Segunda parte del diálogo con María Marta Mainetti, quien responde a interrogantes para comprender a fondo el machismo y sus consecuencias.
Si bien una cierta cultura dominante se presenta como muy "progre", en muchos aspectos de la moral social y sexual, sigue utilizando la figura femenina como elemento erótico, una suerte de "cosificación" del cuerpo de la mujer en todos los aspectos de la vida, desde la publicidad de un perfume a la de fideos. Se diría que eso contrasta con una actitud "progre"...
Yo diría que lo “progre” no es siempre dominante, sino que muchas veces es contrahegemónico, porque trata de transformar, de buscar un progreso basado en la igualdad y libertad, encontrándose en el camino con obstáculos y resistencias de ideologías más conservadoras.
Por ejemplo, el feminismo es un movimiento que más allá de todas sus variedades, podemos considerarlo “progre”, sin embargo hay gente que se opone a él porque piensa que es simplemente lo contrario al machismo y no entienden que mientras este último favorece una dominación, el feminismo promueve la igualdad.
Más bien creo que la cosificación de la mujer, el considerarla un objeto sexual, etc., es fruto de una cultura materialista y consumista, que necesita de hombres que al consumir ese objeto se sientan más hombres. En definitiva, reproducen el modelo de “macho” tradicional que estamos cuestionando.
Como consecuencia de esta mentalidad, muchas veces se culpabiliza a una mujer violada o asesinada, porque “estaba vestida de tal manera”. Eso es muy injusto, nadie se merece ser juzgado por la forma de vestirse y mucho menos ser víctima de un delito por tal motivo. Creo que hay que sacar la idea de la cabeza de que los hombres son víctimas de la provocación de las mujeres. Somos personas y no animales, tenemos que aprender a controlar instintos y no a justificarlos.
¿Cuál puede ser el antídoto para la cultura machista?
Creo que es un problema muy complejo que hay que abordar desde diferentes perspectivas: legales, sociales, culturales y de hecho es lo que se está haciendo. De todas maneras, hace muy poco que se ha comenzado a visibilizar la violencia de género y el machismo como un problema, siendo sin embargo un fenómeno tan antiguo.
Sólo a partir de los años 90, comienza a tratarse desde los derechos humanos, con la Declaración de Naciones Unidas sobre la eliminación de la violencia contra la mujer y la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer (1994) o la Conferencia Mundial de Mujeres de Beijing (1995), hitos fundamentales, que influyeron en la consideración del tema por parte de los Estados.
Sin duda, hay cuestiones urgentes que deben abordarse desde lo jurídico-político, para evitar la violencia y los femicidios. Pero luego está el trabajo a largo plazo para eliminar de raíz el problema, es decir, derribar el machismo y para esto es necesario el antídoto social y cultural que permita además de visibilizar el tema, generar espacios de diálogo, de concientización y de reclamo.
La masiva marcha “Ni una menos” del pasado 3 de junio, en la que participaron hombres, mujeres, niños, jóvenes, ancianos, fue un evento muy significativo en este sentido, muestra de una sensibilidad que crece, de un cambio que empieza a echar raíces.
Familia y escuela: ¿serán éstas las dos herramientas principales para erradicar esta mentalidad?
En este trabajo a largo plazo, familia y escuela son claves, ya que sin duda constituyen las herramientas más importantes de transformación cultural y de formación en valores. Y no nos olvidemos de los medios de comunicación que ejercen a veces más influencia que la familia y la escuela en la transmisión de lo que se establece como normal, bueno o esperable.
Creo que además de transmitir la igualdad de género a través del ejemplo, las actitudes y los mensajes de todo tipo, también es fundamental educar en una mirada crítica que cuestione esas prácticas machistas que todavía persisten, a veces muy visibles y otras casi imperceptibles, pero no por eso menos peligrosas, porque penetran en la mentalidad de la gente. Hablar de estos temas en casa, en la escuela, en la universidad, sin dar nada por sabido es fundamental para formar verdaderos ciudadanos, dispuestos a respetarse, a tratarse bien, a cuidarse y a ser constructores de igualdad.
Artículo originalmente publicado por Ciudad Nueva
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