Con fecha 24 de febrero de 2015, se ha publicado en el BOE sendas Resoluciones que contienen el currículo de la enseñanza de Religión Católica de la Educación Primaria y de la Educación Secundaria Obligatoria, así como el de Bachillerato.
Sinceramente, creo que se ha perdido una oportunidad única para que la jerarquía de la Iglesia católica hubiera hecho un esfuerzo de empatía y modernización en los contenidos adecuándolos a la realidad del alumnado que, previsiblemente, elegirá la asignatura de religión y moral católica a partir del curso escolar 2015/2016.
Las Resoluciones intentan justificar la presencia de la enseñanza religiosa en el currículo escolar, con la pretensión de desarrollar la personalidad del alumno y con cita de la legislación internacional sobre la materia: La Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, la Constitución Española, el Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales y la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea.
También se cita la Gravissimun Educationis de 1965, como exponente del esfuerzo de la Iglesia para favorecer que la formación religiosa se imparta en el ámbito escolar, como contribución decisiva a la formación integral de la persona, aunque no se dice que la misma es una Declaración sobre la educación cristiana en las escuelas católicas.
Sobre el fondo del asunto, es decir, sobre el contenido de los currículos, estos olvidan las lejanas pero acertadas Orientaciones Pastorales sobre la Enseñanza Religiosa Escolar de 1979, cuando distingue claramente entre la catequesis y la enseñanza religiosa escolar, realidades que constituyen ámbitos distintos con objetivos distintos y distinta intencionalidad de los destinatarios; así como diversa fuente de iniciativa, por lo que los citados contenidos incurren en un radicalismo confesional cuyo fin, a la postre, se escora hacia un proselitismo a través de la evangelización.
Como muestra un botón: en el primer curso de primaria, toda vez que cada curso tiene sus propios contenidos y estos ya no se dividen por ciclos, entre los estándares de aprendizaje evaluables, se encuentra la memorización y reproducción de fórmulas sencillas de petición y agradecimiento, es decir, que entre los objetivos y adquisición de competencias correspondientes se encuentra aprender a rezar.
Además, desaparecen de los contenidos la historia de la Iglesia en su contexto socio cultural y en diálogo con el “devenir del tiempo”, así como la fundamentación científica o epistemológica de las ciencias de la religión y la teología. Por otro lado se acentúa la enseñanza sacramental en todos los cursos de educación primaria y en parte de secundaria, con un sorprendente desconocimiento de la realidad escolar, en el que se ha producido un cambio de paradigma que ha investido todo el sistema social y educativo.
Respecto al Bachillerato, los contenidos mejoran descubriendo una base antropológica personalista que pretende un “feed back” cultural y social, pero se echa de menosalgunos contenidos como el diálogo, siempre fructífero, con las filosofías humanísticas o los valores pluri-religiosos o el abordaje de la laicidad.
En un momento de emergencia social y sin mayorías políticas tradicionales, se ha perdido una gran oportunidad para dar un cambio en la estructura del currículo católico, para adecuarlo a una visión aperturista en la órbita del Papa Francisco, y de las demandas sociales de conocimientos religiosos no confesionales en la escuela, sin que por ello se deje de abordar el catolicismo como confesión predominante en nuestro entorno socio-cultural.
En definitiva, se pretende con carácter general, en un error de visión global y de estrategia, una evangelización que en la escuela pública es totalmente ilegítima al estar conformado el Estado como aconfesional, sin que el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus convicciones, avale un adoctrinamiento que, con el tiempo, siempre será devastador. No olvidemos que las razones de la elección de los padres o alumnos de la religión nada tienen que ver, en muchas ocasiones, con verdaderas convicciones religiosas confesionales.
En todo caso, con contenidos tan radicalmente catequéticos, se está provocando que se invite a la asignatura de religión y a su profesorado, a que abandonen los centros públicos.
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