sábado, 10 de junio de 2017

Científicos e inventores: grandes sacerdotes que han cambiado nuestras vidas

Ideas dignas de la Feria de París, del concurso Lépine de inventos y de todos los premios de innovación… ¡Estas invenciones de sacerdotes y canónigos han revolucionado nuestra visión del universo!

Los anteojos

Roger Bacon (1214-1292), es considerado como el lingüista más grande de su tiempo y también se le llama “doctor admirable” por su erudición. Nació en Inglaterra en Dorsetshire, estudió arte en Oxford, luego en París y terminó por unirse a los franciscanos. Inventó entre idas y venidas la bomba de aire, la cámara oscura y la pólvora. Filósofo, sabio y alquimista, es uno de los fundadores de la óptica, el inventor de los primeros anteojos contra la presbicia y describió con precisión el funcionamiento del ojo.
Luis Figuier, en su obra Vida de los sabios ilustres, dijo de él: “Este monje, desconocido y horriblemente perseguido durante su vida, es la figura científica más grande de la Edad Media. Es el genio más vasto y más completo que produjo Europa en este largo periodo”.

¡Es la Tierra la que gira en torno al Sol!

Nicolás Copérnico (1473-1543) fue un monje y astrónomo reconocido como el primer pensador moderno en haber considerado que la Tierra gira alrededor del Sol, y no al contrario. Después de sus estudios de arte en la Universidad de Cracovia, descubre la medicina, las matemáticas y, sobre todo, la astronomía en la Universidad de Bolonia (Italia). Su teoría astronómica del “heliocentrismo” revolucionó los conceptos antiguos y medievales del universo. La Iglesia católica aceptó definitivamente la idea en 1830.

El padre del champán

Pierre Pérignon (1638-1715) fue un monje benedictino, cillerero del monasterio de Hautvillers, cerca de Épernay, en la región francesa de Champaña-Ardenas. Apodado honorablemente como “Dom Périgon”, habría descubierto el método controlado para hacer vino espumoso de Champaña en botella, también llamado “método champenoise”. Sobre todo desempeñó un papel fundamental en el desarrollo del arte del ensamblaje.

La radiestesia

El abad Alexis Bouly (1865-1958) descubrió un talento de zahorí, un don que consiste en detectar las capas de aguas subterráneas y en evaluar su profundidad e importancia. Inventa entonces la palabra ‘radiestesia’, compuesta del latín radius, ‘varilla’, y del sufijo –estesia (derivado del griego aesthesis, ‘sensación’).
Después de la Primera Guerra Mundial, el ministerio de la Guerra recurrió a sus servicios para detectar los obuses no explosionados en el campo de batalla de Champaña, de Aisne y Artois, lo cual le valió la condecoración de la Legión de Honor en 1950 por los servicios prestados a la nación.

Del ‘blanc-cass’ al kir

Félix Adrien Kir, (1876-1968) fue elegido alcalde de Dijon en 1945, que combinó con su cargo de canónigo. Desde hacía décadas, los alcaldes tenían la costumbre de servir a sus invitados vino blanco aderezado con crema de casis (una grosella negra). Pues este buen canónigo fue su mayor representante comercial, dada la multitud de recepciones y hermanamientos entre localidades que realizó durante sus mandatos.
Así que no fue el inventor de verdad, pero convirtió esta bebida sin nombre en un cóctel famoso más allá de las fronteras de Francia y, además, le puso su apellido. La receta es rigurosa: 1/3 de crema de casis y 2/3 de vino blanco aligoté.

De la ‘mandarinette’ a la clementina

Vital Rodier (1839-1904) pasó a llamarse fray Marie-Clément cuando entró en los Hermanos de la Anunciación, antes de partir como misionero a Argelia, donde se convertió más tarde en padre espiritano. Responsable de un vivero de unas veinte hectáreas cerca de Orán, hizo un descubrimiento sorprendente al cruzar un mandarinero con un naranjo amargo.
Entre los rosales y las cepas cítricas, don Clément creó (o descubrió por polinización) un híbrido que al principio fue bautizado como ‘mandarinette’, una especie de mandarina sin semillas y de color más brillante. Por este descubrimiento y su posterior desarrollo, obtuvo la medalla de oro de la sociedad de agricultores de Argelia y, veinte años después de su muerte, esta misma sociedad dio al fruto el nombre de “clementina”.

El Big Bang

Georges Lemaître, (1894-1966) fue un canónigo, astrónomo y físico belga. Su “teoría del átomo primigenio”, que describe un universo que comenzaría con una singularidad inicial que podría explicar el origen del universo, constituye el fundamento de la teoría del Big Bang. En 1960, Juan XXIII le nombró presidente de la Pontificia Academia de las Ciencias.

La cocina solar más grande del siglo XIX

El padre Manuel Gomes (1868-1933), apodado Padre Himalaya, construyó en 1900, después de varios experimentos, su propia cocina solar: la más grande de la época, con más de 7 metros de diámetro, por lo que obtenía por primera vez una temperatura de 1500 grados, permitiendo incluso la fusión del hierro. Su objetivo era obtener nitrógeno para fertilizantes químicos para agricultura, algo que desde mucho era una preocupación de la industria.

La cafetera

Jean Baptiste de Belloy (1709-1808) fue obispo de Marsella, arzobispo de París y cardenal. Hacia el 1800, inventó el sistema de la percolación del café, que hasta entonces se tomaba por infusión. Este invento dio lugar al nacimiento de la cafetera.

La cámara lenta

August Musger (1868-1929) fue un sacerdote y físico austriaco. Sobre todo es famoso por haber inventado el ralentí o cámara lenta, que crea un efecto especial en la captura de la imagen que permite un ligero retraso, útil para el cine y la televisión.

El ‘tékaphone’

El padre Pierre Kaelin (1913-1995) fue un maestro, director de coro, compositor e inventor francés. En 1947 creó el ‘tékaphone’, que presentó en Lausana (Suiza) y en Nueva York. Este aparato, que permite recuperar y sincronizar el sonido registrado, es el ancestro del contestador automático. Perfeccionó también los sistemas de voto con botones. Se dice del padre Kaelin que tenía una idea por cada paso que daba… y que si tenía una tarde libre, la aprovechaba para fundar un coro.

El transpositor para órgano y piano

El abad Clergeau (fechas de nacimiento y muerte desconocidas) vendía pequeños órganos y armonios. Él es el inventor de transpositor para órgano y piano. Según el manual, “el efecto de este mecanismo sobre el órgano o sobre el piano es el de transportar el lugar del organista o pianista, es decir, que, interpretando una pieza en el tono que está escrito, el organista puede aumentarla o disminuirla en medio tono, un tono, un tono y medio, dos tonos, tres tonos, etc.”.

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