domingo, 26 de julio de 2015

La exaltación de la función memorística del cerebro debe morir

Invitado: Enrique Dans.

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Durante muchísimas generaciones, la inteligencia era algo que se relacionaba de manera muy intensa con la función memorística. Los procesos de aprendizaje tenían como objetivo la memorización intensiva: el colegio, la carrera o la oposición consistían fundamentalmente en ser capaces de llevar a una persona a retener en su cerebro una serie de datos, que posteriormente debían escribir o recitar en un examen. Una oposición, como revela el comentario que inspira esta entrada, llevaba aparejado un componente de prestigio social, derivado de la capacidad del opositor para pasarse años memorizando textos. La inteligencia tenía un elevado componente enciclopédico, un “hay que ver lo que sabe Fulanito”, “la de cosas que ha sido capaz de memorizar”.
Obviamente, este modelo de inteligencia tenía sus limitaciones: ni el opositor más avezado era capaz de recordar la inmensa mayoría de los artículos pasado un cierto tiempo sin utilizarlos, de manera que la adquisición de la plaza se relacionaba no tanto con las habilidades del opositor para desempeñarla como por su capacidad para memorizar y plasmar en un papel en blanco o repetir como un loro ante un tribunal los artículos correspondientes. Tratar de entenderlos, de razonarlos o de relacionarlos entre sí era secundario: lo importante era el proceso de memorización.
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Parece una exageración, pero esa es la mentalidad: estudia, memoriza, suéltalo en un examen… y ya está. Ya eres “oficialmente inteligente”. Si fuiste tan disciplinado como para ser capaz de sacar tu oposición a los veinticuatro años, tu inteligencia podía alcanzar el rango de mítica. Miles de personas están en sus puestos de trabajo porque fueron capaces de pasar por ese trámite: memorizar y repetir como loros.
¿Realmente, en plena era internet, debemos seguir incentivando, premiando y considerando ejemplar el desarrollo de esa habilidad? En el mundo actual, las habilidades que denotan inteligencia tienen mucho más que ver con la capacidad de relacionar conceptos, de entender lo que se dice, o de saber encontrar rápidamente la información necesaria en cada momento. El talento enciclopédico puede ser interesante, pero se desarrolla fundamentalmente mediante el manejo reiterativo de la información, no tanto por su memorización como tal.
La habilidad de memorizar conocimientos era esencial en un mundo en el que el acceso a la información era escaso. Si no se memorizaba, había que acceder a un libro, que podía estar en una biblioteca lejana, para poder utilizar esa información. En el mundo actual, toda la información está a uno o dos clics de ratón. ¿Debemos seguir incentivando una habilidad cuyo desarrollo ya raya prácticamente lo circense, pero que no supone una ventaja de cara al desempeño de prácticamente ningún trabajo? Si no me equivoco, la capacidad de seguir rastros de animales y cazarlos ya no representa una habilidad que la sociedad invierta demasiado en desarrollar, ni una fuente de prestigio social importante – o al menos, no tanto como lo fue en la sociedad paleolítica. Saber cultivar la tierra fue importantísimo en el Neolítico, pero no tanto hoy en día, o al menos, no al mismo nivel.
¿No deberíamos empezar a transicionar desde esos arraigadísimos modelos basados en la memorística, hacia modelos de inteligencia más transaccional, más lógica, más de desarrollo del sentido común? En los procesos educativos, esa transición se está produciendo, aunque con desesperante lentitud, con la excepción de las escuelas de negocio, en las que mayoritariamente constituye norma de fe (para pasmo de otros entornos tradicionales, que intentan infructuosamente “que les pasen los apuntes”… apuntes que, por supuesto, son inexistentes).
¿Dónde está la ventaja, en el mundo actual, de tener un cerebro enciclopédico y una capacidad de retención memorística extraordinaria? Más allá del ampliamente establecido cliché social, ¿realmente aporta tanto el que una persona haya sido capaz de memorizar un montón de datos para posteriormente repetirlos como un loro ante un tribunal? ¿No deberíamos empezar a pensar en cambiar de etapa, y considerar la exaltación de esa función memorística por principio como una característica propia del pasado, de una sociedad pre-internet?
This article is also available in English in my Medium page, “Enough of this memorizing schtick already!

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