Algunas familias que acceden a la escuela católica no comparten las grandes líneas y principios educativos propios del Ideario de la escuela católica ni están en total sintonía con los valores y proyectos de vida de la misma.
La situación de la familia presenta aspectos positivos y aspectos negativos con influencia en la educación. Por una parte existe, entre otras, “una mayor atención a la calidad de las relaciones interpersonales en el matrimonio... a la educación de los hijos... a la necesidad de desarrollar relaciones entre las familias... al conocimiento de la misión eclesial propia de la familia”.[10] Es necesario constatar que la familia cristiana está siendo cada vez más consciente de su identidad y de su responsabilidad educativa para con sus hijos. Los movimientos asociativos en defensa de la familia son cada vez más demandados y secundados.
9. Por otra parte, las nuevas tecnologías y su influencia mediática en la educación de niños y jóvenes ha creado en una gran parte de las familias la convicción de incapacidad o impotencia para educar adecuadamente a sus hijos y dotarles de aquellos principios, valores y actitudes que posibiliten su normal desarrollo. Los padres se sienten desasistidos ante el poder de las influencias extraescolares que inculcan principios y actitudes contrarias a sus propias convicciones.
A ello hay que unir el grave fenómeno de las crisis familiares y el deterioro del concepto mismo de la familia[11]. “Las rupturas matrimoniales y la consiguiente desestructuración familiar inutilizan las posibilidades reales de educar a los hijos, cuando no la misma capacidad educativa de los padres. La absorción exhaustiva de la vida del padre y de la madre por el ejercicio de la profesión con la secuela inevitable de su alejamiento no sólo físico, sino también psíquico, afectivo y espiritual de los hijos, les impide ejercer todo compromiso educativo serio”[12].
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