domingo, 29 de julio de 2018

El último exitazo del cine cristiano

Ramón Monedero | Jul 29, 2018



Lionsgate

"I can only imagine" es una cinta católica de reducido presupuesto que ha rebasado fronteras y amasado más de 80 millones de dólares gracias a un mensaje de fe y esperanza


Nadie se esperaba que I Can Only Imagine, una película por y para católicos, pudiera convertirse en el éxito de masas, sin paliativos, en el que se convirtió el film.


Con un presupuesto de siete millones de dólares y con una distribución extremadamente reducida de menos de tres mil salas en todo Estados Unidos, I Can Only Imagine consiguió recaudar en su primer fin de semana más de 17 millones de dólares. Y a estas alturas, el film ya flirtea con los cien millones. ¿La razón?


De entrada, algo que no todas las películas cristianas suelen conseguir, rebasar fronteras más allá de lo religioso consiguiendo seducir a espectadores de medio mundo independientemente de su religión o credo.


El film está dirigido por los hermanos Andrew y Jon Erwin, dos directores y productores abiertamente católicos que tienen a sus espaladas películas, siempre con un fuerte contenido espiritual o directamente cristiano, como Woodlawn (2015).


Además, entre sus artífices se encuentran productoras como Mission Pictures International, especializada en cine religioso, Kevin Downes, un productor especializado también en cine cristiano, etc…


Es decir, es una película hecha para nosotros, entre nosotros. De hecho, I Can Only Imagine está inspirada en una canción que rebasó todas las fronteras de lo religioso colocándose entre los primeros puestos de la música folk y pop.



I Can Only Imagine fue interpretada por primera vez por Bart Millard y su banda cristiana The MercyMe en 1999 aunque no se haría mundialmente famosa hasta 2001.


La canción estaba inspirada en la muerte del padre de Millard y en cómo sería el cielo y tener a Cristo delante una vez fallecido.


Como hemos dicho, la canción dinamitó las previsiones más optimistas, por lo mismo que el film ha dejado con la boca abierta a más de uno, por rebasar fronteras de ideología, fe, credo o religión.


Yo no soy musicólogo y no sé si I Can Only Imagine es una buena o mala canción, solo sé que es agradable de escuchar.


Y algo parecido ocurre con I Can Only Imagine, que es agradable de ver, independientemente de lo que uno crea.


De hecho, el film se ha confeccionado desde un entorno tan cristiano para un público tan católico que nadie vio necesidad de hacer hincapié en ello y tal vez por esto I Can Only Imagine también destaca por encima de otras películas parecidas.


No hay, en la película de los hermanos Erwin, la más mínima intención de convencer a nadie o de demostrar nada. Sencillamente las cosas se dan por supuestas y es a partir de ahí donde comenzamos a discurrir.


Por esto también, los elementos católicos están perfectamente integrados de modo que no chirrían ni resultan forzados, pero al mismo tiempo el que no sienta atracción inicial por este tipo de producciones, resulta también muy fácil que se sienta emocionado por una historia que al fin y al cabo trata sobre un padre y un hijo.


Por lo demás, es cierto que I Can Only Imagine no es una obra maestra, también es verdad que tira un poco de lágrima fácil (tengan los clínex a mano) y siendo honestos, todo parece demasiado limpio, demasiado edulcorado, demasiado hermoso, como para formar parte de un mundo real.


Dicho esto, I Can Only Imagine es una película perfecta para ver en familia, da igual que sean católicos o no, porque sobre todo, como hemos dicho líneas arriba, el film es ante todo una historia sobre un padre y un hijo y también, sobre el perdón.

martes, 10 de julio de 2018

¿Qué es lo más importante para los jóvenes europeos?

Los derechos humanos y la paz son las cuestiones sociales más importantes para los jóvenes europeos.

Esa fue una de las conclusiones de una encuesta para el think tank alemán TUI Stiftung, que tuvo como objetivo medir las actitudes de los jóvenes hacia la Unión Europea en 2018.
El encuestador YouGov interrogó a un total de 6.080 personas de entre 16 y 26 años procedentes de siete países de la UE (Francia, Alemania, Grecia, Italia, Polonia, España y el Reino Unido) sobre diversos temas, incluidos los valores sociales más importantes para ellos.

