Los jóvenes de familias menos acomodadas cada vez lo tienen más complicado. Ni la escuela, ni el mercado laboral les ofrecen salidas satisfactorias.
Los jóvenes españoles abandonan los estudios antes y con más asiduidad que sus coetáneos europeos; también tienen más dificultades de acceso al mercado laboral; y cuando consiguen un trabajo deben aceptar peores condiciones que sus vecinos franceses o alemanes. Y, evidentemente, quienes más sufren las consecuencias de lo anterior son los hijos de las familias menos adineradas que acaban arrinconados y sin expectativas de mejora. Algunos creen que esto se parece mucho a una guetización o "exclusión social", promovida por una legislación intervencionista y caduca. Otros lo denominan "Estado del Bienestar".
Todos los partidos españoles se vanaglorian de los logros sociales alcanzados con la democracia. Ninguno propugna medidas radicales que cambien la legislación laboral, el salario mínimo o la educación pública. Este miércoles José Luis Rodríguez Zapatero ha comparecido en el Congreso a petición propia para una sesión sobre los "hitos sociales" del "Estado del Bienestar" desde la década de los ochenta hasta ahora. El socialista quería destacar las diferencias entre los gobiernos del PP y del PSOE y para eso ha tirado de hemeroteca. En su enumeración, ha destacado que su Gobierno ha aumentado el salario mínimo interprofesional en "más de un 17%" y ha destinado un "5% del PIB en materia educativa". Además, Zapatero aseguró que desde su llegada al gobierno en 2004 habían "aumentado la cuantía de las becas un 60%".
Sin embargo, al presidente del Gobierno se le ha olvidado recordar a esa generación que ya se conoce como"ni-ni" (ni estudian ni trabajan) y que suma más de 750.000 integrantes. Son los nacidos entre 1985 y 1995, que no encuentran salidas ni en una escuela que no cumple su función mínima (dar una titulación básica) ni en un mercado laboral que los excluye. Luego, escuchan hablar de la "generación mejor preparada de nuestra historia" y es posible que les dé la risa. Hace unos días, ya hablamos de los problemas que acogotan a los universitarios españoles. Pero el panorama de los que se quedaron antes en el sistema educativo no es mucho mejor.
Paso 1: Una escuela mediocre: El primer paso en el camino de la exclusión social de los hijos de los menos pudientes se da en la escuela. Tras pagar sus impuestos, los padres que cobran un salario reducido no tienen otro remedio que enviarles al colegio público que les toca, sin poder decidir en función de sus preferencias. Además, el fracaso escolar en España era del 28% en 2009: esto quiere decir que casi uno de cada tres alumnos no obtiene el título de graduado en Secundaria del sistema educativo (ver informe de la Fundación La Caixa).Estas cifras se multiplican en el caso de la escuela pública, llegando casi al 35%, lo que contrasta con el 17% de la privada y concertada. Entre los chicos, el ratio de fracaso escolar en la escuela pública alcanza el 43%. Es decir, que casi la mitad de los alumnos masculinos que entran en un colegio público con 6 años no obtendrán dicho título. En teoría, el Estado garantiza la escolarización hasta los 16 años, pero ¿de qué sirve si luego no se consigue nada que demuestre algún conocimiento?
Paso 2: Una preparación deficiente
Evidentemente, tener el graduado en Secundaria no garantiza a nadie un mínimo pasar en un mercado laboral cada vez más competitivo, a nivel local y global. La OCDE reconoce en su informe Panorama de la Educación 2010 que obtener un título de educación secundaria superior –FP o bachillerato- es imprescindible para acudir con unas mínimas garantías de éxito al mercado laboral. De hecho, tener un graduado en este nivel "reduce el desempleo entre los jóvenes de 20 a 24 años en una media de 8,3 puntos porcentuales".
Población entre 25 y 34 años con educación secundaria superior (Fuente: OCDE)
Por eso, en España, a la dramática situación del 28% de fracaso escolar que hemos visto antes, habría que añadir la de aquellos que no dan el siguiente paso y consiguen una cualificación algo superior. Nuestro países uno de los que tienen un nivel más alto de jóvenes sin un graduado de nivel medio (ver gráficos 2 y 3). De hecho, es el tercero de la OCDE, tras Turquía y Portugal, en porcentaje de jóvenes entre 20 y 24 años que no estudian y no tienen un título de educación secundaria superior.
