El Santo Padre exclamó luego: "¡Hace falta recomenzar del corazón del problema! Un inmigrante es un ser humano, diferente por su proveniencia cultural, pero es una persona por respetar con derechos y deberes, en particular, en el ámbito del trabajo, donde es más fácil la tentación de la explotación, pero también en el ámbito de las condiciones concretas de vida".
"La violencia –dijo el Papa– no debe ser nunca para ninguno la vía para resolver las dificultades. ¡El problema es sobre todo humano! Invito a mirar el rostro del otro y a descubrir que él tiene un alma, una historia y una vida: es una persona y Dios lo ama como me ama a mí".
Seguidamente Benedicto XVI se centró en "algunas consideraciones en cuanto a lo que respecta al hombre en su diversidad religiosa. La violencia hacia los cristianos en algunos países ha suscitado la indignación de muchos, también porque se ha manifestado en los días más sagrados de la tradición cristiana".
Finalmente el Santo Padre señaló que "es necesario que las instituciones, ya sean políticas o religiosas asuman –lo reitero– su responsabilidad. No puede ejercerse violencia en el nombre de Dios, ni se puede pensar en honrarlo ofendiendo la dignidad y libertad de los semejantes".
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