viernes, 15 de septiembre de 2017

Director de Converso: «No trates de convencer a tu hermano no creyente, escúchale»

David Arratibel, agnóstico y director de Converso

La familia de David Arratibel se convirtió al catolicismo por completo. Él, agnóstico, ha hecho una película para entender el por qué. En Converso el director cuenta la conversión de su familia pero el filme es, sobre todo, un diálogo entre él como no creyente y su familia creyente. «Se suele decir que desde el conflicto nace el cambio y el progreso. Igual deberíamos explorar si desde el mínimo común denominador sale más progreso», asegura David
Su cuñado, organista, se convirtió leyendo un libro de Benedicto XVI. Una de sus hermanas recibió la fe rezando, por primera vez en su vida y ayudada por un folleto explicativo, el rosario. Su otra hermana también se hizo católica, religión a la que llegó después de una profunda reflexión interior. Y su madre, cristiana en sus orígenes y comunista militante después, volvió a la fe de la Iglesia hojeando las lecturas religiosas de una de sus hijas ya conversas. Y en medio de todos ellos David Arratibel, director de cine agnóstico, decidió grabar una película «para entender cómo el Espíritu Santo había entrado en sus vidas y, de alguna forma, también en la mía».
Te declaras agnóstico y toda tu familia se convierte. ¿Cómo reaccionas ante este hecho? En la película tu madre habla, incluso, de rebeldía violenta…
Primero, con estupor. Y, más tarde, con rebeldía. Saltaba y me mosqueaba porque no entendía nada de lo que estaba ocurriendo. Había una parte de una tristeza, de un rechazo, algo que te hacía sentirte diferente dentro de tu propia familia. Yo, por mi parte, simplemente tenía falta de interés. No soy una persona antirreligiosa.
Porque a vosotros de pequeños, ¿alguien os habló de fe?
No, nadie. Yo estudié en los escolapios porque estaba cerca de casa. Nunca tuvimos una educación religiosa en casa.
¿Por qué decides hacer la película?
Pues porque hay una cosa muy mezquina que es la ambición creativa y porque quería intentar entender lo que ha pasado en mi familia.
Yo, como cineasta, empiezo a hablar con mi cuñado de religión y su trabajo como organista. Me parece un tema muy visual y poético, y empiezo a pensar en una película sobre religión y ética. En ese momento no pensaba que fuera a participar mi familia, pero empiezo a hablar con mi cuñado sobre religión y frecuentemente salía a relucir la conversión de mi hermana. Ahí es cuando me doy cuenta de que tienen que participar todos en la película.
En ese momento, la película pasa de ser una película, hecha por pura ambición creativa y que creía que podía ser interesante, a ser una catarsis personal. Hay un momento, que mi hermana me dice que «esta película a mí me ha servido mucho porque de una puta vez hemos podido hablar tú y yo del tema de mi conversión. No querías hablar porque te daba mal rollo». Ahí es donde la película se gira y me interroga a mí. ¿Por qué mi hermana se ha convertido hace seis años y no le he preguntado por ello, con lo que la quiero? Y ahí entra el tema de la falta de cercanía para poder acercarte al otro y decirle lo que es importante para mí.
Dices que en un momento la película se gira y te interroga a ti. Continúo por este camino. ¿Converso te ha hecho acercarte más a la fe?
Sigo siendo agnóstico, lo que me permite hablar de religión abiertamente. En la película me intereso por el hecho religioso y por la vivencia religiosa de los demás. Me parece algo muy interesante a nivel humano, antropológico, psicológico.
Acabo de leer un libro de Emmanuel Carrère sobre los Evangelios. Me ha gustado, y es una cosa que antes no me interesaba en absoluto.
¿Qué se va a encontrar el espectador que vaya al cine a ver la película? ¿Es una película para creyentes?
No la hice con la intención de agradar al público creyente, sino única y exclusivamente para que funcionara narrativa y cinematográficamente. Eso es lo único que me interesaba. Yo creo que al final lo que ocurre con el cine es que cada espectador lo hace suyo. En este sentido, la película tiene dos lecturas. Para mí, como agnóstico –supongo que también para el público no creyente–, es una película de conversaciones pendientes, de una familia que sana una herida a través del cine y la conversación y de trasfondo, una historia de conversión.
He tenido casos de personas muy beligerantes a priori con el tema, que incluso me decían que estaba cometiendo un error por hacer esta película, me decían «te van a ganar». Esta misma persona al acabar de ver la película me mandó un email, que luego es el que he utilizado para la sinopsis, en el que decía: «me has engañado, esta película no es sobre la fe, trata sobre ausencias, vacíos, cariños y distancias». Para mí Converso es una película de eso, de ausencias, de vacíos, de distancias, de acercamiento, de llenar vacíos, va por ahí.
Al contrario, el público creyente lo que ve es una historia de conversión con un trasfondo de un conflicto familiar por reparar.
Al final, la película es un diálogo entre lo agnóstico y lo creyente. ¿Cómo ves ese diálogo más allá de tu película, en la sociedad?
Hablar de religión, a veces, es sano. Cuando llega Nochebuena parece que está prohibido hablar de religión y política y, si no, hay bronca. Estaría bien que eso cambiara, pero para ello creo que es necesario entender más que convencer.
En una presentación de la película una persona me dijo que llevaba mucho tiempo casi sin hablar con su hermano no creyente porque él (creyente) le había intentado convencer y su hermano no les escuchaba. «Ahí está el problema», le dije. «Estás intentando convencer a tu hermano. Ese no es el punto de partida. No trates de convencer a tu hermano no creyente, escúchale y explícale lo que sientes, pero no trates de convencerle. El problema es el proselitismo agnóstico, ateo, creyente, el que sea. Para que el otro entienda tu punto de vista y casi lo vivía, que es lo que plantea la película, hay que salir de tus zapatos y ponérselos al de enfrente y viceversa. Eso es lo que une a la gente y no el tratar de convencerle a toda costa.
Y que sería bueno que se diera en ambos interlocutores…
Claro, el inmovilismo está en todas partes. Si ves un debate de estos de televisión el nivel de inmovilismo y de crispación es como los de una guerra civil de hace años. Porque además interesan esas posiciones súper radicales.

Se suele decir que desde el conflicto nace el cambio y el progreso. Igual deberíamos explorar si desde el mínimo común denominador sale más progreso.

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