miércoles, 31 de diciembre de 2008

Cáritas denuncia la matanza de al menos 400 personas en el Congo

Cáritas ha denunciado una masacre perpetrada el día de Navidad en la República Democrática del Congo por los rebeldes ugandeses del LRA (Lord´s Resistence Army) en las localidades de Faradje, Duru y Doruma, que deja tras de sí un saldo provisional de más de 400 personas asesinadas.

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"Todo comenzó en la tarde del jueves 25 de diciembre", asegura el director de Cáritas de Dungu-Doruma, Côme Mbolingaba. Mientras asistían a un concierto en la parroquia católica, "los vecinos de la localidad de Faradje fueron sorprendidos por una incursión de tropas rebeldes ugandesas del LRA, que irrumpieron en el templo y asesinaron a decenas de personas, antes de abandonar el lugar en torno a las siete y media de la tarde", explica Mbolingaba.

Al menos 150 personas perdieron la vida en Faradje y varios heridos fueron trasladados en avión para recibir atención médica en las ciudades de Dungu y Bunia.

Simultáneamente, se produjeron otros ataques en Duru, donde los rebeldes asesinaron al menos a 75 civiles e incendiaron la parroquia y en Doruma y Gurba, donde asesinaron a otras 213 personas.

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miércoles, 24 de diciembre de 2008

¿Es usted cristiano? Salga del armario y sea feliz, hombre, es Navidad

Invitado: Federico Quevedo.
Para quienes creemos que hace poco más de dos mil años Dios se hizo hombre y nació de Santa María Virgen en un pobre portal en Belén, que allí fueron a adorarlo, primero los pastores enviados por ángeles, hombres humildes y tan pobres como el propio Niño que adormecía en una cuna de paja y heno, y después Reyes venidos de muy lejos, guiados por una estrella, a los que hoy llamamos Magos, estos son días de inmensa alegría, de enorme felicidad. Lo expresamos con cánticos –villancicos- y adornando nuestras casas con belenes que recuerdan aquel momento que cambió la historia de la humanidad. Engalanamos puertas y ventanas con un único motivo: recibir, de nuevo, al Niño en nuestras vidas y agradecerle que cada año vuelva a nacer en nuestros corazones. Nos sentimos mejor, nos volvemos más generosos, deseamos a todo el mundo una Feliz Navidad porque, en el fondo, sabemos que no hay nada mejor que la alegría de la Fe. Hay, sin embargo, a quien le molesta esta expresión de felicidad, y parece que en los últimos tiempos sentir todo esto que acabo de describir es motivo de escarnio y razón para que quien lo siente deba esconderse detrás de una falsa careta de celebración de una Navidad pagana.

Un error. Lo peor que puede hacer un cristiano es esconderse, porque entonces estará siendo desleal con el mensaje que aquel gesto de amor infinito hacia los hombres nos transmitió durante generaciones: un mensaje de respeto a los demás, de tolerancia, de libertad de elección, pero también de convicción en la fe, de seguridad en nuestras creencias. Dar un paso atrás, dejar de defender y de explicar la razón última de la celebración de la Navidad, supone ceder terreno ante los enemigos, no ya de Dios o de la religión, sino ante los enemigos de la propia esencia del ser humano, de su condición de hombre libre. La Navidad es la expresión máxima de la tradición cristiana que ha hecho de nuestra civilización la más avanzada, la más libre, la más igualitaria y la más tolerante. Sin ese espíritu que invade todos los años nuestras casas y nuestras calles el mundo sería, seguramente, mucho más horrible de lo que ya es. Por eso
la Navidad trasciende la pura celebración cristiana del nacimiento de Cristo y se convierte en todo un símbolo de nuestra propia liberación como hombres de la esclavitud de lo que los cristianos llamamos pecado y que quienes no tengan fe pueden, sencillamente, vincular a la malicia innata al ser humano. 

