(...) Dado que todas las estadísticas señalan la sangría que la Iglesia católica registra en términos de pérdida de fieles y de vocaciones, este nuevo pacto con el poder es, en cierta forma, demostración de su fracaso por cuanto la jerarquía católica se muestra incapaz de convencer solo con la fuerza de la razón de la bondad de su credo. Sin embargo, se puede considerar un éxito si este no se mide por la capacidad evangelizadora, sino por los beneficios económicos y políticos que comporta a la institución.
Los beneficios económicos son evidentes. Con la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) de Wert queda garantizado con expectativas muy positivas el mantenimiento de los casi 3.000 profesores de catolicismo remunerados por el Estado —94 millones de euros el año pasado—, pero seleccionados por la Iglesia, y la edición de millones de libros de texto católicos. Los beneficios políticos son los que se derivan de su supuesta capacidad de influencia en la opinión pública, que con esta imposición en la escuela probablemente refuerza y amplía en el tiempo con el adoctrinamiento de nuevas generaciones de estudiantes.
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