El movimiento de renovación de los estudios bíblicos y la orientación normativa del Concilio Vaticano II (OT 16) nos hace hoy impensable la posibilidad de estudiar el comportamiento moral cristiano sin analizarlo a la luz de las orientaciones que se encuentran en la Sagrada Escritura.
El famoso artículo del P. Edouard Hamel, publicado en la revista Gregorianum antes de la clausura del Concilio, nos advertía de la necesidad de fomentar el uso de la Sagrada Escritura en la Teología Moral.
Como se sabe, el día 11 de mayo de 2008, la Pontificia Comisión Bíblica ha publicado un interesante documento sobre el tema que lleva por título Biblia y moral. Raíces bíblicas del comportamiento.
A pesar de las orientaciones magisteriales y de la insistencia de los estudiosos, los cristianos han experimentado siempre una cierta turbación al leer los textos del Primer Testamento. Aparte del Decálogo y de algunos proverbios sapienciales, poco encuentran en sus páginas que resulte normativo para los seguidores de Jesús.
Como dice Enrique Sanz Giménez-Rico, el autor de Ya en el principio, numerosos estudios de teología moral han subrayado la «conexión entre ética cristiana y Sagrada Escritura, la cual es considerada matriz, fuente privilegiada y preeminente, documento constitucional de la ética cristiana» (p. 11).
No pretende él reducir el Antiguo Testamento a un mero libro de reglas. Su objetivo es «presentar y desarrollar el sentido de algunos pasajes particularmente relevantes del Antiguo Testamento, cuya adecuada comprensión puede generar actitudes morales que iluminen y fortalezcan la manera de conducirse y actuar en la vida, y que pueden formar parte de una moral cristiana» (p. 18).
Siguiendo un esquema dialogal e histórico-salvífico, el autor divide su «manual» en tres partes. En la primera, titulada «Relación, don, ley» se analiza el fundamento creatural y gratuito de la alianza de Dios con el ser humano y la presentación del Decálogo como signo de su alianza amorosa y salvadora.
En la segunda parte, se analiza «El pecado» como ruptura con Dios y ruptura relacional humana. Es interesante ver cómo para el autor, como ya lo fuera para san Isidoro de Sevilla y otros Padres de la Iglesia, el pecado original de Israel sería la adoración del becerro de oro (Éx 32), paradigma de toda idolatría y también de la desesperanza fundamental que consiste en no fiarse del Dios que va delante.
En la tercera parte, titulada «Misericordia y justificación», analiza los términos rîb y mispat, así como numerosos textos bíblicos fundamentales en los que se subraya la gratuidad del amor compasivo y perdonador de Dios.
En consecuencia, este sencillo libro del profesor Sanz Jiménez-Rico puede ser de gran utilidad para recobrar el gusto de la Sagrada Escritura en la catequesis moral cristiana.
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