En general, los derechos humanos y la paz fueron los más importantes, aunque hubo excepciones. Los jóvenes en España y el Reino Unido consideraban la tolerancia más importante que la paz, mientras que en Polonia la seguridad era la principal prioridad.
Imagen: Estadística
El apoyo de la UE aumenta entre los jóvenes
La encuesta también reveló que el apoyo a la UE está aumentando entre los jóvenes en los siete países encuestados, en comparación con los niveles de 2017.
Según el informe, hipotéticamente, si estos países celebraran hoy referéndums nacionales sobre la membresía de la UE, el 71% de los encuestados votaría por quedarse, frente al 61% en 2017.

Curiosamente, el aumento de los "restantes" fue menor en el Reino Unido, que votó por abandonar la UE en 2016, con un aumento de solo cinco puntos porcentuales.
Imagen: Fundación TUI
La proporción de jóvenes que se describen a sí mismos como europeos y ciudadanos de su país también ha aumentado, del 45% en 2017 al 52% en 2018, dice el informe.
Esta tendencia fue particularmente pronunciada en Francia, Italia, España y el Reino Unido.
Los puntos de vista de los jóvenes europeos sobre la relación entre su país y la UE también han cambiado. El informe encontró que en 2018 el 35% creía que su país y la UE se necesitaban por igual, en comparación con el 29% en 2017.
Fuente >>>

lunes, 9 de julio de 2018

La religión como excusa para no afrontar el problema real de la Educación.

Ni la Religión ni la concertada son los grandes problemas de la Educación en España, asolada por otros mucho más graves que se esconden con debates ideológicos inútiles y crispados. 

Lo único que la política no cambia nunca en la educación en España es su carácter agitador y los efectos negativos de todo ello: pese a ser uno de los países que más esfuerzo económico hizo hasta la crisis, con ella y sin ella seguimos apareciendo muy mal clasificados en los ránking de la OCDE que miden la calidad educativa de los países más avanzados del mundo.
El nuevo Ejecutivo pretende ahora darle otra vuelta de tuerca al asunto en la que, por enésima vez, pesa más lo ideológico que lo pedagógico: sin menospreciar un debate razonable sobre el encaje de la Religión en el programa lectivo ni sobre la recreación de una asignatura relativa a los valores cívicos; considerar que esas son las mayores prioridades en este ámbito es una confesión de incapacidad para afrontar el auténtico problema de la Educación en España. 
Y una manera también de esconder esa renuncia en una trifulca ideológica que desatiende las responsabilidades más elementales del Ejecutivo y las sustituye por una bronca pública destinada a movilizar emociones en lugar de a estimular razones.
El abandono escolar, el fracaso educativo, la poco exigente selección de profesores, la debilidad de la FP, la degradación universitaria, las desigualdades autonómicas o la transformación de la educación en una herramienta políticapor parte del nacionalismo son problemas mucho más acuciantes que, sin embargo, nadie se atreve a abordar con la energía necesaria.
Al contrario, cada uno de esos problemas suele tramitarse con un catálogo de mantras que esconden su verdadera naturaleza y los idealizan, convirtiendo incluso en anatema una discusión constructiva, a partir de los datos y los hechos y no de las creencias, sobre las profundas lagunas que exhiben.

La educación necesita un debate profundo y decente, no una riña ideológica y gremial constante que daña a los alumnos y a la sociedad

La OCDE y PISA han mostrado en incontables ocasiones cómo buena parte del esfuerzo económico del Estado en tan crucial materia se agota más en la estructura administrativa que en el usuario: se prioriza la cantidad de facultadessobre la calidad, por poner un ejemplo simbólico, disgregando un esfuerzo colectivo e impidiendo que la Universidad española cumpla el encargo que la sociedad le ha hecho. Algo que los rectores jamás reconocerán en público, pues supondría asumir la necesidad de cambiar por completo el modelo del que viven.

Desde las primeras etapas
Y lo mismo ocurre por abajo, con unos planes de estudio fragmentados, caprichosos y a menudo inútiles que subordinan el aprendizaje natural a la memorización y no enlazan, a menudo, ni con los hábitos ni con la estructura tecnológica con la que ya nacen y se forman las nuevas generaciones.


