miércoles, 3 de diciembre de 2014

Caligrafía, educación y futuro: examinando los argumentos


La entrada del pasado domingo sobre los cambios en la educación infantil en Finlandia ha generado, como esperaba, un importante debate a nivel general, no solo en esta página, sino en muchos otros sitios, cuyos argumentos fundamentales me parece muy interesante recoger.

Empecemos por puntualizar: como bien fue aclarado, primero a través de este comentario en Slashdot y posteriormente por muchas otras personas con conocimientos de finlandés o experiencia en ese país nórdico, la noticia no dice que no se vaya a enseñar a los niños a escribir. Lo que se elimina del curriculum no es la escritura como tal, sino la caligrafía, como parte de un plan que aún está en estudio. Se introduce un énfasis en la enseñanza del uso eficiente del teclado, y se propone eliminar los ejercicios destinados a adquirir soltura con las cursivas, con la escritura manuscrita. Por supuesto, esto no conlleva que los niños no aprendan a escribir, simplemente que no harán ejercicios destinados al perfeccionamiento de esa letra, porque, sencillamente, no se considera práctico. Punto en el que estoy, no hace falta decirlo, completamente de acuerdo.
La primera parte de los comentarios, hechos obviamente sin poner demasiada reflexión en ellos, se contesta muy rápido: tranquilos, no vamos a convertir a los niños en analfabetos ni en ágrafos. Seguirán aprendiendo las letras y seguirán sabiendo escribir. Simplemente, se propone dar más énfasis a la escritura en teclado – físico o virtual – que a la escritura en papel. Es decir, se pasa a privilegiar el soporte en el que los niños van a trabajar más a menudo durante toda su vida. Si saltaste como un poseso a protestar contra una generación de niños que no sabrían escribir, ajusta esos resortes y mejora tu razonamiento crítico.

Una cuestión muy repetida, supongo que derivada de la aparente sofisticación del argumento, fue el supuesto efecto de la escritura en la enseñanza de la psicomotricidad fina. Un argumento que ignora una cuestión fundamental: la psicomotricidad fina se puede entrenar de muchísimas maneras, y las mejores no son precisamente la escritura, sino las manualidades o el dibujo. Pretender que por practicar menos la caligrafía vamos a tener una generación de niños torpes y carentes de habilidades motoras es, sencillamente, absurdo.
Otra cuestión relacionada con las interpretaciones radicales: nadie pretende eliminar el dibujo. Posiblemente, en el futuro, una gran cantidad del dibujo tenga lugar con algún tipo de dispositivo electrónico y sobre una pantalla en lugar de un papel, pero eso permitirá exactamente igual el desarrollo de la psicomotricidad fina – posiblemente mejor aún, porque se eliminan determinadas limitaciones.
La escritura no es una habilidad natural del hombre. El uso de un lápiz y un papel para, utilizando un código determinado, representar ideas o conceptos en un papel es algo que proviene de un contexto histórico determinado, en el que el papel y el lápiz eran la manera más adecuada y más eficiente de hacer eso. Actualmente, el uso del papel y el lápiz ya no es ni el método más rápido, ni mucho menos el más eficiente, ni proporciona muchas de las ventajas que se obtienen de la escritura electrónica. Es más: el uso del papel y el lápiz funciona como un “corsé mental”, algo que se interpone en la posibilidad de refinar el texto en ediciones sucesivas.

Pensar que por no practicar la caligrafía manual vamos a obtener una generación de niños que escriban peor es sencillamente absurdo: de hecho, obtendremos una generación de niños que escriban MEJOR, porque crecerán acostumbrados a escribir pudiendo corregir y cambiar la estructura de lo que escriben sobre la marcha, algo que también es mejor de cara al desarrollo intelectual y cerebral (razonamiento abstracto y conceptual frente a pensamiento lineal y secuencial). No encontrarás ningún neurólogo mínimamente serio que sostenga que no practicar caligrafía determine una pérdida de funciones cerebrales. Ni uno.

Escribir en una pantalla es, sencillamente, SUPERIOR a hacerlo en un papel, por mucho romanticismo que el papel y el lápiz pueda evocar. Por supuesto, el mismo tipo de argumentos fueron utilizados en cada uno de los cambios que la escritura ha vivido a lo largo de la historia, o en general, en cada cambio tecnológico. Pero la cuestión es tan clara como que hoy en día, nadie escribe con grabados cuneiformes en piedra, ni sobre papiro, ni utilizando una pluma de ave mojada en tinta… y eso no nos ha convertido en más ignorantes. Frente a los que dicen que “hay que sumar, no restar”, les reto a intentar aprender la totalidad de las tecnologías utilizadas a lo largo de la historia de la humanidad para hacer cada cosa: es, sencillamente, un argumento absurdo. Las tecnologías prevalecen hasta que son sustituidas por una tecnología mejor, y después, van convirtiéndose en residuales y cayendo en el abandono. Es una dinámica que hay que aceptar: no hacerlo nos convierte en ignorantes.

