El jueves, 28 de septiembre, por la tarde, la catedral de Santa María la Real de la Almudena acogió una solemne Eucaristía, organizada por la Delegación Episcopal de Enseñanza. Presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, durante la misma se procedió al envío de los profesores de la archidiócesis. El prelado, acompañado del vicario general, Avelino Revilla, así como de otros sacerdotes de Madrid, estuvo arropado por los educadores de 30 colegios diocesanos.
«Los docentes cristianos venís a que la Iglesia os siga regalando esa misión» y «os haga percibir en vuestra existencia que estáis haciendo una manifestación verdadera de lo que es la misión». Con estas palabras, el arzobispo de Madrid se dirigía a los docentes cristianos que llenaron la catedral en un día «singular» y «especial» para todos los presentes. «A través de vuestra profesión, en las diversas asignaturas que explicáis», dijo, «se puede manifestar la manera de vivir que nos regala Jesucristo». El cardenal reconoció vivir «un día grande» porque «en torno a la Mesa del Señor, descubrimos la libertad y la alegría del Evangelio». La libertad que regala el Señor, continuó, «y que hace posible que todos podamos estar unidos en torno a Él y sentados a su Mesa».
La bondad y el amor del Señor duran por siempre
En su homilía, además, subrayó las palabras del Salmo proclamado durante la Eucaristía: «La bondad y el amor del Señor duran por siempre, decía el salmista», y «esto es lo que, con vuestra vida como testigos, queréis manifestar». Porque «Él inunda con su amor esta tierra y nuestro corazón, nos hace servidores de Él, dadores de su paz, de su amor y de su reconciliación». Así, animó a los fieles a cantar al Señor «la bondad grande que Él nos otorga y nos da».
El prelado destacó que un profesor cristiano promueve y construye: «No es hora de enfrentarnos, ni de tirarnos piedras, ni de rebajas de ningún tipo». Es hora de «construir este templo, que es este mundo, para que sea templo de Dios». Y debemos hacerlo, señaló, «con las armas de su amor y su misericordia, reconociendo que todos somos hermanos». Porque nadie tiene un papel desechable, «y todos tenemos un papel en la vida y en la historia porque somos hijos de Dios». Es hora, aseveró, de «saciar a los hombres» y de «hacerles ver aquello que quita la sed verdadera». Por tanto, «vivid la grandeza de ser docente cristiano, discípulo de Cristo, a la manera de Jesucristo».
«Haced crecer, vivir y experimentar que Dios los quiere»
En este sentido, les animó a meditar lo que el Señor les regala y la vocación que el Señor les ha dado, que es «volver, en definitiva, a Dios». Un profesor cristiano, dijo, entrega la verdad: «Que los seres humanos se enteren de lo que pasa, de lo que sucede cuando vivimos al margen de Dios». Y eso «lo manifestamos con nuestra propia vida».
Entre los alumnos, destacó, «hay gente que necesita una mirada, un consejo y una atención». Y un profesor cristiano «entrega la verdad –que es Jesucristo–, interpela con su vida, sus palabras y sus obras a quienes tiene a su lado». Un profesor, desde cualquier asignatura que sea, concluyó el cardenal, «puede hacer crecer, vivir y experimentar que Dios le quiere».
Ser sal y luz del mundo
Durante la celebración, también estuvo presente Inmaculada Florido, delegada episcopal de Enseñanza, quien destacó que –junto a docentes de centros públicos y privados de todos los noveles educativos– «estamos dispuestos a ser sal y luz del mundo», con la confianza de que el Espíritu «nos acompaña y nos sostiene». Él, subrayó la delegada, «nos ayudará a ir respondiendo a los retos que nuestra Iglesia de Madrid tiene planteado». Y, ahora, insistió, «es el momento».
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