Tibor Navracsics, ex ministro de Asuntos Exteriores de Hungría, subraya que ahora su papel es coordinar las políticas educativas europeas, no intervenir en la estructura de los contenidos que deciden los países. Aún así, tiene su opinión:
El máximo responsable europeo de Educación, Cultura, Juventud y Deporte ha estado estos días en Madrid durante el Congreso Popular Europeo; además de visitar un centro educativo de la ONCE se ha reunido con el ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo.
—Lleva dos días en España y ya se habrá enterado del debate sobre la asignatura de Religión. ¿Qué opina?
—Como comisario europeo soy un coordinador que no interviene en la estructura de los contenidos. Educación es un área excitante, y muy sensible, con un amplio rango de políticas domésticas. Pero creo que un sistema educativo tiene que ofrecer el derecho a elegir y garantizar a los padres la elección del mejor modo de educar a sus hijos. Tiene que ser un sistema abierto, accesible y libre.
—Habla de sistemas abiertos. La integración de los refugiados sirios en el sistema educativo europeo será un reto. ¿Cómo lo afrontaremos?
—Por un lado hay que dar apoyo a los países que están afrontando la primera oleada de refugiados, como está ocurriendo en Turquía, Jordania o Líbano, cuyos sistemas educativos están sufriendo una enorme presión, y también resolver dentro de Europa la integración social. Por el momento no sabemos el número exacto de esas personas. En conjunto son cerca de 160.000, pero muchos querrán volver a su país. Tenemos que agilizar entre los países el intercambio de propuestas, como la de España de crear redes de colaboración entre Gobierno central, ayuntamientos, colegios y universidades.
—¿Puede la Educación ser una herramienta contra la radicalización?
—Seguro. Hay que inculcar valores desde las guarderías. Y los profesores son la llave de este proceso de socialización democrátizante. Ellos son los primeros en advertir si un joven está siendo radicalizado. Pueden encender la primera señal de alarma.
—Respecto al empleo juvenil. ¿Cómo se puede mejorar desde las aulas?
—Enseñando habilidades técnicas, además de las enseñanzas tradicionales. Tenemos el modelo de Alemania y de Austria, con una Formación Profesional Dual en la que teoría y práctica van de la mano y dan buenos resultados. La mayoría de países que han introducido reformas en su FP en este sentido, como España, están mejorando. Pero para ello debemos enseñar a los profesores nuevas tecnologías y habilidades digitales. La educación de hoy es la competitividad de mañana.
—20 millones de jóvenes ni estudian ni trabajan en la UE, y a la cabeza está España. ¿Cómo lo solucionamos?
—Cada país es diferente y las raíces de este problema de los «ninis» están muy vinculadas a la crisis vivida. Ahora, estamos saliendo del túnel y el siguiente paso es solucionar el desempleo juvenil. Reformar la FP es un ejercicio que hay que hacer obligatoriamente, aunque sus resultados no se verán hasta dentro de unos años.
—¿Y el abandono escolar temprano?
—Las primeras etapas de la Educación son cruciales. Hay que potenciarlas para rebajar esos índices, igual que hay que apostar por una mejor Formación Profesional.
—¿Habrá que invertir entonces más en Educación?
—Es un objetivo prioritario. Queremos conseguir más dinero para nuevas inversiones en Educación. Mientras que el porcentaje que se invierte en la UE en promedio es del 5,3%, en países como China, Brasil, Sudáfrica o Nueva Zelanda está en el 6%. Europa está perdiendo su ventaja competitiva. Hay que atraer inversión privada a la Educación, lo que no quiere decir que haya que privatizarla sino implicar a las empresas.
—Otra de las estrategias de su departamento es la diplomacia cultural. ¿En qué consiste?
—Europa no tiene un Ejército común. Pero tiene una gran herencia cultural y una potente educación superior. Es nuestro «soft power» (poder blando). Podemos usar la cultura para tender puentes entre países, para incrementar nuestro papel como actor político. El problema es que a veces los intereses nacionales fragmentan ese objetivo. La solución pasa por identificar puntos europeos de encuentro. Y los hay. Tenemos héroes europeos, como Cervantes. No se crean que es algo exclusivamente suyo. En todas las escuelas de Hungría o de Suecia, por ejemplo, se estudia a Cervantes, y también a Unamuno o a Ortega y Gasset. ¡Son héroes europeos!
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