Invitado: ANDRÉS AMORÓS
Conmemoramos este año el cuarto centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús (Ávila, 1515), a la que podemos considerar como nuestra primera gran escritora.
Ella y San Juan de la Cruz son figuras cumbres, a la vez, de la mística y de la historia de la literatura, admirables ejemplos de esos "frutos tardíos" que caracterizan a nuestra literatura. En Europa, la literatura mística se da en la Edad Media; en España, en la segunda mitad del siglo XVI, la época de Felipe II.
Escribe Santa Teresa el Libro de su Vida por mandato de su confesor: "Como me han mandado... para que escriba el modo de oración y las mercedes que el Señor me ha hecho". Su finalidad es "que vean las misericordias de Dios". Se dirige a sus hermanas y a todo el que comienza la vida espiritual.
Sorprende Santa Teresa por su unión de mística y espíritu práctico, su capacidad de gestión: por ejemplo, trataba a banqueros y mercaderes. Era de familia judeo-conversa. Américo Castro definió su "mística y humana femineidad", su "palabra de mujer". Une el milagro y lo cotidiano. Puede resumirse esa actitud en la conocida metáfora: "También entre los pucheros anda el Señor".
Todo ello determina un estilo muy personal. Escribe con llaneza, comete errores sintácticos; usa un "estilo de ermitaños, sin novedades ni melindres: para que, por muy menudo y con claridad, dijera mis grandes pecados y ruin vida".
El Libro de la Vida comprende episodios autobiográficos, capítulos sobre la oración y el relato de algunas de sus fundaciones de conventos. Para el lector medio actual, los primeros, los autobiográficos, son, sin duda, los más atractivos. Inolvidable resulta, por ejemplo, lo que cuenta sobre su infancia. Su padre "era aficionado a leer buenos libros y así los tenía de romances para que los leyesen sus hijos". Se reunía la niña con su hermano Rodrigo a leer vidas de Santos y su ejemplo les animaba para marchar a tierra de moros, "para que allá nos descabezasen".
Lo que más impresión le causaba, en la lectura, era una palabra terrible, que la santa repite tres veces: "Espantábanos mucho el decir que pena y gloria eran para siempre, en lo que leíamos. Acaecíanos estar muchas veces tratando de esto y gustábanos de decir muchas veces: ¡para siempre, siempre, siempre!" (Curiosamente, con estas mismas palabras concluye Gustav Mahler el tiempo final de La Canción de la tierra, en la que pone música a poemas de Li-Tai-Po y otros autores chinos clásicos).
Existen buenas ediciones académicas, anotadas, del LIbro de la Vida en las colecciones Clásicos Castalia (con prólogo del gran erudito Otger Steggink) y en Letras Hispánicas de Editorial Cátedra. También existen otras ediciones de bolsillo en Edaf y ed. San Pablo. Curiosa es la iniciativa de ed. Rialp, que ha separado, en dos volúmenes, el relato autobiográfico de lo doctrinal. Para entender la personalidad de la santa, fuera del ámbito académico, se pueden leer el libro biográfico de Marcelle Auclair (la amiga de Ignacio Sánchez Mejías) y el de una excelente poetisa actual, Olvido García Valdés.
Al margen de las creencias religiosas de cada cual, nadie puede negar que Santa Teresa de Jesús es una de las glorias de la cultura española y una extraordinaria escritora.
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