La propuesta de programa electoral del Partido Socialista, vuelve por el camino de siempre y la toma con la Iglesia Católica, con los impuestos que pagan o no pagan los edificios dedicados al culto, a la beneficencia o a residencias y conventos y a denunciar los acuerdos con la Santa Sede, todo en aras de un pretendido cumplimiento de la Constitución.
Naturalmente, y como era de esperar, la enseñanza de la religión ocupa un lugar preferente en ese pretendido programa y, aún sin aclarar si la prohibición de la asignatura abarca los colegios privados, queda meridianamente clara en los enunciados, que hasta ahora se conocen, la intención de atacar directamente a la religión católica y hacerlo en la persona y en las mentes de los más indefensos que son los más pequeños.
Con independencia de los argumentos que se han aducido para poner en tela de juicio la idoneidad de la medida, argumentos culturales, políticos, religiosos, éticos y hasta de carácter internacional, la realidad -y lo más grave de lo que pretenden los socialistas- es que se trata de un ataque frontal a la libertad de los ciudadanos.
Lo que se está jugando en el envite, en la radicalidad de las intenciones de los políticos socialistas, es la libertad de los padres para elegir el cómo, el cuándo, el dónde y el qué de la educación y de la formación de sus hijos. Un derecho que la Constitución establece y ampara como fundamental y que está por encima de cualquier pretensión política, del oportunismo electoral o de una inquina trasnochada y pasada de moda.
Se pueden exhibir toda clase de argumentos, de razones y de contrapropuestas al programa socialista en materia religiosa pero, en lo que a la enseñanza se refiere, que nadie olvide que, independientemente de las creencias de cada uno, lo que nos estamos jugando es la libertad en una de sus facetas de más trascendencia y por tanto más grave.
Las libertades no se conceden. La libertad de los padres a decidir la enseñanza que quieren para sus hijos, no les viene dada por ningún sistema político, por ningún programa electoral, por una mayoría parlamentaria y ni siquiera por unos acuerdos con la Santa Sede. Las libertades se tienen por el sólo hecho de nacer y, en este caso, por la simple razón de haber traído un ser humano al mundo.
No sería bueno y se prestaría a confusión que, perdidos en los argumentos en pro o en contra de la propuesta de un programa electoral y la discusión en torno a la enseñanza de la religión, se olvidara que lo que está en juego es nada más y nada menos que la libertad de los individuos, en este caso de los padres. >>>
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