Mi columna de Expansión de esta semana se titula “Matar al libro de texto“, y está provocada por el tweet que Marina Marco me envió hace un par de días con una imagen capturada del libro de texto de Lengua de 4º de Primaria de su hija, publicado por la editorial Anaya, en la que se adoctrinaba de manera burda a los niños mezclando torticeramente conceptos como el secuestro de aviones y barcos con las descargas en la red de obras sujetas a propiedad intelectual.
El espacio que tengo en Expansión no es excesivo – exactamente trescientas veinte palabras – y no permite exponer un tema con demasiados detalles, pero el argumento de eliminación de los libros de texto en la educación es completamente serio: en el escenario tecnológico en que vivimos, educar a los niños haciéndoles creer que el conocimiento que necesitan está empaquetado y contenido en un libro es sencillamente irresponsable. Lo que tendrían que estar aprendiendo nuestros hijos es que el conocimiento está en la red, y dedicar los esfuerzos de los profesores del resto de las asignaturas a enseñarles a moverse en esa red, a localizar ese conocimiento, a filtrarlo con los criterios adecuados, a validarlo, a utilizarlo, a construir sobre él, a comentarlo y a compartirlo. No, no se trata, como pretenden las editoriales, de sustituir al libro de texto con un libro de texto electrónico, ni con una aplicación llena de contenidos animados y coloridos por la que seguir cobrando más que lo que cobraban antes… se trata de matar el concepto de libro de texto en su totalidad.
De hecho, los niños en 4º de Primaria ya saben que el conocimiento está en la red, y la metodología asociada al libro de texto, además de empobrecerles, les aburre poderosamente, además de ser injustificablemente cara, de suponer un peso importante en las mochilas que llevan a la espalda, y de servir, como hemos podido constatar claramente, como vehículo para el lavado de cerebro y el adoctrinamiento. En el fondo, no estamos haciendo más que sostener el negocio de una serie de editoriales que, con técnicas puramente mafiosas, consigue que los colegios obliguen a los padres a adquirir unos libros de texto y a cambiarlos obligatoriamente cada año con el pretexto de leves actualizaciones. El libro de texto y la metodología asociada al mismo, en nuestros días, no solo es que no sea adecuada, es que es directamente perjudicial, y el que siga ahí no debe mantenerse en función de romanticismos varios o de modelos de negocio insostenibles. Dediquemos los esfuerzos necesarios a la alfabetización digital y metodológica de los profesores, y hagamos que nuestros hijos aprendan a utilizar el recurso educativo más potente que tienen a su alcance, junto con los métodos que necesitarán para sacarle partido. Solo con la adecuada presión sobre los colegios de nuestros hijos para que abandonen los libros de texto y abracen la educación en la red conseguiremos la mejora metodológica que hará que nuestros hijos se preparen con las actitudes y aptitudes que necesitarán en su futuro profesional.
A continuación, el texto completo de la columna:
Matar al libro de texto
Hace unos días, una lectora me enviaba una foto del libro de texto de su hija de 4º de Primaria, con un párrafo que era una tendenciosa manipulación de los conceptos de propiedad intelectual. Nada especialmente novedoso: desde hace muchos años, los libros de texto son formas más o menos sutiles de manipulación en manos de editoriales con una agenda determinada, que los colegios escogen en muchos casos en función de su orientación.
Pero además de facilitar la manipulación y de ser caro, el libro tiene otro problema: que el mero concepto de que “el conocimiento de una asignatura se encuentra empaquetado en un libro” es, a día de hoy, radicalmente arcaico. El conocimiento, y los niños lo saben bien, está en la red. Y no se trata de convertir el libro de texto de papel en electrónico, ni de rodearlo de vistosos y animados contenidos multimedia. Lo que hay que hacer es matar al libro de texto.
Lo que necesitamos, cada día más, son profesores que enseñen a los niños a moverse en la red. A buscar recursos, a filtrarlos, a escogerlos, a identificar y descartar lo malo, a compartir lo bueno, a comentarlos, a remezclarlos… a todo eso que, de paso que acceden a los conocimientos, les enseña a manejar información en los formatos en los que la van a usar en su vida adulta. El libro de texto se aferra a una realidad que ya no existe: nuestros hijos no van a encontrar el conocimiento en una sola fuente. El mundo ya no es así. Prepararlos para el futuro no es hacer que memoricen un libro, sino que aprendan a manejar recursos en la red.
Cuando piense en la educación de sus hijos, pida a su colegio y a sus profesores que les enseñen a moverse en el mundo de hoy. Por su bien, pida más red y menos libros de texto.
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