Población de 20 a 24 años sin educación secundaria superior (Fuente: OCDE)
Paso 3: Un mercado laboral innacesible
Además, los españoles de entre 16 y 18 años en la situación descrita en los dos puntos anteriores tampoco lo tienen mucho más fácil a la hora de acceder al mercado laboral. Lo lógico sería que los adolescentes que dejan la escuela a una edad temprana lo tuvieran más o menos fácil para encontrar un trabajo. No tienen experiencia, por lo que pueden buscar en casi cualquier sector, ni muchas pretensiones económicas, por lo que aceptarán cualquier tarea que les permita formarse y ganar su primer sueldo.
Lo normal sería una ocupación básica con un salario muy bajo (o directamente sin sueldo). Es la clásica figura del aprendiz que trabaja casi sin cobrar con dos objetivos: aprender una profesión y darse a conocer en el mercado. El empresario no le conoce de nada y lo único que sabe del chaval es que ni siquiera ha terminado todo el recorrido escolar, por lo que valora en muy poco lo que pueda ofrecerle a priori.
Pero aquí entran en juego las disposiciones laborales, las cotizaciones sociales y, sobre todo, el salario mínimo que tanto gusta a nuestros políticos. Evidentemente, todas estas normas encarecen la contratación de aquellos que más necesitan acceder a un empleo: los que no tienen ningún título. España está en el cuarto puesto de la lista de la OCDE (tras Turquía, Israel y Brasil) en jóvenes de entre 15 y 20 años que ni estudian ni trabajan.
Población entre 15 y 20 años que ni estudia ni trabaja (Fuente: OCDE)
Paso 4: Un trabajo precario
Las dificultades para los jóvenes españoles no acaban cuando encuentran su primer empleo, especialmente en el caso de los hijos de las familias con menos recursos (esto último es algo que merece la pena repetir). El mercado laboral español es completamente dual; en el mismo, conviven una aristocraciade trabajadores fijos, normalmente de más de 30 años, con una tropa de temporales que van saltando de un empleo a otro.
La normativa sobre despido y protección laboral alienta esta tendencia, que favorece a los trabajadores menos productivos (se sienten inmunes porque saben que cuesta mucho echarles) a cambio de dificultar la contratación de los nuevos (la empresa no quiere encadenarse a otro nuevo empleado al que costará mucho despedir en caso de dificultades o de bajada en su rendimiento). Encarecer el despido es una manera de encarecer la contratación.
Como puede verse en el último gráfico, el porcentaje de no estudiantes menores de 30 años que trabajan en un empleo fijo es en España el más bajo de la OCDE. Ni los universitarios, ni los técnicos medios, ni los carentes de titulación consiguen empleos estables. Y esto tiene una consecuencia más dramática sobre los que dejaron antes la escuela.
En muchos casos, lo mejor para un chico sin titulación es mantenerse en la misma empresa, al menos a medio plazo, especialmente al comienzo de su carrera. Esto le facilita crearse ese CV del que carece, adquirir conocimientos, especializarse en un ramo de la actividad, darse a conocer a clientes y proveedores, etc... Todo ello contribuirá a paliar, al menos en parte, sus carencias formativas. Pero la legislación "social" española también le dificulta esta tarea.
Porcentaje de trabajadores de menos de 30 años con empleo fijo (Fuente: OCDE)
La realidad: responsabilidad individual y héroes
Todo lo anterior no es óbice para eliminar la responsabilidad individual de cada uno de estos jóvenes sobre su situación. Es cierto que casi la mitad de los chicos españoles con menos posibles abandonan la escuela sin un título básico de Secundaria, pero no lo es menos que otros tantos sí consiguen su objetivo. Incluso, algunos de ellos superan todas las vallas que van encontrando en su camino y acaban graduándose en la universidad o labrándose una prometedora carrera laboral. El problema es que son cada vez menos.
Cuando todos los partidos celebran sus "políticas sociales" quizá deberían plantearse unas recetas que ofrecen muy pocas opciones reales a los que empiezan, especialmente a aquellos que más difícil lo tienen. Puede que cada "ni-ni" tenga parte de culpa en lo que le ocurre: él fue el que dejó la escuela, el que no tiene trabajo y el que vive en casa de los padres hasta la treintena. Todo eso es cierto, pero no lo es menos que, cada vez más, para algunos españoles, dar un paso adelante en la sociedad es una tarea propia de un héroe, no de un chaval de 18 años.
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