miércoles, 26 de julio de 2017

La izquierda nihilista

"La izquierda es la no derecha. La izquierda es la destrucción de lo que pueda entenderse que es la derecha".

Marta Fernández ha escrito un artículo en el diario El País que cuelga de la pregunta “¿Qué es ser de izquierdas?”. Para responderla, Fernández ha inquirido a políticos del PSOE y de Podemos, a un historiador y una socióloga, a un escritor y a un “viejo comunista”, perdonen la redundancia.

El resultado es
decepcionante, pero ello no se debe a la falta de empeño de mi compañera Fernández, sino al vacío de lo recogido en su grabadora. ¿Qué es ser de izquierdas?

No lo sabremos por Irene Montero, ni por Eduardo Madina, ni por Eduardo Mendicutti, ni por José Luis Cuerda, ni por la media docena de otros nombres que concurren en el artículo.

La verdad es que su lectura resulta desasosegante. Es el horror vacui. ¿Sostendrán el anticonsumismo, el antiglobalismo o el ecologismo el estandarte de la izquierda?

Abdón Mateos advierte de que esos valores “no son exclusivos de la izquierda”, y no hay más que emparejar el antiglobalismo con Donald Trump para darse cuenta. ¿La honradez, la cultura? Vamos, vamos. ¿Qué es, entonces?


“La izquierda es una ilusión; una mala jugada de nuestra mente. Es la convicción de que podemos imaginar un mundo paralelo e imponerlo sobre éste”

La periodista nos informa de que entre la pregunta y las respuestas media el silencio, como si ese vacío fuera la perfecta ilustración de lo que le va a seguir. En todas las respuestas, sin embargo, se observa una apremiante urgencia por la ubicación del cartel; esa obsesión por saber quién es verdaderamente de izquierdas. Sí tienen claro que ser de izquierdas es estar en contra de la derecha.

Pero es precisamente en este punto donde encontramos algo a lo que asirnos. La izquierda es la no derecha. La izquierda es la destrucción de lo que pueda entenderse que es la derecha. Lo que parece es que después de la destrucción de los grandes proyectos de izquierdas, el marxista y el nacional socialista, se ha quedado sin estación de llegada.

La izquierda es una ilusión; una mala jugada de nuestra mente. Es la convicción de que podemos imaginar un mundo paralelo e imponerlo sobre éste. Para llegar a él hay que romper todas las resistencias y, en última instancia, hay que destruir lo que hay.

Valga el ejemplo de lo que expresaba Herbert Read: “¡Al infierno con la cultura! ¡Al horno de la basura! Celebremos la revolución democrática con el mayor holocausto en la historia del mundo (…). Creemos espacios amplios y abiertos y construyamos sobre ellos”.

El tiempo de los grandes holocaustos (Read escribió en 1941) ha pasado, pero queda mucho de la tozuda realidad que destruir. Nuestra cultura, efectivamente, con el Islam de caballo de Troya. Nuestra forma de organizar la economía. Nuestras familias. Nuestro lenguaje. Nuestra persona, que ha quedado desdibujada hasta el punto de perder cualquier calidad propia; incluso el género es una atribución arbitraria.

Imagino que hacer de la destrucción la propia bandera es complicado. Pero tampoco hay un paraíso alternativo que prometer, porque ese mundo futuro ha llegado y es un infierno. Por eso, al definir hoy qué es la izquierda, lo normal es encontrarse ante un espeso silencio. La izquierda es hoy un nihilista camino hacia la nada.


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