La Navidad nos arranca lo mejor de nosotros mismos, y eso no se produce porque encendamos las luces de un árbol o colguemos hojas de muérdago del techo. Ni porque las calles y los centros comerciales se llenen de santas vestidos de rojo y barba blanca, icono producto de una conocida marca de refrescos. Ni porque se juegue la lotería, ni porque las casas se llenen de regalos, ni porque lo diga la propaganda de unos grandes almacenes. La Navidad nos arranca lo mejor de nosotros mismos porque ese fue el fin último del gesto de amor que Dios hizo hacia los hombres, y seamos católicos, protestantes, ateos, agnósticos, de izquierdas, de derechas, de centro, curas, laicos, jóvenes o viejos, al final nos sentimos arrastrados por ese espíritu, y se nos llenan los ojos de lágrimas con cada recuerdo de un ser querido que nos falta, y la boca de sonrisas con cada niño al que vemos extasiado ante la imagen de los Reyes a su paso en la Cabalgata que antecede a esa noche mágica. ¿Quién puede negarle a un niño la ilusión de creer que, en efecto, Melchor, Gaspar y Baltasar allanarán su morada para dejarle a los pies del árbol o del Belén, al lado de su zapato, esos regalos que con tanta ansiedad lleva esperando desde hace meses?

Independientemente de que creamos o no, de que tengamos fe o seamos agnósticos, lo cierto es que
la tradición cristiana ha inundado nuestras vidas desde hace siglos, y las ha condicionado para bien, pues al margen de muchos errores que en nombre de la Cristiandad se puedan haber cometido, el balance final, la herencia de tanta fe durante tantos siglos es una sociedad abierta, tolerante, libre…, pero que sin embargo corre el riesgo de olvidar de donde viene esa fuerza que nos ha hecho así, y caer en las trampas de los enemigos de la libertad que, curiosamente, coinciden con los enemigos de la cultura cristiana. Ser cristiano, hoy, conlleva la obligación de hacer profesión de fe y dar ejemplo de convivencia en tolerancia y libertad, pero sin dejar que nadie pisotee ni merme nuestro derecho a celebrar lo que tanto bien ha aportado a la humanidad. Sin imponer a nadie nada, sin obligar a nadie a nada, respetando a quienes no quieran celebrar estas fiestas o solo vea en ellas una invitación pagana al consumismo, pero dejando claro que detrás de cada “feliz Navidad” que salga de nuestros labios hay una invitación sincera a ser felices por lo mucho que la Navidad ha supuesto para nuestras vidas. Por eso yo les deseo a todos ustedes, amables lectores
, una muy Feliz Navidad.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Cuando el Ministerio es verdadero Servicio

Invitado: Eduardo González Viaña (Escritor)

El padre Fernando celebra en estos días (20 de diciembre) cincuenta años como sacerdote, cuarenta y cinco de los cuales los ha pasado en Chepén. Durante todo ese tiempo, su cristianismo ha consistido –como el de la Madre Teresa de Calcuta- en animar a la gente a realizar obras de amor, y asumir eso como la mejor manera de acercarse a Dios.

Santo y rebelde- comprometido con los pobres- el cura de Chepén entendió siempre
que la pobreza es un mal diabólico y, además, el resultado de la opresión de algunos individuos sobre otros. Por eso, muchas veces le oímos decir que la pobreza, que deshumaniza al ser humano, es una ofensa contra el cielo. Trabajar para abolir la pobreza- añadía- es trabajar por el Reino de Dios. (...)

No se quedó en las palabras. Cuando comenzó su ministerio, los chepenanos lo vieron alzando adobes y colocándolos uno encima del otro para dar el ejemplo a los grupos de familias que ansiaban tener una escuela, una panadería o una radio de propiedad comunitaria. Bien puede decirse que los doce comedores parroquiales –que ahora existen-han sido levantados por el padre Fernando con sus propias manos.

Chepén es la ciudad más grande del valle del río Jequetepeque. A pesar de que la región abastece tradicionalmente de arroz a todo el Perú, nueve de cada diez jóvenes estaban entonces condenados – por sus carencias económicas- a quedarse en la educación primaria, trabajar en los meses de siembra y cosecha y vagabundear por las calles todo el resto del año.

Con ellos a su lado, fundó el sacerdote el Instituto San Juan Bosco que, además de centro de estudios, lo es también de trabajo y de producción porque lleva a sus alumnos desde las primeras clases hasta diversas especialidades técnicas.

Esta historia no se termina de contar porque en estos momentos el cura de Chepén construye una nueva ciudad. “Nuevo Monte Grande” se llama, y los tractores ya han nivelado cien hectáreas de lo que va a ser un saludable asentamiento humano para las familias que no tienen ahora un metro de tierra donde poner una mesa, una cocina y algunas camas.

