La primera razón es porque necesitan a Dios. Así de simple. También es cierto que educar hoy en la religión es bastante complicado. Los mensajes que recibimos desde muchos frentes son totalmente opuestos a lo que la Iglesia nos enseña. Además, la realidad tampoco es especialmente motivadora para seguir creyendo lo que hasta no hace muchos años eran los valores universales. Cada vez hay más divorcios, familias rotas, familias monoparentales, relaciones extramatrimoniales, relaciones quebradas entre padres e hijos, etc. Para muchos, la Iglesia no entiende ni se adapta a esta realidad. Inclusive la acusamos de retrógrada y, por eso, preferimos darle la espalda. Creemos que es más fácil de esa manera.
Sin embargo, la gran mayoría de veces lo más fácil no es lo óptimo. Y si como padres buscamos lo que es mejor para nuestros hijos, entonces debemos esforzarnos por entender lo bueno que nos puede traer seguir lo que más protege esta institución: las enseñanzas de Cristo.
La educación de nuestros hijos en la fe es vital para su formación. Y aquí les daremos algunas razones que sustentan esta premisa:
1. Una persona que cree en algo más allá de sí misma tiene la capacidad de abrirse al prójimo.
2. Una persona con fe tendrá mayor fortaleza para sostenerse en los momentos difíciles. Y absolutamente todos, tarde o temprano, pasamos por situaciones duras.
3. Una persona que cree en Dios sabe que no todo depende de lo que es o no capaz de hacer. Sabe que si bien tiene que realizar su mejor esfuerzo, también es reconfortante reconocer que hay alguien en quién descansar y a quién encomendar sus preocupaciones.
4. Una persona con fe tiene muchas más probabilidades de salir adelante y de levantarse ante una desgracia que una persona que no cree en nada.
5. La fe en Dios conduce los pensamientos, los sentimientos y las conductas de los adolescentes. En la gran mayoría de casos, creer en Dios es una protección para que nuestros hijos no caigan en drogas, pornografía o que no se vean envueltos en lo que la sociedad propone como bueno. La fe da valores sólidos y una mirada trascendente de la vida.
6. Los chicos que practican su fe están más preparados para afrontar las exigencias y dificultades de la vida moderna. La búsqueda de la verdad, de lo bueno y de lo bello se ven entorpecidas para un joven que no vive guiado por su fe, ya que se enfrenta a un mundo en el que todo es relativo. Esta incapacidad de discernir entre lo falso y lo verdadero empobrece la mente de nuestros hijos y ahoga sus deseos más profundo de encontrar respuestas trascendentes a las realidades cotidianas.
7. Un joven con fe posee un mayor sentido de la integridad personal y reconoce autoridades –sacerdotes o guías espirituales– a quienes puede acudir cuando tiene alguna duda o preocupación.
8. La fe da seguridad y estabilidad personal porque se sabe que nada está perdido porque Dios siempre está a nuestro lado. Cuando una persona crece y empieza a enfrentarse a las situaciones complicadas de la vida necesita sentir que cuenta incondicionalmente con alguien –más allá de los amigos y de los padres— con quien puede ser totalmente transparente porque comprende sus miedos y sus pensamientos.
La mejor herencia que los padres les podemos dejar a nuestros hijos es una fe sólida. Y debemos empezar desde que son muy pequeños, en esos primeros años en lo que a los niños les resulta más sencillo conectar el mundo interior de sus pensamientos y de sus sentimientos con el mundo exterior. Los padres no podemos negarles a nuestros hijos todo lo que proporciona tener fe ya que hará de ellos hombres y mujeres fuertes mental, física y espiritualmente.
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