momento en que la Voz del Padre y el Descenso del Espíritu Santo manifestaron por primera vez a los mortales la divinidad del Cristo Encarnado y la Trinidad de las 3 Personas en un solo Dios.

Una fiesta cristiana

Así pues, parece que el 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Cristo no está en absoluto en deuda con las influencias paganas en las prácticas de la Iglesia durante o después del tiempo de Constantino. Es totalmente improbable que fuera la fecha exacta del nacimiento de Cristo, pero surgió estrictamente de los esfuerzos de los primeros cristianos latinos para averiguar la fecha histórica de la muerte de Cristo.

En cambio, la fiesta pagana que instituyó el emperador Aurelio en esa fecha, en el año 274, no sólo fue un esfuerzo para utilizar el solsticio de invierno con el objetivo de hacer una declaración política, sino que, casi con toda certeza, fue también un intento de dar un sentido pagano a una fecha ya importante para los cristianos romanos. A su vez, los cristianos podrían más tarde volver a adoptar la fiesta del "Nacimiento del Sol Invicto" para referirse, en memoria del nacimiento de Jesús, a la ascensión del "Sol de la Salvación" o el "Sol de la Justicia".
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William J. Tighe, corresponsal de TOUCHSTONE y profesor adjunto de la Universidad de Muhlenberg. Para los interesados, recomienda la lectura de Los Orígenes del Año Litúrgico de Thomas J. Talley.

miércoles, 25 de diciembre de 2019

Cataluña quiere la república para acabar con la actual clase de Religión

El consejero catalán de Educación pide suprimir la asignatura y crear una no confesional

Que la escuela catalana debe ser laica, el consejero Josep Bargalló (ERC) lo ha dicho en numerosas ocasiones, aunque nunca se había pronunciado de forma tan contundente sobre cómo conseguir ese objetivo. En una conferencia organizada por la Fundación Ferrer i Guardia y el departamento de Educación, Bargalló reivindicó esta semana «la no inclusión en la escuela pública de la religión confesional como materia curricular, lectiva y evaluable» y abogó por «una asignatura sobre cultura y el hecho religioso y moral dentro del currículo educativo, que dé al alumno la oportunidad de conocer la diversidad de creencias». En la misma conferencia, el republicano anunció que una de las formas de conseguir la laicidad de la enseñanza sería «constituyendo una república catalana».
No obstante, el consejero recordó que hasta que este escenario no se produzca, o se cumplan otras dos condiciones -«conseguir un consenso social en nuestro país, de acuerdo con los representantes de las grandes confesiones religiosas, o que se modifique la normativa estatal»-, la educación catalana «seguirá ciñiéndose a las directrices del currículo de la Lomce», ofreciendo religión confesional (católica, evangélica, islámica y judía) en las aulas siempre que haya demanda suficiente.


Se impartirá religión islámica

En este sentido, Bargalló anunció como novedad, que el próximo curso se impartirán en las escuelas catalanas clases de religión islámica como en otras comunidades ya se están impartiendo. Este anuncio se produce después de que una asociación islámica le denunciara ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) por discriminación. La asociación Musulmanes contra la Islamofobia le acusó de un delito de odio y prevaricación por realizar declaraciones ofensivas al islam y contrarias a la impartición de clases de religión en la escuela catalana.
Según el republicano, la propuesta de fomentar la educación religiosa islámica «se encuentra avanzada y ya hay contactos con la comunidad islámica para poder hacer una prueba piloto de cara al curso que viene», aunque, según recordó, esta propuesta se debe ampliar a «todas las confesiones, no solo las que estipula la Lomce». «Si en algún centro concreto se hace una petición de una quinta confesión no prevista y forma parte de la realidad de ese centro, se atenderá esa demanda», anunció.
Josep Bargalló tiene claro que la actual asignatura de religión debe repensarse porque «la confesionalidad en el aula es otro elemento de segregación cuando se ejerce en el ámbito curricular y lectivo». El titular de Educación del Govern cree que «la escuela del siglo XXI ha de tener la laicidad como fundamento y ha de hacer de su no confesionalidad, un valor».

martes, 17 de diciembre de 2019

Carta apostólica Admirabile signum del Santo Padre Francisco sobre el significado y el valor del Belén, 01.12.2019


CARTA APOSTÓLICA EL HERMOSO SIGNO DEL PESEBRE DEL SANTO PADRE FRANCISCO SOBRE EL SIGNIFICADO Y EL VALOR DEL BELÉN

1. El hermoso signo del pesebre, tan estimado por el pueblo cristiano, causa siempre asombro y admiración. La representación del acontecimiento del nacimiento de Jesús equivale a anunciar el misterio de la encarnación del Hijo de Dios con sencillez y alegría. El belén, en efecto, es como un Evangelio vivo, que surge de las páginas de la Sagrada Escritura. La contemplación de la escena de la Navidad, nos invita a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada hombre. Y descubrimos que Él nos ama hasta el punto de unirse a nosotros, para que también nosotros podamos unirnos a Él.