Puedes colaborar con las Obras Parroquiales, impulsadas por Padre Fernando en:
Cuenta 300-09458292-1-11 Banco de Crédito del Perú.

martes, 2 de diciembre de 2008

Antonio Gramsci, Fundador del partido comunista italiano se convirtió antes de morir

Al presentar el primer catálogo internacional de estampas, el Prefecto Emérito de la Penitenciaría Apostólica, Mons. Luigi De Magistris, dio a conocer que el fundador del partido comunista italiano, Antonio Gramsci, el autor de uno de los más completos y sofisticados métodos de hegemonía ideológica –utilizado aún hoy por los principales enemigos de la Iglesiaretornó a la fe católica de su infancia y recibió los sacramentos antes de morir  en abril de 1937.

Para Gramsci, que desarrolló una versión más sofisticada de marxismo, que dio lugar al llamado "Euro-comunismo", la Iglesia Católica y la familia cristiana eran los  enemigos principales para lograr el control de las mentes y la cultura, algo que consideraba indispensable para que la toma del poder político no fracasara con el paso del tiempo. 

Entre las medidas para lograr lo que denominaba "hegemonía cultural", Gramsci  proponía  acabar con las creencias, tradiciones y costumbres que hablen de la trascendencia del hombre, ridiculizándolas; silenciar con la calumnia todo lo que hable de algo trascendente; crear una nueva cultura en donde la trascendencia no tenga lugar, infiltrando la Iglesia para conseguir, por cualquier medio, que obispos y sacerdotes disidentes hablen en contra de ella. Este plan básicamente proponía destruir la Iglesia "desde dentro".

Según  el diario español La Razón, el primero en cubrir la noticia, la conversión de Gramsci es un hecho que "ha sido afirmado y desmentido en diversas ocasiones, pero esta es la primera vez que un miembro de la Curia (vaticana) asegura que el rumor es cierto".

En efecto, durante la conferencia de prensa difundida por Radio Vaticano, Mons. De Magistris explicó que "Gramsci tenía en su habitación (en el hospital donde esperaba la muerte) la imagen de Santa Teresita del Niño Jesús. Durante su enfermedad, las monjas de la clínica en la que estaba ingresado llevaban a los enfermos la imagen del Niño Jesús, para que la besaran. Como a Gramsci no se la llevaron, él se quejó: '¿Por qué no me la habéis traído?', les dijo. Entonces –afirma el Prelado– le trajeron la imagen del Niño Jesús y la besó. Recibió también los sacramentos, volvió a la fe de la infancia. La misericordia de Dios nos 'persigue' santamente, el Señor no se resigna a perdernos". 

Según el diario italiano Il Giornale, la fuente citada por Mons. De Magistris sería "una religiosa natural de Sardeña, hermana de Mons. Giovanni Maria Pinna, Secretario de la Signatura Apostólica. Sor Pinna, en una Misa en sufragio del hermano, celebrada en la iglesia de San Lorenzo en Damaso, contó la historia sobre Gramsci". 

Il Giornale indica que Gramsci "se recuperaba en la clínica desde el 24 de agosto de 1935. Las religiosas de la clínica en ocasión de la festividad del Niño Jesús tenían por tradición llevar de cuarto en cuarto una imagen del Niño 'ofreciéndola para que la besaran los enfermos'. Todos recibieron la singular visita, a excepción de Gramsci, quien al darse cuenta de la exclusión, pregunta el motivo de ésta a las hermanas. Las religiosas se excusan y le dicen que era para no fastidiarlo".

"A este punto, contaba Sor Pina, 'el señor Gramsci pidió ver la imagen y cuando la tuvo frente a sí la besó con evidentes signos de conmoción'. Además de De Magistris, también oyó a la hermana Mons. Sebastiano Masala, quien era en la época juez de la  Sacra Rota Romana", añade el diario.

Además, "otra religiosa en servicio en la clínica, la suiza Sor Gertrude, reveló que en el cuarto 26, en donde Gramsci transcurrió el último periodo de su vida, había una imagen de Santa Teresita del Niño Jesús 'a la que el parecía nutrir una simpatía humana, al punto de no querer que fuese retirada o movida'".

