jueves, 12 de febrero de 2009

Libro: FERNANDO IWASAKI: REPUBLICANOS. CUANDO DEJAMOS DE SER REALISTAS

Invitado: Fernando Díaz Villanueva

Hispanos e hispanoamericanos, dos caras de una misma moneda condenadas no sólo a entenderse sino a ser, en esencia y muchas veces contra su voluntad, casi la misma cosa. Y no porque los de un lado y los del otro lo deseemos –que normalmente ha ocurrido lo contrario–, sino porque Hispanidad sólo hay una, aunque llevemos casi doscientos años empeñados en ignorarla, fragmentándola de paso en pedazos cada vez más pequeños.
Esa fragmentación ya secular nos ha llevado a dividir y aprehender lo hispano en compartimentos estancos, a los que se les ha dado carta de naturaleza propia, como si su relación con el todo fuera meramente accidental y, por lo general, motivo de vergüenza. La realidad, sin embargo, termina por imponerse, y, de tantos siglos dándonos codazos los unos a los otros, hemos parido una cultura –y una manera de entender el mundo– con un inconfundible aroma de familia. La historia compartida, que es extremadamente larga, ha hecho mucho, pero lo hispano no es cosa del ayer sino del hoy y, sobre todo, del mañana, porque esta familia nuestra, la hispana, bullente de vida y contradicciones, es como un ser vivo, testarudo y desmadrado, que tropieza siempre con la misma piedra pero se empecina en seguir adelante.
 
No es posible entender Hispanoamérica sin España, madre (o madrastra) nutricia, cuyas miserias y grandezas transmitió a su numerosa camada de hijos (o hijastros) malcriados del otro lado del Charco. Las diferencias existen, claro está. Raro sería que no existiesen, con tantos miles de kilómetros de distancia, pero son siempre menores a los parecidos, esos rasgos de familia mal avenida que nos delatan como hispanos.
 
Pero tampoco puede entenderse España sin Hispanoamérica. La una hizo a la otra y la otra a la una. El Descubrimiento, la Conquista y todo lo que vino después nos encadenaron para siempre. Primero por activa y luego por pasiva, pero siempre ignorándose, especialmente en lo que toca a los naturales de la Península Ibérica, hispanos autistas, varados en el rincón de un continente que, aunque quieran creer lo contrario, les es bastante ajeno.

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