Actualmente se ha producido un desarrollo y auge de las conocidas como neurociencias. Diversos autores con diferentes perspectivas que se pueden matizar y complementar entre sí como Damasio (2010), Rubia (2015) o Nogués (2013) nos indican cómo el cerebro y la propia constitución humana tienen una capacidad y apertura a estas emociones o sentimientos, creencias o valores. Cómo la verdad, la belleza (estética) y el bien o ética (Gardner, 2011), la trascendencia y espiritualidad se expresan en las diversas experiencias culturales, espirituales o místicas y religiosas. A diferencia de los animales, el ser humano no se conforma con satisfacer los meros instintos o supervivencia, sino que busca conferir sentido y existencia al ser humano, abrirse a los sentimientos y experiencias de trascendencia, espiritualidad o religiosidad que lo comunican y posibilitan el encuentro con los otros, con el todo y lo (el) Otro, con la apertura a Dios.
INTELIGENCIA ESPIRITUAL Y MÍSTICA HUMANISTA
Con lo visto, se va logrando una conciencia e inteligencia espiritual (Torralba, 2010; Vázquez Borau, 2010), una mística asociada a otras realidades como la espiritualidad o la religión (Ávila, 2003). En donde puede darse la ambigüedad con todas sus capacidades y virtudes, pero también sus posibles deformaciones y peligros. No obstante, la mística o espiritualidad pertenece a lo más profundo del ser humano. Ya que hace referencia al carácter trascendente y espiritual de toda persona, por el que la humanidad busca el sentido y la realización de la vida (Ávila, 2013), la acogida del don, dinamismo y significado más hondo de la realidad. La espiritualidad y la mística son, por tanto, la experiencia profunda que tiene el ser humano de la vida y de la existencia o realidad. Con los proyectos vitales, sentimientos y valores o principios para ir buscando y encontrando este sentido de la vida e historia.
Por lo que lejos de evadirnos o alienarnos de la realidad, de encerrarnos en un individualismo y relativismo nihilista, de deshumanizarnos o hacernos infelices, al contrario, la espiritualidad y mística real nos fundamenta e implanta o nos religa en la realidad. Posibilita la religación y con-versión a los (nos vierte con) otro/as. De esta forma, la auténtica espiritualidad y mística es esta experiencia o proyecto de vida que se realiza en la inter-relación dinámica, profunda y trascendente de la realidad y de los otro/as (Martín Velasco, 2007); en los sentimientos y valores o principios antropológicos-éticos. Como son la fraternidad y el amor, la compasión y el perdón, la paz y la justicia, regalada y debida a ese don que es la realidad, nosotros y los otro/as, con los que me encuentro re-religado.
La espiritualidad y mística se ejercita así en la vida y realidad cotidiana, en los acontecimientos, a la vez, habituales y trascendentales de la realidad y de los otros. Tales como la alegría y el dolor o sufrimiento, la opresión o la fraternidad, la injusticia o la solidaridad, la exclusión o la justicia, la vida o la muerte… La experiencia espiritual y mística nos abre y confrontan con todas estas experiencias tan constantes, significativas del mal o el bien, del sufrimiento e injusticia, de la muerte y el sin sentido.
Y lejos del relativismo e individualismo o nihilismo, una correcta mística cree que hay que optar y comprometerse por estas certezas o verdades. Como la compasión y la justicia hacia los otro/as, la paz y fraternidad humana, la confianza y esperanza de que el mal, la injusticia y la muerte no tienen la última palabra. Sino el amor, la vida y la felicidad plena en ese dinamismo trascendente que busca siempre más realización y plenitud en los otro/s y en lo-el Otro; que se opone y hace frente a toda realidad que deshumanice, oprima y excluya a las personas.
En este sentido, la espiritualidad y mística tiene un carácter universal o ético, social y político en cuanto que no hace distinciones entre los están a mi lado o lo de cerca y los de lejos, entre la solidaridad inter-personal o política (internacional-mundial). Ya que se comprende y vivencia religada fraternalmente a toda la realidad, a toda la humanidad. Es una mística compasiva e inteligente, que no busca solo remediar de forma asistencialista o paternalista e individualista el sufrimiento de uno (en uno). Sino que discierne cuales son las raíces del mal y de la injusticia, la cultura y estructuras sociales que están de fondo y causando dicho dolor, deshumanización e injusticia en el mundo, para transformarlas profundamente. Para impulsar el protagonismo, la promoción y liberación integral de todas las personas, en especial, de los empobrecidos, oprimidos y excluidos.
Como se puede observar, la espiritualidad y mística nos proporciona una razón e inteligencia espiritual y crítica-ética, social y política. Por la que nos vamos humanizando, por la que vamos alcanzado el desarrollo, la liberación integral y la felicidad en la medida en que experienciamos y acogemos el amor y el perdón que se nos regala. Y lo llevamos realmente a la practica en el compromiso por la reconciliación y la paz, por la fraternidad y la justicia, desde los marginados y víctimas de la historia (Cucci, 2013). Y es que nada más profundo, humano y espiritual, ni más bello y hermoso, nada que proporcione más realización y felicidad que donde haya mentira se ponga verdad, donde haya sufrimiento justicia, desesperación esperanza…. Que uno se encuentra entregándose por los demás, donándose y comprometiéndose porque haya otro mundo posible, más justo y fraterno.
Así, frente a la actual cultura y estructura social del neoliberalismo/capitalismo global. En donde prima la razón individualista, economicista y mercantilista (el mercado, el beneficio y la competitividad convertidos en ídolos), que empobrece y excluye a la mayoría de la humanidad, la inteligencia mística-política pretende una razón o sabiduría cordial, compasiva y solidaria. Para ir promoviendo y comprometiéndonos por unas sociedades y pueblos con inteligencia, por unas inter-relaciones, culturas y estructuras sociales que sean inteligentes. Esto es, humanizadas, fraternas y justas, donde se erradique el sufrimiento injusto y la violencia, la pobreza y exclusión social.
Por lo que toda autentica educación y formación deberá promover esta inteligencia mística y política que busca la verdad, la belleza y el bien en la vida y praxis moral del compromiso solidario por la justicia y la paz en el mundo; en la defensa de la vida y dignidad de las personas o colectivos más excluidos y empobrecidos, que más sufren la injusticia y el mal. Para terminar este apartado, como reconocen hoy diversos y reconocidos pensadores, diremos que una fuente y caudal inagotable de esta mística son las diversas tradiciones espirituales y religiosas que han ido manifestándose desde los principios de los tiempos hasta la actualidad. En nuestro contexto, es de reseñar que junto a sus fallos o deformaciones, lo mejor de la tradición del humanismo judeo-cristiano, como por ejemplo el conocido contemporáneamente como personalismo comunitario, tiene mucho y bueno que aportarnos (Burgos & Cañas & Domínguez, 2013).
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