Para Giancarlo Lehner, parlamentario italiano y autor de "La familia Gramsci en Rusia" "no sería una gran sorpresa si Gramsci hubiera abrazado la fe católica'". Por su parte y también en declaraciones recogidas por el diario La Stampa, el teólogo Gianni Baget Bozzo considera que la imagen de Santa Teresa es la clave para explicar la conversión del fundador del Partido Comunista Italiano.

"Santa Teresa ofreció su vida por la conversión del anarquista Prandini, que efectivamente antes de ser guillotinado pidió besar el crucifijo, y estaba pronta a cambiar su vida  por la conversión de los ateos", señaló el sacerdote. 

Tras el episodio, según señaló Mons. De Magistris, Gramsci solicitó y recibió los sacramentos. El intelectual murió en Roma a los  46 años y, a pedido de sus familiares, fue enterrado en el cementerio protestante, donde aún se encuentra su tumba. 

Los discípulos de Gramsci señalan que "no existe evidencia de que Gramsci se haya  convertido al catolicismo" aduciendo que "no existen registros estatales que señalen tal cosa". Pero el argumento ha sido descartado por los conocedores del episodio, quienes señalan que el hospital donde murió Gramsci era frecuentemente atendido por sacerdotes cuyo ingreso y actividades no iban a ningún registro oficial.

Giuseppe Vacca, Director del Instituto Internacional Gramsci señaló por su parte que la conversión del intelectual "no sería ningún escándalo y no cambiaría  nada", porque en efecto su método de hegemonía cultural sigue siendo empleado por grupos feministas, abortistas y de presión pro-homosexual.


lunes, 1 de diciembre de 2008

¡La esperanza, estúpidos, la esperanza!

Invitado: Eulogio López

El director de El País, don Javier Moreno, atraviesa uno de sus mejores momentos... y eso que aún no ha conseguido librarse de Janli Cebrián.

