lunes, 8 de noviembre de 2010

El Rey afirma la “personalidad católica” de España


Sorprendente discurso de Juan Carlos I en la despedida de Benedicto XVI… que contrasta con la frialdad de los Príncipes de Asturias. Por su parte, el Papa mostró su cariño a los españoles… a los que llama a la re-evangelización de España. RTVE ha optado por hablar mucho del Papa mientras censuraba sus mensajes más incómodos.

Benedicto XVI ya vuelve a Roma. El Papa nos ha echado un buen rapapolvo a los españoles, al pedirnos que nos mostremos como cristianos, que no seamos cobardones, pero en la despedida, en el hangar de Iberia, apenas podía ocultar el afecto que siente por los españoles, a los que “me gustaría abrazar” uno a uno. Era el segundo gesto referido a la misma imagen, porque inició su visita pastoral en la Catedral de Santiago de Compostela hablando del “abrazo de Dios” al hombre.

El cariño de los Papas a España: para Juan Pablo II era la “tierra de María”, para Benedicto XVI, España es tierra originaria del Cristianismo desde sus albores, además, de compostelana definición cristiana de Europa, esto es, del continente que necesita volver a Cristo si no quiere estrellarse.

Pero lo más sorprendente fue la actitud de SM el Rey, especialmente en su despedida a Benedicto XVI, en el Aeropuerto de Barcelona. En un discurso, que sin duda no fue redactado en el Ministerio de Asuntos Exteriores, Su Majestad se refirió, ante el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, a la fe cristiana como “clave de la identidad” española y de su "personalidad histórica". Palabras para el recuerdo y para cotejar con otros discursos de SM Juan Carlos I, mucho más ‘laicos’, así como con el canto a la ‘felicidad’ con el que el príncipe heredero recibió a su Santidad en Santiago.

No sólo eso: el Rey besó por dos veces las manos del Papa sin que le preocuparan las atentas miradas de los políticos allí presentes y, en general, la actitud de SS.MM. contrastó con la de su hijo y su nuera, doña Letizia Ortíz Rocasolano, en otro aeropuerto, el de Santiago.

Sí, un parangón muy ilustrativo y en línea con el deseo del futuro Rey de que su actividad pública no se vea contaminada por la presencia de la clerecía. Recuerden que la Casa del Príncipe exige que en los actos que preside se evite todo tipo de liturgia religiosa, costumbre que se inició con la inauguración del centro de Investigación Cima, de la Universidad de Navarra, cuando Felipe de Borbón se negó a que el obispo de Pamplona diera su bendición a las instalaciones, al menos en su presencia.

De igual modo, para cualquiera que haya seguido las retransmisiones televisivas, la actitud del Rey y la Reina de España con su Santidad, muy afectuosa, contrasta con la frialdad, no sólo del Príncipe heredero, sino de su esposa, doña Letizia.

Pues bien, Benedicto XVI, desarrolló la misma idea de la catolicidad de España al referirse a la historia, el arte, la cultura y las costumbres españolas como enraizadas en el basamento de la fé cristiana. Considerando que es el mismo Pontífice que pide la re-evangelización España, la conclusión parece clara.

Entre los políticos presentes sorprendió el hieratismo de Artur Mas en el saludo al Pontífice, supongo que para dejar claro su agnosticismo (¿Qué tendrá que ver la gimnasia con la magnesia?).

En cualquier caso, el viaje de Benedicto XVI a España ha sido el más centrado en el país objeto de su viaje. Sí, Benedicto XVI nos exige más coherencia, más coraje a la hora de manifestar nuestra fé católica. Y tampoco está dispuesto a aceptar que se reescriba la historia: su alusión al laicismo agresivo reinante en España y su comparación con el anticlericalismo de los años 30 del pasado siglo deja clara, no ya la postura de la Iglesia, sino la verdad histórica.

¿Cuál ha sido la reacción del Gobierno? Pues ha quedado clara con la retransmisión de la estatal RTVE. Retransmisión generosa en horas y cordial en los comentarios, pero censurando, casi silenciando, las palabras más duras del pontífice, por ejemplo, las referencias a la II República. Lo de RTVE ha sido una traducción al lenguaje políticamente correcto de los hechos y palabras de Benedicto XVI. Una manipulación en toda regla.

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