¿Los ‘personajes’ del programa Mujeres, hombres y viceversa votan para elegir a los políticos españoles, además de a sus parejas de alcoba? ¿Y los deGandía Shore serán abstencionistas, que no abstemios? ¿Y la ‘princesa del pueblo’ y sus secuaces, también pueden participar en una cita electoral como todo español mayor de edad? Seguro que no, los personajes de ficción no votan, ¿verdad? “Sí, esta gente sí vota. De hecho, hay quien obtiene casi todo el estímulo intelectual a través de la tele. Esa gente conforma los 17.030.000 hogares que hay en España. De esos, 7.507.000 (un 44%) tiene un solo televisor en casa. Y 9.522.000 (el 56%) tiene dos más. Eso nos deja un saldo de sólo 1.000 hogares compuestos, supongo, por tipos y tipas raros que no tienen tele”, explica gráficamente la periodista Mariola Cubells en ¿Y tú que miras? La tele que no ves (Roca editorial).
Cuando Cubells afirma que una gran parte de la sociedad obtiene todo su estímulo intelectual a través de la televisión, entendemos que las nociones políticas, que determinarán nuestra decisión de voto, también se obtienen a través de la ‘caja tonta’. Triste, pero cierto a luz de los datos de audiencia. La crisis de la prensa escrita tampoco está ayudando a contrarrestar la sobredosis de basurilla televisiva que ingerimos: Cuatro horas y seis minutos por español y día. El potencial de la información y comunicación digital es innegable, pero de momento todavía existe mucho ruido y poco análisis en profundidad, primando la inmediatez y los 140 caracteres sobre la reflexión crítica y contrastada.
¿El resultado? Convertirnos en algo muy parecido a lo que el politólogo premio Príncipe de Asturias, Giovanni Sartori, llamó “sociedad teledirigida”, en su clarificador ensayo Homo Videns. Allá por 1997 ya nos advertía sobre el poder de los medios audiovisuales para lanzar mensajes directamente sobre nuestro cerebro. Un impacto que, según considera el intelectual italiano, anularía nuestra capacidad para distanciarnos y procesar los mensajes de manera reflexiva, al contrario de lo que hacemos con los contenidos escritos. Todo ello cuando, por lo menos, las audiencias aún las generaban los informativos, y aún no se había impuesto la disfunción cultural de los reality.
La prima de la Campanario, la 'princesa del pueblo' y Marhuenda
Para filosofar hay que tener el estómago lleno, pero la calidad de la comida es consustancial a la de las opiniones. Y así nos va, “nos queremos casar con la Princesa Corina y que a nuestros hijos los eduque Hermano Mayor”, critica Cubells en su libro. Tanto, que en una conversación que tuvo con una “ejecutiva importante”, ésta le aseguró que Mujeres, hombres y viceversa era el reflejo de los jóvenes actuales y que nosotros no nos acordamos, pero en realidad cuando teníamos esa edad sólo pensábamos en ligar y esas cosas.
“Eso, cuando te lo dice una directiva de alto nivel, te asustas un poco, la verdad. Sobre todo cuando notas que hay un punto importante de convicción en sus palabras”, lamenta la periodista. Por eso, confiesa que “casi prefiero aPaolo Vasile, cuando espeta que ‘si se hicera la tele que me gusta de verdad, no sería negocio’”. Sí, el mismo que dijo que dijo que Belén Estebanera la precursora del 15-M.
El negocio al que alude Vasile, consejero delegado de Mediaset España (Telecinco, Cuatro, LaSiete, Divinity...), se basa en que personajes anónimos, pero con ganas de gresca, inunden la pantalla. Este es el caso por ejemplo, de "la prima de la Campanario", a la que ni siquiera conocía, "pero el caso es que dijo que era mala", explica la autora. La joven había contactado con el programa un tiempo atrás, había explicado más o menos lo que quería decir de la Campanario, y la dirección de la cadena la compró. La chica pasó la entrevista previa con la redactora que le asignaron y la noche de autos se plantó allí con su poca consciencia y sus nulos escrúpulos. Este suele ser el procedimiento habitual.
Al mismo tiempo, la televisión también encumbra como "reputados periodistas" a profesionales como Paco Marhuenda, el inefable director de La Razón, apunta no sin cierta ironía Cubells. La clave de su "reputación" y omnipresencia en tertulias de todo el espectro ideológico, no es otra que el juego que da. "Sus declaraciones, entre patéticas y peligrosas, hacen las delicias de los espectadores progres, soliviantados ya y que se soliviantan más cuando oyen sus exabruptos. Luego lo tuitean, Paco se convierte entrending topic, el programa causa revuelo aunque no aporte gran cosa, y todos tan contentos. Paco se cree un estadista y la cadena hace caja".
Una realidad que la denominada 'princesa del pueblo' describió a la perfección en una de sus intervenciones más aclamadas en el programa Sálvame: "Pues a lo mejor no tenemos estudios, pero tenemos una silla que si la tenemos ahí es por algo". El colmo pues, de los ‘estímulos intelectuales’ negativos que describe Cubells, es que retuitear las sandeces que vemos en televisión, lo que agranda la bola no ya sólo de la desinformación, sino del universo delatontamiento "de evasión", donde las camareras multiplican su sueldo por veinte en una noche, como explica en ¿Y tú que miras?
Este es el caso de Arantxa, una chica que se había acostado en algunas ocasiones con Fran Álvarez, el entonces marido de Belén Esteban. A pesar de que los productores del programa DEC la persiguieron con ahínco no quiso participar en el circo. Finalmente, el dinero la hizo sucumbir: 90.000 euros por una primera aparición. El resultado de haber cazado su testimonio fue queDEC tuvo un 15,6% de audiencia y Sálvame Deluxe, su firme competidor, un 12,1%. Por tanto, Cubells lanza una reflexión: "Piense con el corazón y con la cabeza qué habría hecho usted en lugar de Arantxa. Y quién es de verdad el responsable".