Con esta Carta quisiera alentar la hermosa tradición de nuestras familias que en los días previos a la Navidad preparan el belén, como también la costumbre de ponerlo en los lugares de trabajo, en las escuelas, en los hospitales, en las cárceles, en las plazas... Es realmente un ejercicio de fantasía creativa, que utiliza los materiales más dispares para crear pequeñas obras maestras llenas de belleza. Se aprende desde niños: cuando papá y mamá, junto a los abuelos, transmiten esta alegre tradición, que contiene en sí una rica espiritualidad popular. Espero que esta práctica nunca se debilite; es más, confío en que, allí donde hubiera caído en desuso, sea descubierta de nuevo y revitalizada.

2. El origen del pesebre encuentra confirmación ante todo en algunos detalles evangélicos del nacimiento de Jesús en Belén. El evangelista Lucas dice sencillamente que María «dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada» (2,7). Jesús fue colocado en un pesebre; palabra que procede del latín: praesepium.
El Hijo de Dios, viniendo a este mundo, encuentra sitio donde los animales van a comer. El heno se convierte en el primer lecho para Aquel que se revelará como «el pan bajado del cielo» (Jn 6,41). Un simbolismo que ya san Agustín, junto con otros Padres, había captado cuando escribía: «Puesto en el pesebre, se convirtió en alimento para nosotros» (Serm. 189,4). En realidad, el belén contiene diversos misterios de la vida de Jesús y nos los hace sentir cercanos a nuestra vida cotidiana.
Pero volvamos de nuevo al origen del belén tal como nosotros lo entendemos. Nos trasladamos con la mente a Greccio, en el valle Reatino; allí san Francisco se detuvo viniendo probablemente de Roma, donde el 29 de noviembre de 1223 había recibido del Papa Honorio III la confirmación de su Regla. Después de su viaje a Tierra Santa, aquellas grutas le recordaban de manera especial el paisaje de Belén. Y es posible que el Poverello quedase impresionado en Roma, por los mosaicos de la Basílica de Santa María la Mayor que representan el nacimiento de Jesús, justo al lado del lugar donde se conservaban, según una antigua tradición, las tablas del pesebre.
Las Fuentes Franciscanas narran en detalle lo que sucedió en Greccio. Quince días antes de la Navidad, Francisco llamó a un hombre del lugar, de nombre Juan, y le pidió que lo ayudara a cumplir un deseo: «Deseo celebrar la memoria del Niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno»[1]. Tan pronto como lo escuchó, ese hombre bueno y fiel fue rápidamente y preparó en el lugar señalado lo que el santo le había indicado. El 25 de diciembre, llegaron a Greccio muchos frailes de distintos lugares, como también hombres y mujeres de las granjas de la comarca, trayendo flores y antorchas para iluminar aquella noche santa. Cuando llegó Francisco, encontró el pesebre con el heno, el buey y el asno. Las personas que llegaron mostraron frente a la escena de la Navidad una alegría indescriptible, como nunca antes habían experimentado. Después el sacerdote, ante el Nacimiento, celebró solemnemente la Eucaristía, mostrando el vínculo entre la encarnación del Hijo de Dios y la Eucaristía. En aquella ocasión, en Greccio, no había figuras: el belén fue realizado y vivido por todos los presentes[2].
Así nace nuestra tradición: todos alrededor de la gruta y llenos de alegría, sin distancia alguna entre el acontecimiento que se cumple y cuantos participan en el misterio.
El primer biógrafo de san Francisco, Tomás de Celano, recuerda que esa noche, se añadió a la escena simple y conmovedora el don de una visión maravillosa: uno de los presentes vio acostado en el pesebre al mismo Niño Jesús. De aquel belén de la Navidad de 1223, «todos regresaron a sus casas colmados de alegría»[3].

