El 8 de marzo, desde hace casi un siglo, se celebra el Día internacional de la mujer.
Dios ha creado al ser humano como varón y mujer: iguales en dignidad y diferentes no para pelearse, sino para complementarse.
Cristo Jesús -Camino, Verdad y Vida- nos enseña actitudes concretas en la relación con la mujer: "En una época de marcado machismo, la práctica de Jesús fue decisiva para significar la dignidad de la mujer y su valor indiscutible." (Documento de Aparecida, 451). "La figura de María, discípula por excelencia entre discípulos, es fundamental en la recuperación de la identidad de la mujer y de su valor en la Iglesia." (Id).
Sin embargo mucho falta en nuestra cultura para que la valoración de la mujer no quede sólo en el discurso y en la celebración de un día, sino que sea parte de la realidad de todos los días. Nuestra cultura sigue siendo machista, con muy variadas manifestaciones de violencia y marginación contra la mujer; por otra parte, con frecuencia se descargan en ella muchos deberes que han de ser compartidos.
Invito a usted a renovar actitudes y acciones concretas, en los diferentes ámbitos en que nos movamos, para reconocer y valorar la dignidad y la participación de la mujer en la familia, en la sociedad, en la Iglesia. En breves pero sustanciosos números, el Documento de Aparecida (451-458) nos ofrece aportaciones en este sentido: "La sabiduría del plan de Dios nos exige favorecer el desarrollo de la identidad femenina en reciprocidad y complementariedad con la identidad del varón. Por eso, la Iglesia está llamada a compartir, orientar y acompañar proyectos de promoción de la mujer con organismos sociales ya existentes, reconociendo el ministerio esencial y espiritual que la mujer lleva en sus entrañas: recibir la vida, acogerla, alimentarla, darla a luz, sostenerla, acompañarla y desplegar su ser de mujer, creando espacios habitables de comunidad y de comunión." (Aparecida, 457).
De hecho en nuestra historia familiar, personal y social, la mujer ha ocupado un lugar valioso e insustituible. El "genio femenino", al que se refería el Papa Juan Pablo II, se ha desplegado con gracia, delicadeza y eficacia: que los varones sepamos agradecerlo, acogerlo y promoverlo; que las mujeres sepan reconocerlo, defenderlo y cultivarlo.
Con respetuoso afecto envío la bendición sobre usted, mujer; y también sobre usted, varón, para revalorar los beneficios de la mujer en su vida.
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