lunes, 13 de abril de 2009
Jornada Mundial de la Juventud en Madrid
Fue «una procesión única en la historia de Madrid». Así lo dijo el cardenal Antonio María Rouco Varela, acompañado por doscientos jóvenes de las diócesis madrileñas en la tarde del Viernes Santo. Llevaban por las calles de Madrid la Cruz de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Apenas 48 horas después de que aterrizara en Barajas, celebraban así el primer acto de preparación para las Jornadas, un evento que pondrá a prueba a la Iglesia española en 2011 y puede atraer a más de dos millones de personas llegadas del mundo entero. Nada más concluir los oficios del Viernes Santo, una procesión muy distinta de las habituales en Semana Santa salía de la Catedral de la Almudena. Sin trono ni flores, iniciaba su camino la sencilla cruz de madera, de casi cuatro metros de alto y unos 40 kilos de peso. El ritmo lo marcaban los tambores y trompetas de la banda municipal de música de Consuegra, que abría la marcha. «Costaleros» peculiares Escoltados por decenas de antorchas y miembros de la Hermandad de la Almudena, los «costaleros» de la cruz no vestían túnicas ni capirotes, sino las camisetas oficiales de la Jornada Mundial de la Juventud, las mismas que lucieron en la Plaza de San Pedro de Roma el Domingo de Ramos, cuando tomaron el testigo de los jóvenes australianos. En ellas se lee el lema: «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe». Algunas chicas llevan en el pelo lazos blancos, signo de la lucha en defensa del derecho a nacer. Con los jóvenes va el cardenal Rouco y numerosos sacerdotes. El Papa Benedicto XVI sabía que la cruz saldría en procesión en Madrid y el pasado lunes expresó su alegría porque fuera «aclamada y venerada» en las calles de Madrid. La Delegación de Juventud de la diócesis convocó por e-mail y SMS a la procesión. «En Roma no pude acercarme a la cruz y ahora no podía dejar pasar esta oportunidad», asegura Cristina, del Movimiento Calasancio, antes de llevar sobre sus hombros un madero que ha dado ya varias vueltas al mundo: de Buenos Aires a Toronto, de Manila a Czestochowa... «Para mí es una oportunidad de abrazar una cruz en la que va toda la humanidad», comenta el madrileño Pepe. En la Catedral, abarrotada con jóvenes de pie y familias con niños, el cardenal Rouco predicó sobre la cruz y el coraje de ser cristiano e invitó a pensar «qué papel tendríamos cada uno si hubiéramos estado en la Pasión, si el de un Judas traidor, un Pedro que niega a su Maestro o unos apóstoles que salen huyendo». Turistas japoneses, franceses y alemanes, numerosos en el centro de la ciudad en estas fechas, hacen fotos desde los balcones y las calles a una procesión que no tiene mayor valor artístico pero que hace historia. Bajo un cielo gris, que chispea, miles de madrileños siguen expectantes el paso de la cruz que Juan Pablo II entregó a los jóvenes del mundo en 1984. Hay gente que mira su «planning» de procesiones y no le cuadran los horarios. Otros miran al fondo, buscando al Cristo de los Alabarderos, que sale del cercano Palacio Real. Éste, custodiado por la Guardia Real, cumplirá en la Plaza de la Villa dos horas más tarde de que lleguen los jóvenes con su cruz. Un encuentro frustrado Según lo previsto, en la plaza de Canalejas la Cruz de los Jóvenes debía encontrarse con el Jesús de Medinaceli, el paso más venerado de Madrid. Sin embargo, al sobrepasar la Casa de Correos se confirma que el Cristo no saldrá de su Basílica. El Cristo, una talla policromada del siglo XVII con una larga melena de cabello natural y túnica bordada en oro se ha quedado en casa ante la amenaza de lluvia. «Aunque llueva o granice, nosotros somos jóvenes y valientes y llevaremos nuestra cruz a cuestas», había avisado por la mañana el delegado de juventud diocesano, Goyo Roldán, cuando daba las instrucciones sobre cómo ir en procesión: alineados, con un cuerpo de diferencia y solemnidad. A pesar de estos contratiempos, el cardenal Rouco cumplió con la estación de penitencia prevista en la calle Sevilla y animó a los presentes a iniciar una «Olimpiada del Espíritu» hacia 2011 acompañando a la Cruz por toda la geografía española. De hecho, está previsto que el próximo año haga el Camino de Santiago con motivo del año Jubilar. A las nueve de la noche la Cruz llegaba a la iglesia de San José entre aplausos y con el «Victoria, tú reinarás» de fondo. Tras la bendición final, el cardenal no inició el habitual himno de la Almudena sino el «María, sálvame», en recuerdo «a la Semana Santa de mi infancia en Villalba, hace ya sesenta años, que tenía como uno de sus momentos fuertes la procesión de la Soledad».
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