Erbil, capital del Kurdistán iraquí. Unos jubilados se entretienen con el trick track, un juego de mesa árabe parecido al backgammon, en la cafetería del Centro Cultural Caldeo de Ainkawa. A su lado, un grupo de niños ensaya para una representación en el salón de actos. El ambiente es distendido y familiar.
Hace 18 años hubiera sido impensable para los cristianos, la mayoría católicos caldeos, tener un club social y cultural en el que reunirse. No sólo eso, ahora también cuentan con un museo de arte siriaco, nuevas iglesias, seminarios, escuelas y un programa de televisión en arameo que se retransmite en la Kurdistán TV.
Estamos en el último refugio de los cristianos en Irak, en la región autónoma del Kurdistán, que consiguió su independencia en 1991 tras la primera Guerra del Golfo, un lugar donde, de momento, son tolerados, aceptados y pueden exigir algunos derechos. Pero, pese a todo, a Jenin Polis le hierve la sangre cuando se utiliza el término “minoría religiosa” para referirse a ellos.
Su aspecto de señora bajita y regordeta engaña a primera vista: es una mujer sobrada de carácter. “Desde hace más de 6.000 años esta tierra, cuna de la civilización mesopotámica, pertenece a los cristianos (caldeos y asirios)”, reivindica Jenin, que dirige la revista Beith Ainkawa, una publicación mensual del Centro Cultural Caldeo.
Expulsados de Bagdad, Basora y Mosul
Debido a las numerosas persecuciones y amenazas de muerte a manos de los grupos musulmanes radicales, miles de familias cristianas escaparon de las ciudades de Basora, Bagdad y Mosul para refugiarse en Ainkawa. Antes de que Estados Unidos invadiera Irak en 2003, había alrededor de 1, 2 millones de cristianos en todo el país; ahora no quedan más de 300.000.
Además de católicos caldeos, que representan el 75% de los cristianos iraquíes, están los asirios o nestorianos, seguidos de siriaco-ortodoxos, y, en menor número, armenios y protestantes.
Aunque Jenin reconoce que Mesud Barzani, presidente del Kurdistán iraquí, ha implantado importantes reformas democráticas, como el sistema de cuotas para la protección de las minorías étnicas y religiosas (según el cual se reservan al menos seis escaños a los cristianos: cinco para los caldeos, asirios y sirios y otro para los armenios) en el parlamento kurdo, “los cristianos no somos ciudadanos con plenos derechos”, denuncia.
“El gobierno kurdo es nacionalista y aunque en las escuelas cristianas sea oficial estudiar en arameo (la lengua de Cristo), los alumnos que quieren cursar estudios superiores están obligados a estudiar en lengua kurda”, asegura. Esto se ha convertido en un verdadero problema ya que muchos de los cristianos que se refugian en Ainkawa provienen otras ciudades de Irak, por lo que sólo hablan árabe; tan sólo unos pocos utilizan el siriaco o arameo.
Vivir bajo las amenazas de muerte
El siriaco, explica Polis, “es la legua litúrgica que se utiliza en todos los ritos cristianos en Irak pero, debido a nuestra condición de minoría, en muchas zonas del país donde hay mayoría musulmana los cristianos tienen miedo de hablar su lengua”, cuenta Jenis.
Su defensa a ultranza de los derechos de su gente le ha costado algún que otro desaire con las autoridades locales, que en varias ocasiones han amagado con cerrarle la revista. Ahora las amenazas son mucho más serias: desde hace unas semanas no contesta a ninguna llamada de teléfono que no sea desde un número registrado.
“He recibido varias llamadas anónimas en las que me amenazaban de muerte por haber publicado un artículo sobre la geografía de los cristianos en Irak”, advierte la directora de la revista. “Si no podemos enseñar la historia de los cristianos a nuestros hijos, desaparecerá nuestra identidad”.