3. San Francisco realizó una gran obra de evangelización con la simplicidad de aquel signo. Su enseñanza ha penetrado en los corazones de los cristianos y permanece hasta nuestros días como un modo genuino de representar con sencillez la belleza de nuestra fe. Por otro lado, el mismo lugar donde se realizó el primer belén expresa y evoca estos sentimientos. Greccio se ha convertido en un refugio para el alma que se esconde en la roca para dejarse envolver en el silencio.
¿Por qué el belén suscita tanto asombro y nos conmueve? En primer lugar, porque manifiesta la ternura de Dios. Él, el Creador del universo, se abaja a nuestra pequeñez. El don de la vida, siempre misterioso para nosotros, nos cautiva aún más viendo que Aquel que nació de María es la fuente y protección de cada vida. En Jesús, el Padre nos ha dado un hermano que viene a buscarnos cuando estamos desorientados y perdemos el rumbo; un amigo fiel que siempre está cerca de nosotros; nos ha dado a su Hijo que nos perdona y nos levanta del pecado.
La preparación del pesebre en nuestras casas nos ayuda a revivir la historia que ocurrió en Belén. Naturalmente, los evangelios son siempre la fuente que permite conocer y meditar aquel acontecimiento; sin embargo, su representación en el belén nos ayuda a imaginar las escenas, estimula los afectos, invita a sentirnos implicados en la historia de la salvación, contemporáneos del acontecimiento que se hace vivo y actual en los más diversos contextos históricos y culturales.
De modo particular, el pesebre es desde su origen franciscano una invitación a “sentir”, a “tocar” la pobreza que el Hijo de Dios eligió para sí mismo en su encarnación. Y así, es implícitamente una llamada a seguirlo en el camino de la humildad, de la pobreza, del despojo, que desde la gruta de Belén conduce hasta la Cruz. Es una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos y hermanas más necesitados (cf. Mt 25,31-46).

4. Me gustaría ahora repasar los diversos signos del belén para comprender el significado que llevan consigo. En primer lugar, representamos el contexto del cielo estrellado en la oscuridad y el silencio de la noche. Lo hacemos así, no sólo por fidelidad a los relatos evangélicos, sino también por el significado que tiene. Pensemos en cuántas veces la noche envuelve nuestras vidas. Pues bien, incluso en esos instantes, Dios no nos deja solos, sino que se hace presente para responder a las preguntas decisivas sobre el sentido de nuestra existencia: ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Por qué nací en este momento? ¿Por qué amo? ¿Por qué sufro? ¿Por qué moriré? Para responder a estas preguntas, Dios se hizo hombre. Su cercanía trae luz donde hay oscuridad e ilumina a cuantos atraviesan las tinieblas del sufrimiento (cf. Lc 1,79).
Merecen también alguna mención los paisajes que forman parte del belén y que a menudo representan las ruinas de casas y palacios antiguos, que en algunos casos sustituyen a la gruta de Belén y se convierten en la estancia de la Sagrada Familia. Estas ruinas parecen estar inspiradas en la Leyenda Áurea del dominico Jacopo da Varazze (siglo XIII), donde se narra una creencia pagana según la cual el templo de la Paz en Roma se derrumbaría cuando una Virgen diera a luz. Esas ruinas son sobre todo el signo visible de la humanidad caída, de todo lo que está en ruinas, que está corrompido y deprimido. Este escenario dice que Jesús es la novedad en medio de un mundo viejo, y que ha venido a sanar y reconstruir, a devolverle a nuestra vida y al mundo su esplendor original.

5. ¡Cuánta emoción debería acompañarnos mientras colocamos en el belén las montañas, los riachuelos, las ovejas y los pastores! De esta manera recordamos, como lo habían anunciado los profetas, que toda la creación participa en la fiesta de la venida del Mesías. Los ángeles y la estrella son la señal de que también nosotros estamos llamados a ponernos en camino para llegar a la gruta y adorar al Señor.
«Vayamos, pues, a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado» (Lc 2,15), así dicen los pastores después del anuncio hecho por los ángeles. Es una enseñanza muy hermosa que se muestra en la sencillez de la descripción. A diferencia de tanta gente que pretende hacer otras mil cosas, los pastores se convierten en los primeros testigos de lo esencial, es decir, de la salvación que se les ofrece. Son los más humildes y los más pobres quienes saben acoger el acontecimiento de la encarnación. A Dios que viene a nuestro encuentro en el Niño Jesús, los pastores responden poniéndose en camino hacia Él, para un encuentro de amor y de agradable asombro. Este encuentro entre Dios y sus hijos, gracias a Jesús, es el que da vida precisamente a nuestra religión y constituye su singular belleza, y resplandece de una manera particular en el pesebre.

