miércoles, 26 de junio de 2019

Menú de verano

Que no se trata de la 'rubia de verano' (gaseosa y vino tinto), ni de la paella playera o el bocata del turista. Llega el tiempo de verano, cuando cambia la actividad, cuando las ciudades se vacían un poco y se llenan las costas. Cuando las vacaciones (al menos ahora son en España) imponen un ritmo más tranquilo. También este tiempo puede tener sus acentos en la relación con Dios y los otros. Ofrecemos en nuestra 'carta' una degustación muy interesante.

De primero, descanso
Pues sí, parece que uno termina junio, y el curso, un poco acelerado. Por los exámenes, por el desgaste del curso, porque los meses de trabajo han ido siendo intensos… y por eso hace falta descansar un poco. Dormir más, vivir un poco más despacio, mirar el reloj menos a menudo, prescindir de agendas. Cada quién sabemos qué es lo que nos descansa (hay maratones turísticos que para uno son muy relajantes y a otro le resultarían inaguantables, por ejemplo).

Pero, sea lo que sea, no descansar 'de' Dios, sino 'con' Dios. Dejarle que «venga conmigo», ser consciente de su presencia en mi vida, también en este tiempo de reposo.

¿Siento que Dios es parte de mi descanso, de mi verano, o se queda como presencia sólo en mis rutinas?


Parar

No poner precio al tiempo.

Sentarse a la sombra,

que la semilla sembrada igual crece.

Ir de paseo sin mapa.

Perder los minutos

sin querer recuperarlos.

Reír con ganas.

Llorar sin amargor.

Cantar sin eco.

Orar sin convenio,

con deseo.

Charlotear,

o hablar de dentro

Cuidar la imaginación

y recorrer en ella el mundo.

Recostarse, y aquietar

para alzarse nuevo.

José M. R. Olaizola

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