Ocultar la historia
Recientemente, se descubrió un sitio arqueológico con vestigios cristianos en Nayaf (al sur de Bagdad), en unas obras para ampliar el aeropuerto. “Las autoridades iraquíes no han hecho nada porque temen que lo reclamemos como lugar histórico. Quieren hacernos creer que somos minoría para que no podamos reclamar nuestros derechos legítimos”, critica Jenin.
“El nombre de la antigua fortaleza de Erbil significa ‘Los cuatro Dioses’ en siriaco. Y Ainkawa deriva de Anko, que también es siriaco”, explica esta mujer con pasión, antes de invitarnos a la Iglesia de San Jorge, la más antigua de Ainkawa, que data del siglo VI.
Esta iglesia, una edificación moderna que imita el estilo babilónico, es la sede de la diócesis de Ainkawa. Monseñor Bashar Warda es el pontífice más joven que ha tenido esta basílica católica caldea. En los terrenos circundantes se ha construido el nuevo seminario de San Pedro, que fue trasladado desde Bagdad por razones de seguridad.
“Antes los islamistas te pedían dinero. Ahora te matan”
Pero la realidad es que los cristianos de Irak siguen siendo parias en su tierra. La violencia sectaria ha obligado a cientos de miles a emigrar a otros países; los que han permanecido han buscado protección en el Kurdistán.
“Los cristianos no tenemos milicias, ni armas, somos gente de paz. La situación en Irak es muy peligrosa. El Gobierno iraquí es muy débil. El Ejecutivo de Nuri al Maliki se limita a la Zona Verde de Bagdad. Más allá, todo es anarquía, un sin gobierno”, denuncia Alin Saraha, un cristiano de Mosul que emigró con su familia a Ainkawa hace cinco años tras haber recibido amenazas de muerte de los islamistas.
“Antes los islamistas te pedían dinero por ser cristiano, ahora directamente te pegan un tiro en la calle”, advierte Saraha.
Uno de los episodios más tristes que ha vivido la comunidad cristiana de Irak en los últimos años fue el secuestro y asesinato del arzobispo de la Iglesia Católica Caldea de Mosul, Matran Paulos Faraj Rahho, en 2008. “Los secuestradores devolvieron el cuerpo descabezado”, recuerda con horror.
Fahmi Mati Sulaqa es el alcalde más antiguo de Ainkawa, tras haber permanecido durante 18 años en el puesto. Se le ve un hombre campechano, al que le gusta reunirse en cafés populares. Empalma un cigarrillo tras otro.
“Durante el régimen del Baaz, Ainkawa era una zona rural donde no había más de 1.700 viviendas. Hoy hay más de 10.000 y una población de 30.000 habitantes”, indica el antiguo alcalde, que no oculta su admiración por el presidente Barzani.
“Sadam Husein ignoró Ainkawa por cuestiones étnicas y sectarias. Nos privó de los derechos básicos, únicamente por ser cristianos”, denuncia. “Pero el presidente Barzani aboga por el respeto y la tolerancia de las minorías religiosas y, gracias a sus políticas, los derechos de los cristianos se están implementando en el Kurdistán. Y donde hay mayoría cristiana hay un gobierno civil cristiano”, augura Sulaqa.
El paraíso (o el exilio) de Erbil
El Papa Benedicto XVI visitó Erbil en octubre de 2010 y declaró que el Kurdistán iraquí es “un ejemplo único de tolerancia religiosa y respeto a las diferentes culturas”, recuerda el exalcalde.
“Desde que asumí mi cargo en el gobierno local no ha habido ni un solo incidente sectario en Ainkawa”, subraya, antes de puntualizar que “mientras los islamistas radicales quemaban iglesias en Bagdad, como la de Saida Nayas, o asesinaban a obispos cristianos, en Erbil se construían nuevas iglesias y seminarios”.
Sin embargo, a pesar de la relativa calma que se respira en el Kurdistán, el pasado 29 de septiembre Erbil fue objetivo de una ola de atentados con coche bomba, en el que murieron al menos seis personas. Esta claro que en Irak no hay ningún lugar seguro para los cristianos.
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