sábado, 19 de julio de 2014

La crisis educativa es una crisis del hombre: ya no creemos en la naturaleza humana (I)

Carlos Jariod: la Escuela católica tendría mucho que decir si se levantara de la “derrota” infringida por “el relativismo y el nihilismo”

Aunque de título alarmante S.O.S. Educación. Raíces y soluciones a la crisis educativa (editorial Digital Reasons), Carlos Jariod, filósofo y presidente de la Asociación de Profesores Educación y Persona, subraya que hay razones para la esperanza si volvemos a la persona-alumno ya que “el docente está ante alguien que es poseedor de una dignidad y una libertad que hay que ayudar a madurar educativamente. Significa, entonces, que no podemos reducir al alumno a la categoría de ciudadano (democrático), de fiel de una religión o de consumidor”.

El experto acentúa que la educación “exige referentes objetivos que el alumno debe descubrir y verificar acompañado por el profesor”. Cree que
la Escuela católica tendría mucho que decir si se levanta de la “derrota” infringida por “el relativismo y el nihilismo” y deja de “tener miedo de relacionar a Cristo con todo”, pero puntualiza que el camino “no es el confesionalismo o un moralismo asfixiante y mojigato”, porque “una educación cristiana debe ser integral y cuidadosa con la libertad del alumno”.
 
-¿Por qué esa llamada de socorro con que titula su libro? ¿Es necesaria una terapia de choque?
La educación es de una extrema importancia para la vida de la persona y para la vida de la comunidad. Desde hace años sabemos que hay indicios evidentes que nuestro sistema educativo es muy mediocre, no responde a las demandas de las familias ni a las necesidades de nuestra sociedad. No parece que haya salidas claras y nos movemos en un ambiente de apatía y desazón. Cunde el desánimo. Pero sí hay salidas. Nos jugamos el futuro de nuestros jóvenes y de nuestro país.

-¿Cuáles son las raíces de esa deriva educativa que nos lleva a la situación actual?
La crisis educativa es una crisis del hombre, una falta fe en el ser humano: ya no creemos en la naturaleza humana, portadora de  deseos de bien, belleza y verdad que dan fundamento a la existencia. El relativismo y el nihilismo son los grandes enemigos de la educación. Pero también una concepción de la escuela en la que la igualdad se absolutiza y se convierte en igualitarismo, con lo cual toda autoridad queda disuelta. Esto es incluso válido en cuanto al saber y hasta en lo que respecta a la organización escolar: el alumno construye sus propios esquemas y el docente es un mero observador.

Todo ello impide salir de la crisis. Se necesita un nuevo paradigma educativo.

-Afirma que nuestra civilización no cree en el hombre, de ahí que apueste en el fondo por no educar, ¿podría ampliar este planteamiento?
La crisis educativa es una crisis antropológica, en efecto. Desde la modernidad hasta nuestros días se ha cuestionado con cada vez más fuerza la existencia de la naturaleza humana y la pervivencia de unos valores morales objetivos. También de la misma metafísica. Cuestionar lo anterior supone una ruptura con el legado griego y cristiano que configura Europa y su cultura. A cambio, se ha instalado el relativismo, el escepticismo y el nihilismo. Son planteamientos que surgen especialmente en el siglo XIX y que dominan la mentalidad actual. Pero, como ya sabía Sócrates, con el relativismo y el escepticismo no hay educación posible: lo que existe es manipulación.

-Es categórico cuando subraya que "el relativismo y el nihilismo destruyen la educación", ¿por qué?
La educación exige referentes objetivos que el alumno debe descubrir. Y lo hace de la mano del maestro, que es portador de una tradición sin la cual no hay relación educativa posible. La objetividad de esos referentes (científicos, artísticos, morales, históricos o religiosos) es un dato primario indiscutible y que por supuesto deben someterse a verificación. La objetividad siempre debe estar sometida a crítica. Ésta es, por cierto, una de nuestras herencias culturales, que el alumno educado debe asimilar.

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