6. Tenemos la costumbre de poner en nuestros belenes muchas figuras simbólicas, sobre todo, las de mendigos y de gente que no conocen otra abundancia que la del corazón. Ellos también están cerca del Niño Jesús por derecho propio, sin que nadie pueda echarlos o alejarlos de una cuna tan improvisada que los pobres a su alrededor no desentonan en absoluto. De hecho, los pobres son los privilegiados de este misterio y, a menudo, aquellos que son más capaces de reconocer la presencia de Dios en medio de nosotros.
Los pobres y los sencillos en el Nacimiento recuerdan que Dios se hace hombre para aquellos que más sienten la necesidad de su amor y piden su cercanía. Jesús, «manso y humilde de corazón» (Mt 11,29), nació pobre, llevó una vida sencilla para enseñarnos a comprender lo esencial y a vivir de ello. Desde el belén emerge claramente el mensaje de que no podemos dejarnos engañar por la riqueza y por tantas propuestas efímeras de felicidad. El palacio de Herodes está al fondo, cerrado, sordo al anuncio de alegría. Al nacer en el pesebre, Dios mismo inicia la única revolución verdadera que da esperanza y dignidad a los desheredados, a los marginados: la revolución del amor, la revolución de la ternura. Desde el belén, Jesús proclama, con manso poder, la llamada a compartir con los últimos el camino hacia un mundo más humano y fraterno, donde nadie sea excluido ni marginado.
Con frecuencia a los niños —¡pero también a los adultos!— les encanta añadir otras figuras al belén que parecen no tener relación alguna con los relatos evangélicos. Y, sin embargo, esta imaginación pretende expresar que en este nuevo mundo inaugurado por Jesús hay espacio para todo lo que es humano y para toda criatura. Del pastor al herrero, del panadero a los músicos, de las mujeres que llevan jarras de agua a los niños que juegan..., todo esto representa la santidad cotidiana, la alegría de hacer de manera extraordinaria las cosas de todos los días, cuando Jesús comparte con nosotros su vida divina.

7. Poco a poco, el belén nos lleva a la gruta, donde encontramos las figuras de María y de José. María es una madre que contempla a su hijo y lo muestra a cuantos vienen a visitarlo. Su imagen hace pensar en el gran misterio que ha envuelto a esta joven cuando Dios ha llamado a la puerta de su corazón inmaculado. Ante el anuncio del ángel, que le pedía que fuera la madre de Dios, María respondió con obediencia plena y total. Sus palabras: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38), son para todos nosotros el testimonio del abandono en la fe a la voluntad de Dios. Con aquel “sí”, María se convertía en la madre del Hijo de Dios sin perder su virginidad, antes bien consagrándola gracias a Él. Vemos en ella a la Madre de Dios que no tiene a su Hijo sólo para sí misma, sino que pide a todos que obedezcan a su palabra y la pongan en práctica (cf. Jn 2,5).
Junto a María, en una actitud de protección del Niño y de su madre, está san José. Por lo general, se representa con el bastón en la mano y, a veces, también sosteniendo una lámpara. San José juega un papel muy importante en la vida de Jesús y de María. Él es el custodio que nunca se cansa de proteger a su familia. Cuando Dios le advirtió de la amenaza de Herodes, no dudó en ponerse en camino y emigrar a Egipto (cf. Mt 2,13-15). Y una vez pasado el peligro, trajo a la familia de vuelta a Nazaret, donde fue el primer educador de Jesús niño y adolescente. José llevaba en su corazón el gran misterio que envolvía a Jesús y a María su esposa, y como hombre justo confió siempre en la voluntad de Dios y la puso en práctica.