Si además el sistema de incorporación de profesores ha sido, durante décadas, muy desafortunado, la conclusión es obvia: la educación española no está a la altura de las necesidades del país, y ese debate no puede seguir enterrado en pugnas ideológicas ni consignas políticas ni conflictos gremiales que alejan las soluciones.
La nueva ministra de Educación, Isabel Celáa, ha de dar un paso al frente en ese sentido y asumir, con altura intelectual, la magnitud del reto, pues de él depende el futuro de España y las salidas de toda índole de nuestros jóvenes y niños. Y no es suscitando temas menores, por mucho impacto público que tengan, como se logra ese objetivo.

La concertada no es el problema
Tampoco alimentando la falsa polémica entre la escuela pública y la concertada, pues ésta coexiste y compite en todos los países civilizados con la anterior, haciendo que ambas convivan y compitan en favor de la ciudadanía. Pero si se hace, que se haga con rigor: asumir desde el Estado el servicio que brinda ese modelo educativo tendría un impacto económico en las arcas públicas que, simplemente, es ahora mismo inasumible.
Que pese a ello se lance la especie sólo demuestra la renuncia a abordar la cuestión de fondo y el empeño, una vez, en aplazar una misión que debería estar a la cabeza de las inquietudes del Gobierno. De éste y de cualquiera.

miércoles, 4 de julio de 2018

Enseñanza religiosa vs. Educación religiosa

Invitado: Alfredo Sepúlveda S.

La reciente publicación y lectura de La enseñanza de la religión en europa, me ha suscitado la siguiente reflexión.
El artículo 27 de la Constitución española (CE), dice:
«1. Todos tienen el derecho a la educación. Se reconoce la libertad de enseñanza.
2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales.
3. Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones».
El apartado 3 del citado artículo 27 CE, hay que ponerlo en relación con el 1 y el 2 del mismo artículo: libertad de enseñanza y pleno desarrollo de la personalidad.
Pero todo ello tiene ciertas matizaciones en el mundo jurídico comparado que permiten el cambio del impertérrito colorido blanco-negro habitual, para profundizar en cromatismos intensos y muy variados.
La sentencia de la Corte constitucional italiana de 1 de febrero de 1967, señaló en su momento, que:
Enseñar es «la impartición de conocimientos a los estudiantes en sus diversas ramas del conocimiento, de acuerdo con el impacto intelectual de esas actividades».
Por su parte educar, según la citada sentencia, «es el efecto global final y formativo de la persona en todos sus aspectos», es decir, la formación integral del alumno, desarrollando o perfeccionando las facultades intelectuales y morales del discente.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en su sentencia «Campbell and Cosans contra Reino Unido, de 25 de febrero de 1982»puntualizaba que la educación de los niños es el procedimiento total mediante el cual en cualquier sociedad los adultos inculcan a los más jóvenes sus creencias, hábitos y demás valores, mientras que la enseñanza o la instrucción se refiere especialmente a la transmisión de conocimientos y a la formación intelectual.
Por último (desde un punto de vista cronológico), el Tribunal constitucional español, en su sentencia 133/2010, en su fundamento jurídico séptimo, dice:
« (…) la finalidad que ha sido constitucionalmente atribuida a la educación y al sistema diseñado para el desarrollo de la acción en la que ésta consiste, que “tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales” (art. 27.2 CE).

La educación a la que todos tienen derecho y cuya garantía corresponde a los poderes públicos como tarea propia no se contrae, por tanto, a un proceso de mera transmisión de conocimientos [cfr. art. 2.1 h) LOE], sino que aspira a posibilitar el libre desarrollo de la personalidad y de las capacidades de los alumnos [cfr. art. 2.1 a) LOE] y comprende la formación de ciudadanos responsables llamados a participar en los procesos que se desarrollan en el marco de una sociedad plural [cfr. art. 2.1 d) y k) LOE] en condiciones de igualdad y tolerancia, y con pleno respeto a los derechos y libertades fundamentales del resto de sus miembros [cfr. art. 2.1 b), c) LOE]».
Por tanto y a modo de conclusión, la presencia de la asignatura de Religión en la escuela pública tiene como objeto enseñar la misma y contribuir de ese modo al pleno desarrollo de la personalidad del educando. Pero si lo que pretende es algo más que enseñar y, por el contrario, pretende educar en un «modus vivendi» y transmitir una fe, no podrá sobrevivir en ese espacio porque esta es no es una función que le competa a la escuela pública que, por su carácter laico, no debe proponer modelos de vida inspirados en creencia o ideología alguna.