Al parecer, ha descubierto que los agnósticos se han vuelto ateos, y que, ya puestos, comienzan a organizarse. Esto le ha producido una hemorragia de placer y como el arma más mortífera de un director de periódico son sus periodistas, les ha puesto a trabajar en la nueva cruzada anti-cruz. Por ejemplo, acaba de dedicar dos páginas a explicarnos una campaña de publicidad que decorará los autobuses de Londres, bajo el siguiente eslogan: “Probablemente no hay Dios, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida”. A la que seguirá otro del mismo cariz en Estados Unidos: “¿Por qué creer en un dios? Sé bueno por la propia bondad”.
Son dos puntas de lanza de la creciente reivindicación del ateísmo y la apostasía, que al parecer es la moda en el mundo. Ni que decir tiene -lo dice el teólogo favorito de Peces Barba, Juan José Tamayo-, que la culpa la tiene la Iglesia Católica, que está degenerando en fundamentalismo.
No nos engañemos: el enemigo de este furia atea -en defensa de la opresión religiosa, por supuesto, no es el Islam o el budismo, sino el Vaticano y sólo el Vaticano. Sabemos, desde Chesterton hasta hoy, que los blasfemos no pueden lograr ningún efecto a menos que sean creyentes en el fondo: “Si alguien duda de ello, que pruebe a tener pensamientos blasfemos sobre Thor”.
Trasformada la duda agnóstica en certeza atea -¿A que no?- dejémonos guiar por el inolvidable gordazo británico, más que nada para mostrar que esta fiebre de ateísmo no es cosa de hoy, sino de hace 100 años (o sea muy progresista): “Es imposible ser imparcial con la Iglesia católica. En el momento en que los hombres dejan de apartarse de ella comienzan a acercarse a ella. En cuanto dejan de gritar contra ella, comienzan a escucharla con placer... Sólo la Iglesia católica puede salvar a los hombres de la degradante esclavitud de ser hijos de su tiempo... Lo que queremos de una religión es que esté en lo cierto cuando nos equivocamos”.
Uno puede dedicarse a quemar conventos y fusilar curas, que siempre tendrá la sensación de enfrentarse al viejo dicharacho: “Dios ha muerto”: Nietzsche. Y a continuación: “Nietzsche ha muerto”: God.
Naturalmente, nuestros ateos defiende con Tamayo que la Iglesia coarta la libertad del hombre. Respuesta chestertoniana: “La libertad sólo existe cuando hay reglas. Cuando rompemos las reglas estamos ligados por las consecuencias”. O sea, la eterna maldición de todo las personas decentes que alguna vez hemos soñado con la anarquía: eres libre para tirarte por un barranco si te place, pero no para evitar las consecuencias de haberte tirado.
La Iglesia oprime las conciencias, especialmente en la confesión: “Si una muchacha no debe contar ningún pecado a un hombre sentado en la esquina de una Iglesia, parecer ser, en la actualidad, es el único lugar donde no lo hace”.
Los católicos pretenden imponer su credo a través del poder político, lo que atenta contra la libertad religiosa: “La libertad religiosa tendría que significar que todo el mundo fuese libre para hablar de religión. En la práctica significa que a casi nadie se le permite mencionarla”.
Lo malo de prescindir de Cristo es que nos quedamos a oscuras. Por tanto, las campañas ateas, gente de lo más capaz, precisa encontrar un sustituto. Como el siglo XXI es menso profundo que el XIX, del que es hijo, el ateo de hoy no recurre al racionalismo sino que se queda en el empirismo pelado. En definitiva, se conforma con cambiar a Cristo por la ciencia. Pero la ciencia, pobrecita, no da para mucho, sólo para la interpretación de la materia. En esta orgía de ateísmo, insisto, sin duda preferible al agnosticismo, uno de los imprescindibles de El País, el matemático italiano Odifreddi nos explica que “la ciencia puede ofrecer incuso una concepción espiritual del mundo”. Esto es muy bueno. El estudio de la materia convertido en religión. Ni tan siquiera nos cuenta nuestro matemático que de la observación del mundo material podemos deducir lo inmaterial, seguramente a través de un teorema matemático. No, es que la propia materia, aquello que la ciencia puede medir y contar constituye una hermosa religión, fé esperanza y caridad en un solo trazo. Una majadería que haría sonrojarse a cualquier ateo de 200 años atrás, para quien la verdad estaría, en todo caso, en el interior del hombre, postulado que nuestro ZP entendió a lo bizco para exclamar que, cuanto más lo pensaba con más claridad concluía que el verdadero Dios es el hombre, afirmación en la que trata de permanecer, y por muchos años, en el templo de La Moncloa, donde le adoran los redactores de El País y otros medios de comunicación progresistas.
Pero volvamos al eslogan británico: Como probablemente -¡Caramba, no sería mucho pedir algo más de certeza y algo menos de probabilidad!- Dios no existe mejor que disfrutes de la vida.
Ahora bien, si no hay Dios, si hemos sido arrojados al universo sin razón alguna, las opciones son dos: pegarse un tiro o pegárselo a todo aquel que se ponga por delante, a quien me impida satisfacer mis cambiantes deseos. ¿Disfrutar de la vida cuando todo acaba en la muerte? Si no hay creador, ni redentor, ni padre, ¿dónde está el placer que me proponen desde los flancos de los autobuses londinenses de dos pisos? ¿Todo un universo para una existencia individual de 60, 80 0 100 años y con achaques desde los 40? ¡Menuda broma pesada! ¿La bondad por la bondad? ¡Valiente tontería!¿Dónde hay que reclamar?
Al parecer tal es la propuesta de la nueva modernidad. ¡Pues qué alegría!
El presidente Zapatero gusta hacer alardes de ateísmo, pero conste que lo que está promocionando no es ateísmo, sino teofobia. Y, recuerden que no se blasfema sobre Thor, de lo que realmente estamos hablando es de Cristofobia.
¿y saben lo mejor? Que todo este vendaval ateo, que asola principalmente a Europa, esa vieja ramera que expande vicios por el mundo, no es un problema de fé, sino de esperanza. La fé poco tiene que ver en esta historia. No creer en Dios significa no poder explicar el mundo, condenarse a la ignorancia pero, mucho más importante, condenarse a la desesperanza.
No falta fé en la sociedad actual, sino esperanza, la esperanza que tenían las civilizaciones antiguas, dadas al homicidio, sí, pero no a la languidez, y la esperanza que perdió la formidable -por culta, por artística, por refinada, por pudiente- Roma pagana, aquélla que lo tenía todo pero le faltaba una razón para vivir, ergo, no tenía nada. De igual manera. El mundo actual disfraza su amarga desesperanza de ateísmo científico... y no puede disfrutar de la vida.