Si la asignatura de religión desapareciera del currículum escolar o si quedase reducida a una mera anécdota los nuevos españoles serían menos cultos, peor formados y más manipulables. Y esto es así porque el cristianismo “es la base de la civilización”. La frase no es de ningún Papa, sino de Jean Jaurés, histórico socialista francés, fundador del diario L’Humanité.
A pesar de ello, desde Podemos y el PSOE parecen empeñados en acabar con esta materia. Esta misma semana, Pedro Sánchez ya dejó claro que la religión saldría “fuera del horario escolar” puesto que su apuesta sería “por un Estado laico”.
Seis razones por las que la enseñanza de la religión en las aulas es fundamental.
- Lo recoge la Constitución. Más allá de estar a favor o en contra, lo primero que hay que decir es que la propia Constitución Española, en su artículo 27 , ampara el derecho a poder elegir la formación de los hijos de forma libre y según las convicciones de cada uno. En un país de mayoría católica, ofertar la asignatura de religión es por tanto una obligación.
- No es catequesis. No es lo mismo lo que se enseña en una clase de religión que en una catequesis parroquial. En los colegios se habla de Dios y de la Iglesia desde un punto de vista cultural mientras que en la catequesis se enfatiza en la formación personal para llevar a la práctica esa fe. La una no sustituye a la otra.
- Base de la democracia y del Estado de derecho. Sin los conceptos de persona y de libertad -aportaciones del cristianismo- no se pueden entender los derechos humanos. Ni tampoco su plasmación pública en el Estado de Derecho y las constituciones políticas. La separación de Iglesia y Estado no es un invento de la Ilustración, sino del Evangelio: “Dad al César lo que es del César”… El cristianismo ha sido históricamente el garante de la defensa del débil frente a los abusos de las tiranías.
- Sin ella no hay civilización. El cristianismo impregna el pensamiento (Pascal, Tomás de Aquino), la literatura (Shakespeare, Dante, Dostoievski), la música (Bach, Mozart, Beethoven), y hasta la ciencia (Newton) de los últimos dos milenios. De él proceden las universidades. Sin el cristianismo el mundo actual no tiene sentido. Como dice Jaurés en la carta a su hijo “¿qué comprenderías de la historia de Europa y del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer la religión, que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización?”
- El Estado no tiene la última palabra. El derecho a la educación de los hijos es de los padres, no del Estado. Este debe ofrecer a los padres la posibilidad de elegir entre dos opciones (religión y valores éticos) a la hora de matricular a sus hijos. Eso es democracia, pero que se les obligue a escoger lo que el Estado impone porque ha eliminado una de ellas, es totalitarismo. La democracia se enseña en las escuelas desde el primer momento, pero de nada vale si el propio Estado no la practica.
- 3,5 millones de razones. El curso pasado 3,5 millones de alumnos de los 5,5 millones matriculados optaron por la asignatura de religión, es decir, un 63,5% del total. Una mayoría así no se puede despreciar.
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