“Cuanto más se les consiente y se les soporta, peor responden. Sólo entienden del palo”. Este es el tratamiento que Gregorio Peces-Barba postula para los católicos, según consta en un artículo firmado por él ayer domingo –día de máxima difusión de la prensa– en el diario El País. El texto de Peces-Barba, que lleva por título “La laicidad, objetivo de la democracia en España”, lamenta el hecho de que el “espíritu laico” deba todavía coexistir “con una Iglesia católica que vuelve por sus fueros y por su prepotencia”.
Para Peces-Barba, que renegó hace años de su militancia cristiana juvenil (se doctoró con una tesis sobre el filósofo católico Jacques Maritain, hoy rumbo a los altares), “España ha sido una de las grandes perjudicadas del clericalismo”, un mal que sigue “sufriendo en sus carnes con la democracia, cuando todavía hay demasiada contemporización” con los católicos.
Como ejemplo de esa transigencia excesiva, Peces arguye que “en cuanto se les presenta la ocasión, (los católicos) dicen que no se puede votar a partidos que apoyan el divorcio, el aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo”.
Para silenciar definitivamente a los católicos, el ex democristiano Peces Barba pide “al menos dos medidas: la derogación de los acuerdos con la Santa Sede y la supresión de la enseñanza reglada de la religión”.
Para el catedrático, los cristianos españoles “son partidarios de todo lo que representa doña Esperanza (Aguirre) y no se puede esperar nada”, menos aún “neutralidad y juego limpio”, en tanto que “la regla” de comportamiento de la jerarquía católica pasa por “la deslealtad a las autoridades civiles”.
Por todo ello, Peces-Barba propugna llegar a “la última meta” de “la laicidad”. Una afirmación sorprendente en un padre de la Constitución, en tanto que esta convierte a España en un Estado aconfesional e indica que las confesiones y los poderes públicos mantendrán “relaciones de cooperación” en bien de la sociedad.
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