"El Gran Hermano es como la vida"
Para mayor muestra, algunas grandes frases televisivas que la autora recopila al azar de varios concursantes de Gran Hermano. Ese programa en el que su presentadora (periodista), Mercedes Milá, ya nos advirtió certeramente de lo que se nos venía encima: “Vamos a entrar en el futuro” y “GH es como la vida”. Pues esta es nuestra vida, en pinceladas al azar:
-“Me encanta ir de compras, hablar por teléfono y marujear”.
-“En otra vida fui sirenita, me encanta porque es muy femenina”.
-“Hago siempre lo que me da la gana”.
-“Lo que me gusta es posar”.
-“Me gustan las mujeres femeninas, y sobre todo que no sean pesaditas, por favor”.
-“Me preocupa la vida en mi comunidad, por eso me he afiliado a las Nuevas Generaciones del PP”.
-“España necesita un ídolo y eso soy yo, el feroz”.
Este es el futuro que describía Milá, y que ha llegado hasta las televisiones públicas, que no se mantienen ajenas a la programación de realitiesen sus parrillas. Como explica Cubells, la tele importa mucho, “lo que sale en pantalla influye si es con buena intención, y también si es con mala intención. Así que tenemos entre manos un material hipersensible”. Informar, formar y entretener era la esencia y el objetivo con el que nació la televisión pública, unas buenas intenciones que debieron traspapelarse cuando RTVE digitalizó todos sus contenidos.
La información no es un derecho, el entretenimiento sí
A pesar de la evolución en los últimos años de la televisión pública, y en contra de los informes del Consejo de Informativos de TVE, que ha denunciado en repetidas ocasiones los ataques a la pluralidad informativa, la desinformación y el sesgo de los tratamientos, la Academia de las Ciencias y las Artes de la Televisión sigue viviendo en otra realidad paralela.
En su informe titulado El nuevo escenario de la televisión estatal explica que la programación de la televisión pública debe ser informar, entretener y formar, ofreciendo un servicio público, con unos contenidos de calidad y una oferta variada que atraiga a la audiencia mayoritaria, sin recurrir a la banalidad, ni a la invasión del honor o de la intimidad de ningún personaje público o privado. Lo que “debe ser” está en sus estatutos desde hace más de tres décadas, y asistimos impávidos a su continua vulneración.
En un juego tipográfico, Cubells denomina esta situación el (o)caso de TVE: “Tuvo sus años de sosiego, de pluralidad, de transparencia, de crédito, de prestigio. Tuvo su tiempo de ponerla y no avergonzarte. De buscarla cuando sucedía algo. De sentir que era la tele pública que merecíamos, educados ya como estábamos en democracia y audiovisualmente maduros. Tenía fisuras, sí. Pero sus informativos, por ejemplo, fueron impecables”, recuerda con añoranza la periodista. Sin embargo, lamenta, estamos asistiendo “a un desprestigio importante de la imagen de la tele pública, un goteo de noticias delirantes, absurdas o patéticas, y una audiencia que va cayendo y cayendo”.
La información es un derecho, básicamente porque sin ella no hay conocimiento libre ni pluralidad, y sin ello no contamos con las herramientas necesarias para poder opinar de política, votar y, en definitiva, elegir a nuestros representantes políticos. Al menos, así se interpretó jurídicamente para darle el estatus de derecho a la información, tanto en la Declaración de Derechos Humanos como en la Constitución Española, en su artículo 20.
Como explica el profesor de Derecho Constitucional de la URJC y portavoz de UPyD en el ayuntamiento de Madrid, David Ortega, en uno de los manuales sobre derecho a la información referentes en las facultades de periodismo, la información condiciona la existencia de una opinión pública libre y el pluralismo político, lo que es un requisito fundamental para un Estado democrático y del que trascienden los demás derechos. Sin embargo, la afirmación resignada de Cubells sigue irrumpiendo en nuestras cabezas: “Sí, esa gente sí vota”. O más bien vomita, pues la comida basura no alimenta, y no es apta para el estómago.
La pedagogía televisiva es "racismo intelectual"
Los utópicos de la red predijeron que esta regresión cultural (y democrática) se solventaría con la universalización del acceso a los contenidos de internet, pero parece que hasta ahora no ha valido para nada la caña al no saber cómo pescar. Para el periodista y ensayista Pascual Serrano, internet sólo está sirviendo hasta ahora para prolongar aún más la agonía de la sociedad teledirigida.
Como explicaba recientemente a El Confidencial, a propósito de su último libro La comunicación jibarizada. Cómo la tecnología ha cambiado nuestras mentes (Península), “sólo tenemos que mirar a nuestro alrededor para comprobar cómo estamos sufriendo una pérdida de nuestra autonomía de pensamiento. No seamos ingenuos y no creamos que por el hecho de realizar varias tareas al mismo tiempo, como ‘retuitear’ al tiempo que vemos la televisión y navegamos por la web, nos convierte en unos superdotados. Se trata de todo lo contrario, nos volvemos superficiales y nos ‘jibarizamos’”.
A pesar de todo lo expuesto, siempre será mejor no comentar la deriva del mundo televisivo en público, porque, como ha advertido Vasile, el capo italiano de los medios audiovisuales: "Estas afirmaciones forman parte de una visión pedagógica de la vida y responden a un racismo intelectual". ¡Chapó!
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