El premiado más significativo de los Goya no subió a por su cabezón y no por voluntad propia. Se llamaba Rafael Azcona y tuvo que excusar su asistencia porque está muerto. Codornicesca situación para el rey del humor negro español.
Significativo porque Azcona, galardonado a título póstumo por el guión adaptado de Los girasoles ciegos, es el mismo guionista que, desde las películas de Berlanga, fue un ariete burlón y corrosivo del franquismo.
El autor de El verdugo, la más certera crítica contra la pena de muerte y por elevación contra dictadores, gobernadores civiles y comisarios políticos, aparece póstumamente en una gala, donde se han cambiado las tornas y es el cine quien se somete al poder.
Veamos:
Las dos favoritas que se disputaban el cabezón eran dos obras zapateriles, dos pelis del establishment, criadas a sus pechos y sostenidas no por sus calidades intrínsecas sino por su calado político-mediático.
Por un lado, Los girasoles ciegos, rayada vuelta de manivela a la Memoria Histórica, dirigida por José Luis Cuerda, uno de los titiriteros de Zp, coautor del famoso video panfletario Nohaymotivo,; que pidió expresamente el voto para Zapatero en las elecciones de 2008 y que ha sabido sacar tajada económica personal de la devolución de favores políticos.
Por otro, Camino, que es la que ha vencido, obteniendo seis cabezones. Si le quitas el morbo que generaba, el ataque al cristianismo y la manipulación morbosa de la historia de una niña enferma, no se hubiera comido un colín. Pero dar caña a la Iglesia es otra consigna laicista del establishment zapateríl. Y Fesser ha sido fiel correa de transmisión de la consigna política.
Por si fuera poco, ha intervenido el productor, Jaume Roures, el Ciudadano Kane de Zapatero, el dueño de Mediapro y la Sexta, con unos planteamientos ideológicos muy concretos (”no trabajo, milito” dijo en una reveladora entrevista reciente).
Y, como reveló este periódico digital, no ha dudado a presionar a los miembros de la Academia, con un despliegue propagandístico para que dieran su voto a Camino. Como hacían los gobernadores civiles y los prohombres en el franquismo.
El cine (y el buen teatro) están para agitar las aguas, para denunciar las poltronas, para zaherir al poder, para convertirse en chinas incómodas en el zapato de los políticos. Como ocurría con las sátiras de Rafael Azcona. En 2008 parece que es justo al revés. El celuloide patrio está al servicio de los que mandan.
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