Uno de los argumentos más absurdos que he leído en varias ocasiones y foros es el que compara la escritura con las matemáticas: “entonces, por la misma regla de tres, ¿por qué no dejamos de enseñarles a sumar y a restar, y les damos una calculadora?” Obviamente, nada que ver. Las matemáticas suponen la adquisición de un conocimiento y una estructura necesarias para entender el mundo en que vivimos: aprendemos matemáticas porque nos ayudan a relacionarnos con el entorno que nos rodea, porque nos permite llevar a cabo infinidad de operaciones que nos ayudan a conceptualizar la idea de cantidad, o convertir en tangibles una serie de conceptos que de otra manera tendríamos que tratar como abstractos. Contar, sumar, restar, multiplicar o dividir responden a necesidades específicas, a soluciones a problemas que se plantean en la vida real, y aprender a solucionar esos problemas nos ofrece más grados de libertad a la hora de enfrentarnos a ellos. La calculadora simplemente nos ayuda a hacer más rápido esos cálculos, y la introducimos en el sistema educativo, si se hace correctamente, una vez que hemos entendido los conceptos de las tareas que pretendemos llevar a cabo. La caligrafía, en cambio, no tiene nada que ver con eso: cuando se hace a mano: la escritura es una barrera que me condiciona la forma de expresarme, que limita la creatividad al imponer trabas a la edición, y que, si puede ser perfeccionada por una tecnología mejor, debe ser perfeccionada. De hecho, no lo olvidemos, ya ha sido perfeccionada. Lo que aquellos que claman a favor de la caligrafía pretenden es que sigamos enseñando a los niños a utilizar un método de expresión obsoleto, que van a utilizar en muy pocas ocasiones en su vida adulta, y que ofrece infinidad de inconvenientes con respecto a la escritura con un teclado y sobre una pantalla.

Otro razonamiento que no termino de comprender es el que aduce la necesidad de contar con métodos alternativos en el hipotético caso de que no contemos con un dispositivo que nos permita escribir con un teclado y una pantalla: todo tipo de preocupaciones que van desde el momento en que nos quedamos sin batería, hasta nada menos que una hipotética tormenta solar que aniquila todos los dispositivos electrónicos de la faz de La Tierra (es una de mis historias favoritas, porque recuerda exactamente los temores irracionales que existían en la Edad Media sobre la catástrofe que supuestamente acabaría con el mundo en el año 1000). A quienes exhiben ese razonamiento, conviene recordarles, primero, que no vamos a impedir que los niños escriban, simplemente vamos a reducir el número de horas que dedicamos a un tipo de escritura en particular: repetimos, no vamos a crear analfabetos ni ágrafos, simplemente personas que se expresarán mucho mejor con un teclado que con un lápiz. Tampoco se va a prohibir escribir, como si estuviésemos en una novela de Ray Bradbury y propusiésemos quemar todos los lápices y todo el papel: simplemente, se hará menos énfasis en la caligrafía. Además, es recomendable también recordar que la evolución de la tecnología lleva a que las baterías duren cada vez más y a que los dispositivos sean cada vez más baratos y omnipresentes. Y por supuesto, que incluso en el hipotético caso de una catástrofe provocada por una tormenta solar que destruyese todoslos aparatos eléctricos, eso no destruiría nuestra capacidad de volverlos a fabricar. A quien pretenda que la humanidad retrocederá de repente a la era previa a la electricidad y que, además, permanecerá en esa distópica situación a partir de ahí, habrá que recomendarle simplemente… que vea menos películas.

Sin duda, un debate interesante. Pero sobre todo, un debate que conviene continuar: en la educación, junto con la caligrafía, deberían caer muchas cosas más. El uso del papel, por ejemplo, debería reducirse hasta convertirlo en algo residual. Los libros, como ya he expresado en otras ocasiones, deberían ser sustituidos por la red, por repositorios de conocimiento interconectados y por la enseñanza del razonamiento crítico que permite cualificar fuentes de información, porque no se puede enseñar a los niños que el conocimiento está en un soporte cerrado entre dos tapas de cartón. Las metodologías que desarrollan el trabajo en grupo y las habilidades de presentación y expresión deberían sustituir al ejercicio indiscriminado de la memorística. Y como eso, muchas cosas más. La enseñanza a los niños no tiene que partir de lo que aprendíamos nosotros cuando teníamos su edad, sencillamente porque nosotros vivimos en otro contexto, y es absurdo educar a los niños para vivir en el contexto histórico en el que vivieron sus padres – o incluso, sus abuelos. Todo lo que sea perpetuar metodologías “porque siempre se hicieron así” debería ser desterrado, para dar lugar a instituciones educativas que de verdad preparen a los niños para la vida en el contexto histórico, cultural y tecnológico que les ha tocado vivir. Lo demás, es puro inmovilismo.

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