Cuando el profesor Richard Gerver entró de improviso en la habitación de su hijo y lo encontró jugando fútbol con la Xbox y hablando online con su contrincante ruso… ¡en ruso!, además de quedarse atónito —nadie le había mandado al chico estudiar el idioma, sino que lo había hecho por iniciativa personal—, reforzó su apreciación de que el modelo educativo necesita cambios, transformaciones que tengan en cuenta los intereses y motivaciones reales del alumno. Muchos programas de estudio vienen por lo regular dictados desde arriba y a menudo divorciados de las expectativas y preferencias de los estudiantes.
Años atrás, Gerver se hizo cargo de la escuela británica Grange Primary School, que era un nido de desánimo y malas notas. Allí, Gerver tuvo oportunidad, como director, de concretar un modelo de mayor libertad de iniciativa, y le sonrió el éxito. Hoy, como aclamado conferenciante, recorre el mundo ofreciendo ideas pedagógicas. Así llegó a Madrid, donde acaba de participar en el Congreso Innovar es crecer y de compartir sus experiencias, también con Aceprensa.
— Hablemos del profesorado, Mr. Gerver. ¿Cómo hacer para que los estudiantes que cuentan con un mayor índice académico encuentren atractivo e inspirador estudiar la carrera de Magisterio?
— La enseñanza tiene que ser vista como la ocupación vital y extraordinaria que realmente es. Necesitamos desarrollar el perfil de los profesores, así como el respeto a estos por parte de los medios de comunicación. Tienen que ser tratados como profesionales. En cuanto a los políticos, necesitan no solo respetar a los maestros, sino darles la libertad de usar su experiencia y conocimientos.
Si queremos que la profesión sea capaz de transformaciones, necesitamos gente muy cualificada, dinámica, los más brillantes, que no tienen que ser necesariamente los de mayor índice académico. Nos hace falta gente muy creativa y emprendedora, pero en muchos países no estamos consiguiendo atraer a este tipo de personas a la enseñanza, y no me sorprende: si tenemos 17, 18 años, y estamos pensando ya en elegir una profesión, será una que sea respetada, que nos dé libertad y responsabilidad para hacer cosas interesantes e innovadoras, y si se paga bien, mejor. Pero cuando hablas a los estudiantes sobre el magisterio, me da la sensación de que no piensan en ninguna de estas cosas.
En un artículo que publiqué hace dos años sobre este tema, dije que la docencia tiene que convertirse en el nuevo rock’n roll. Me gustaría que los chicos, cuando miren a sus maestros, los vean como estrellas de rock’n roll: creativos, dinámicos, interesantes, incluso un poco peligrosos. Sería positivo que miraran a sus profesores y se dijeran: ‘Si no me puedo convertir en Cristiano Ronaldo, quiero ser profesor’.
Para conseguirlo necesitamos que la gente respete a los maestros, pues son personas muy importantes. En Finlandia, por ejemplo, es la profesión más respetada. Allí los maestros tienen libertad de desarrollar sus propios sistemas, no dependen de los políticos, y tienen salarios de alto nivel, comparables a los que se reciben en otras industrias y negocios en el país.
— Según ha señalado usted, los maestros tienen que cambiar su papel en el aula, y dejar de ser los “jefes” para convertirse en los “guías”. ¿Qué riesgos conllevaría esta “conversión” en términos, por ejemplo, de disciplina, tomando en cuenta el carácter retador de la psicología adolescente?
— Los grandes profesores siempre ha actuado inspirando a los chicos, manteniendo altas las expectativas y confiando en los estudiantes. Una vez que estén inspirados, ¡aprenderán! El profesor más débil es aquel que necesita amenazar y castigar. No se puede, sin embargo, cambiar métodos de la noche a la mañana. Como con todo cambio, el proceso tiene que ser gradual, pero siempre enfocado en que los chicos se desarrollen como estudiantes independientes y responsables.
El error que tenemos que evitar es creer que, chasqueando simplemente los dedos, el sistema va a cambiar. Lleva tiempo reeducar el modo de pensar y comportarse, tanto de profesores como de alumnos. Si se consigue, con tiempo, que alumnos y profesores entiendan los nuevos métodos, se puede llegar a una transformación rápida y potente.
— En una escuela sin exámenes –como entiendo que usted propone–, y conocida la diversidad de tendencias en un grupo de estudiantes –hay unos que adoran las matemáticas y rechazan la literatura, y viceversa–, ¿cómo pueden los profesores evaluar adecuadamente los progresos de los alumnos, sin sentirse abrumados?
— Pienso que no deberíamos únicamente evaluar lo que es fácil de someter a una prueba. Una verdadera evaluación no es solo un examen: es un proceso rico y combinado que puede incluir a los exámenes, pero que tiene que involucrar el componente de la observación, la discusión y la interacción en grupo. El asunto verdaderamente crucial es qué queremos hacer para que nuestros chicos parezcan seres humanos cuando terminen la escuela; cuáles serán sus comportamientos, actitudes, atributos y habilidades. Si podemos generar una comprensión explícita de esto, podemos hacer que las escuelas se responsabilicen de llevarlo adelante. La autoconfianza y la colaboración no pueden medirse a través de exámenes, pero sí evaluarse mediante otros métodos.
— A propósito de la necesidad de la escuela, aunque la sociedad solo reconoce los títulos emitidos por las instituciones del sistema educativo, hay un pequeño pero creciente número de padres que rechazan enviar a sus hijos a la escuela y prefieren enseñarles conocimientos y habilidades en casa. ¿Es aconsejable?
— El incremento del home schooling es precisamente un signo de la creciente insatisfacción con el sistema tradicional. Cada vez más a menudo, los padres rechazan que se trate a sus hijos como animales en una granja industrial intensiva. Quieren que las habilidades e intereses de sus chicos sean valorados y potenciados. Mi única reserva frente a esta variante es la experiencia vital de que en la escuela los chicos se mezclan con personas con todo un rango de vivencias y bagajes, con habilidades sociales y colaborativas, algo que los ambientes educativos de home schooling tienen que reconocer y desarrollar. Mi sueño, sin embargo, sería que las escuelas fueran vistas como potentes centros de desarrollo humano, con lo que la otra variante sería considerada innecesaria.
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