Invitado: Roberto Esteban Duque
Cuando cualquier analista político coincidiría en demostrar el hecho de la contribución de la Iglesia católica al éxito de nuestro proceso de transición democrático.
El entonces sociólogo de relativo prestigio, José Ignacio Wert, realizó en septiembre de 2007 una injusta valoración sobre dicha contribución, suspendiendo a la Iglesia en su calificación, al tiempo que otorgaba puntuaciones muy altas al Rey de España, Juan Carlos I, que obtenía un 8.1, a la prensa y los medios de comunicación, con un 7.1, o incluso concediendo un 7.9 a Adolfo Suárez y un 6.6 a Felipe González.
El ahora ministro de Educación, Cultura y Deporte, abunda en el desprestigio hacia la Iglesia, cediendo al objetivo fundamental del laicismo: sacar fuera de las aulas la asignatura de religión católica en España. ¿O no es expulsar del sistema educativo la asignatura de religión cuando sus horas lectivas se ven reducidas a la mínima expresión, rebajando los salarios de muchos docentes y abriendo paso a inminentes despidos? Lejos de estar consolidada en el sistema escolar español, la asignatura de religión permanece sometida al yugo arbitrario del poder político.
Wert parecía llenar de júbilo a los obispos el año pasado, al apostar por una asignatura alternativa a la enseñanza de la religión y por encontrar una correcta valoración y evaluación de la misma en el sistema educativo. En realidad, el ministro de Educación no hacía nada extraordinario si hacemos un análisis comparado de la situación de la enseñanza de la religión en Europa. Existe una asignatura alternativa a la enseñanza de la religión en Alemania, Austria, Finlandia, Noruega y Suecia, y existe como asignatura de libre elección en Bélgica, Holanda, Italia e Irlanda. En Portugal el modelo es parecido al de España: oferta obligatoria en los centros, pero de libre elección por los alumnos. Salvo en Francia, la religión es una asignatura consolidada en el sistema escolar.
Pero los agravios del ministro Wert hacia la Iglesia católica se dejan sentir con la campaña de derribo y acoso -incluso descrédito- hacia la asignatura de religión que parece haberse iniciado al atribuir la regulación de la asignatura a la competencia de las diversas comunidades autónomas, creando un insalvable desfase entre comunidades y rebajando la entidad de la asignatura para verse reducida a la categoría de lo puramente testimonial.
El ministro Wert decidió bajar a la mitad el horario mínimo semanal de la clase de religión en Ceuta y Melilla, provocando el pasado mes de mayo la aflicción de los obispos del sur de España, que emitieron un comunicado enojoso por el tratamiento que el Gobierno de España concedía a la asignatura de Religión en la LOMCE, una “inadecuada regulación de la Religión en los niveles de Educación Infantil y Bachillerato, que pueden quedar sin enseñanza religiosa”.
A la España Laicista, hostil a la peculiar historia religiosa nacional y negadora del derecho de los padres a elegir la educación para sus hijos; a la España de la secularización, orientada con servilismo hacia una degradante laicización, ajena en la práctica a los Acuerdos con el Vaticano y la normativa de la Constitución, se asimilan, además de Ceuta y Melilla, las comunidades de Asturias, Canarias y Galicia, anunciando que también recortarán el tiempo dedicado a Religión. En Asturias, el PSOE no perderá el tiempo en una asignatura necesaria para la formación cultural integral de niños y jóvenes, invirtiéndolo mejor en más horas de inglés y en mantener Educación para la Ciudadanía. En Galicia, gobernada por el PP, se liberan de la caspa religiosa y restringen su enseñanza otorgando mayor entidad a matemáticas.
O se revisan los Acuerdos con el Vaticano (algo que no parece necesario en la actualidad) o se respetan dichos acuerdos internacionales, y entonces el ministro no debería continuar echando un pulso jurídico permanente a la Iglesia como lo está haciendo con flagrante procacidad. Es verdad que Wert no cedió al chantaje de las demandas y reivindicaciones de las asociaciones laicistas españolas, cuyo objetivo es impulsar la campaña dentro del Consejo Escolar de Estado para que la asignatura de religión no sea evaluable y no tenga alternativa. Sin embargo, el ministro de Educación parece sentar las bases para la consecución del objetivo final de dichas organizaciones, que no es otro que la salida de la religión del horario escolar, al convertir la asignatura en algo insustancial con la reducción de horas lectivas.
Hay muchas formas de cerrar el permanente conflicto de la asignatura de la religión, sin estar subyugados a las presiones laicistas o al coyuntural poder político. Reconocer de una vez y apreciar el bien de la enseñanza religiosa para la formación y educación integral de la persona es el modo más idóneo de sellar un debate sólo mantenido desde posiciones ideológicas propias del ateísmo militante o sencillamente desde el desprecio de la religión.
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