Cada vez más en España, y desde luego en el resto del mundo, lo que empieza a ser preocupante es la gran frecuencia de dimisiones por parte del profesorado de educación secundaria y primaria.La tendencia no es nueva, pero no deja de agravarse.
¿A qué se debe este alarmante abandono de uno de los cargos más importantes de la sociedad?
Los motivos más importantes
Muy representativo es el caso de Richard Ingersoll, que daba clase en dos institutos, uno público y otro privado. Tras seis años como docente Ingersoll abandonó y se doctoró en Sociología. Como profesor en la University of Pennsylvania, ha dedicado su carrera de investigación a desentrañar las razones de este fenómeno tan preocupante: el reemplazo constante del profesorado.
Según Ingersoll, enseñar "era originariamente un periodo de tiempo en el que las mujeres se dedicaban a algo antes de obtener su verdadero trabajo, que era criar a las familias, o un trabajo temporal para los hombres hasta que dejaban las aulas y se convertían en administradores".
El sociólogo observa que la situación parece habernos llevado de vuelta a los comienzos, ya que entre un 40 y un 50 por ciento de los profesores abandona las aulas en los cinco primeros años de dedicarse a la docencia,lo que incluye el 9,5 por ciento que dimite antes de concluir su primer año como profesores. Así lo confirmaba un estudio realizado por el propio Ingersoll y publicado en Education Week.
El problema que se plantea es bilateral: por un lado, algo ocurre con estos profesores, incapaces de enfrentarse a su vida laboral y, por el otro, los más damnificados de esta constante rotación son los alumnos, que se hallan en las fases más fundamentales de su educación y no tienen a qué atenerse. ¿Qué pasa con estos profesores que abandonan, o que no llegan a entrar nunca en el aula?
La figura del maestro
Ingersoll habla desde la propia experiencia, y alude una razón fundamental: "Una de las razones más importantes por las que yo dimití es algo intangible, pero es muy real: se trata simplemente de la falta de respeto". Continúa añadiendo que "los profesores en los colegios nunca cortan el bacalao. Tienen muy poco que decir. Se les dice lo que tienen que hacer. Es un trabajo de muy poca autoridad".
Estas declaraciones remiten a lo degradada que ha quedado en España (y en otros lugares, como se ve) la figura del maestro, a la que antes sí se tenía un gran respeto. Ya no sólo los alumnos, cuya mala educación sea quizá otro debate, sino la administración y las autoridades competentes.
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