8. El corazón del pesebre comienza a palpitar cuando, en Navidad, colocamos la imagen del Niño Jesús. Dios se presenta así, en un niño, para ser recibido en nuestros brazos. En la debilidad y en la fragilidad esconde su poder que todo lo crea y transforma. Parece imposible, pero es así: en Jesús, Dios ha sido un niño y en esta condición ha querido revelar la grandeza de su amor, que se manifiesta en la sonrisa y en el tender sus manos hacia todos.
El nacimiento de un niño suscita alegría y asombro, porque nos pone ante el gran misterio de la vida. Viendo brillar los ojos de los jóvenes esposos ante su hijo recién nacido, entendemos los sentimientos de María y José que, mirando al niño Jesús, percibían la presencia de Dios en sus vidas.
«La Vida se hizo visible» (1Jn 1,2); así el apóstol Juan resume el misterio de la encarnación. El belén nos hace ver, nos hace tocar este acontecimiento único y extraordinario que ha cambiado el curso de la historia, y a partir del cual también se ordena la numeración de los años, antes y después del nacimiento de Cristo.
El modo de actuar de Dios casi aturde, porque parece imposible que Él renuncie a su gloria para hacerse hombre como nosotros. Qué sorpresa ver a Dios que asume nuestros propios comportamientos: duerme, toma la leche de su madre, llora y juega como todos los niños. Como siempre, Dios desconcierta, es impredecible, continuamente va más allá de nuestros esquemas. Así, pues, el pesebre, mientras nos muestra a Dios tal y como ha venido al mundo, nos invita a pensar en nuestra vida injertada en la de Dios; nos invita a ser discípulos suyos si queremos alcanzar el sentido último de la vida.

9. Cuando se acerca la fiesta de la Epifanía, se colocan en el Nacimiento las tres figuras de los Reyes Magos. Observando la estrella, aquellos sabios y ricos señores de Oriente se habían puesto en camino hacia Belén para conocer a Jesús y ofrecerle dones: oro, incienso y mirra. También estos regalos tienen un significado alegórico: el oro honra la realeza de Jesús; el incienso su divinidad; la mirra su santa humanidad que conocerá la muerte y la sepultura.
Contemplando esta escena en el belén, estamos llamados a reflexionar sobre la responsabilidad que cada cristiano tiene de ser evangelizador. Cada uno de nosotros se hace portador de la Buena Noticia con los que encuentra, testimoniando con acciones concretas de misericordia la alegría de haber encontrado a Jesús y su amor.
Los Magos enseñan que se puede comenzar desde muy lejos para llegar a Cristo. Son hombres ricos, sabios extranjeros, sedientos de lo infinito, que parten para un largo y peligroso viaje que los lleva hasta Belén (cf. Mt 2,1-12). Una gran alegría los invade ante el Niño Rey. No se dejan escandalizar por la pobreza del ambiente; no dudan en ponerse de rodillas y adorarlo. Ante Él comprenden que Dios, igual que regula con soberana sabiduría el curso de las estrellas, guía el curso de la historia, abajando a los poderosos y exaltando a los humildes. Y ciertamente, llegados a su país, habrán contado este encuentro sorprendente con el Mesías, inaugurando el viaje del Evangelio entre las gentes.
10. Ante el belén, la mente va espontáneamente a cuando uno era niño y se esperaba con impaciencia el tiempo para empezar a construirlo. Estos recuerdos nos llevan a tomar nuevamente conciencia del gran don que se nos ha dado al transmitirnos la fe; y al mismo tiempo nos hacen sentir el deber y la alegría de transmitir a los hijos y a los nietos la misma experiencia. No es importante cómo se prepara el pesebre, puede ser siempre igual o modificarse cada año; lo que cuenta es que este hable a nuestra vida. En cualquier lugar y de cualquier manera, el belén habla del amor de Dios, el Dios que se ha hecho niño para decirnos lo cerca que está de todo ser humano, cualquiera que sea su condición.
Queridos hermanos y hermanas: El belén forma parte del dulce y exigente proceso de transmisión de la fe. Comenzando desde la infancia y luego en cada etapa de la vida, nos educa a contemplar a Jesús, a sentir el amor de Dios por nosotros, a sentir y creer que Dios está con nosotros y que nosotros estamos con Él, todos hijos y hermanos gracias a aquel Niño Hijo de Dios y de la Virgen María. Y a sentir que en esto está la felicidad. Que en la escuela de san Francisco abramos el corazón a esta gracia sencilla, dejemos que del asombro nazca una oración humilde: nuestro “gracias” a Dios, que ha querido compartir todo con nosotros para no dejarnos nunca solos.

FRANCISCO

Dado en Greccio, en el Santuario del Pesebre, 1 de diciembre de 2019.



[1] Tomás de Celano, Vida Primera, 84: Fuentes franciscanas (FF), n. 468.
[2] Cf. ibíd., 85: FF, n. 469.
[3] Ibíd., 86: FF, n. 470.