Existen más de 25 millones de niños desplazados y refugiados en el mundo y 230 millones de menores conviven en zonas de conflicto. Una gran parte de ellos están privados de educación y de la posibilidad de jugar sin miedo a la violencia
«Mis hijos lo han pasado muy mal», dice Shara Khweldi, libia refugiada en España. Salió de su país huyendo de la guerra civil y la violencia. Temía por la vida de sus dos hijos, Nour, de 13 años, y Ahmed, de 14. Ahmed fue atacado en pleno día junto con un amigo al que robaron el móvil a punta de pistola. Nour se vio obligada a ponerse velo. Después tuvieron que recluirse en casa. «Mis hijos vivían angustiados y sufrían pesadillas», contaba el martes Shara durante una rueda de prensa en Madrid, organizada por la ONG jesuita Entreculturas en vísperas del Día Mundial de las Personas Refugiadas y Desplazadas, que se celebra el sábado, 20 de junio.
Un día en el que salieron los tres a por combustible en el coche de Shara, una milicia los paró. «Temí que nos secuestraran», dijo la madre. Sacaron al niño del coche para interrogarle. En ese momento, un misil cayó demasiado cerca. Los milicianos soltaron al chico e instaron a su madre a apartarle de la influencia de Occidente. «El motivo fue que tenía en el móvil una foto de un cantante americano». También le dijeron que Ahmed tenía edad suficiente para alistarse en las milicias.
«Ese día tomé la decisión de irnos», afirmó Shara. Y lo consiguió. Desde España, reconoce ahora haber «tenido mucha suerte», pero hay miles de personas que aún viven el drama de la guerra en su país.
NoLand: Sin tierra
Entreculturas lanzó el martes la campaña NoLand, Derecho a jugar sin jugarse la vida, donde pone de manifiesto la situación de precariedad en la que viven 230 millones de niños y niñas a consecuencia de la guerra. Éstos son privados de su derecho a jugar libremente y de tener una educación. «Muchos no han conocido otra realidad en sus vidas que la de las zonas de desplazamiento y campos de refugiados», explica Raquel Abad, responsable de proyectos de África del Oeste y Oriente Medio de Entreculturas.
La precariedad económica, el miedo a que los niños salgan a la calle y la destrucción de infraestructuras hacen que «un 36% de los menores refugiados o desplazados no vayan a clase». En países árabes como Siria, Iraq o Yemen se alcanza el 87% de niños refugiados sin acceso a la escuela.
Líbano ha acogido a cientos de miles de sirios que llegan a sus fronteras huyendo de la violencia. Este país, de 4,5 millones de habitantes, cuenta con 1,5 millones de refugiados, más los que llegan cada día. «Esto quiere decir que uno de cada tres habitantes es un refugiado», explica Andrea Zard, responsable del proyecto de educación y asistencia a familias refugiadas sirias en Bourj Hammoud, Beirut.
La situación política y económica de este país es bastante frágil, y la violencia de Siria ha llegado también a sus fronteras. Las familias tratan de crear un ambiente de normalidad para sus hijos. Muchas de ellas han llegado con lo puesto y apenas tienen recursos, por lo que necesitan ayuda de la comunidad que los acoge. «No es fácil ser un niño refugiado en Líbano ya que son discriminados y maltratados», cuenta Andrea Zard.
El Servicio Jesuita de Ayuda al Refugiado, junto a Entreculturas, ha abierto escuelas para que, en cuestión de seis meses, sus alumnos sirios cuenten con la formación adecuada para asistir a las escuelas en Líbano. Les ofrecen, explica Zard, «un lugar donde se sienten seguros, donde ven que sus sueños pueden hacerse realidad».
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