Uno de los aspectos más interesantes de la educación, sobre el que merece que nuestros maestros hagan especial hincapié en sus clases, es la capacidad de transmitir humanidad y valores importantes, que están siendo relegados para favorecer una educación enfocada exclusivamente como una herramienta para encontrar trabajo en el mercado laboral. Aun cuando esta tarea es primordial, es necesario también afrontar la educación como un proceso para inculcar valores humanos, de tolerancia, de pensamiento independiente y crítico, y de formación intelectual.
No podemos caer en el error de desprender a la educación de ese parte que la convierte en un valor en sí misma por su función de educación integral de la persona, en conocimientos y valores útiles para la sociedad y para el individuo. De forma muy habitual se ha entendido la educación como una herramienta para alcanzar el estatus social, objetivos laborales, o beneficios económicos. Esto ha ocasionado, en parte, el alto número de fracaso y deserción escolar en general, y en particular entre los hispanos. Necesitamos priorizar la educación de la persona como un valor en sí mismo; posiblemente no haya mejor objetivo en todo el proceso educativo que enseñar a pensar con independencia. Es la piedra angular para que la educación sea transmisión de conocimientos y humanidad.
No podemos considerar la educación como si enseñar literatura, historia, ciencias o matemáticas, fuese la culminación del proceso, porque sólo es el principio para formar en valores humanos. De forma alarmante, esa formación en valores está siendo apartada por planes educativos y políticos más interesados en manipular las mentes de los futuros votantes que de enseñarlos esos valores que harán de ellos auténticos ciudadanos de pensamiento libre. Educar la humanidad de un individuo es proporcionarle el mejor legado, dejarle en herencia valores, saber pensar por sí mismo, conceptos importantes como nación, vida, Constitución, ciudadanía, ecología, responsabilidad, liderazgo, patriotismo, unidad, solidaridad, compasión…Un conjunto de emociones y sentimientos que formarán parte de su educación personal y de su forma de ver el mundo y la vida. Esto es lo que permite, en último término, convertir la educación en un instrumento de humanización.
En este proceso de educación, que tiene a la humanidad como eje central, el manejo de herramientas informáticas, ordenadores, nuevas tecnologías, etc, sólo es un medio no un fin. Con mucha frecuencia, los planes de estudio priman el uso de estos medios como si fueran lo más importante. No lo son. La figura del maestro es la clave de una educación humana, que permita transmitir de forma adecuada conocimientos, valores, ideas y hasta ejemplos de comportamiento. El maestro es la pieza fundamental de una educación humanista. Si arrinconamos la importancia del maestro, estamos avanzando hacia una educación deshumanizada, por muchos ordenadores que manejemos.
Necesitamos recuperar el valor del maestro en una educación verdaderamente humanista, y para ello debemos recuperar también el papel del maestro en el aula, la disciplina y la autoridad del maestro sobre los alumnos. Sin esa necesaria disciplina, que hoy brilla por su ausencia en tantas escuelas y Universidades, la función educadora del maestro entra en riesgo de desaparecer.
La sociedad actual ha despojado a los maestros de autoridad moral y real en las aulas, y eso se está pagando con tasas de fracaso escolar, de alumnos poco o nada educados en valores importantes, escasamente preparados para la vida, y en ciudadanos poco responsables que más tarde votan a líderes políticos absolutamente irresponsables y mediocres. Lo vemos continuamente en todas partes.
La educación actual, que anda por caminos peligrosos en algunas cuestiones, necesita recuperar de forma urgente la figura del maestro respetado que sabe guiar con disciplina y autoridad a los alumnos, sin que las clases se conviertan en un cachondeo diario y una anarquía que es fábrica de parados e ignorantes integrales.
El reto de educar en humanidad es hoy más necesario que nunca, esto es cierto, porque la deriva en la educación ha descuidado los valores humanistas de forma alarmante. No es la primera vez que un panorama así sucede en la historia, ya se ha vivido en otras épocas; por eso la lucha para conseguir una educación que transmita humanidad es probablemente el mayor reto que afrontamos, en tanto que esa educación marcará cómo van a ser las futuras generaciones y el mundo que conocemos.
Una educación humanista puede permitir que cada uno sienta verdadero orgullo de la misma, que siempre será una educación enriquecedora y positiva para cada persona y la sociedad.
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