domingo, 26 de octubre de 2008

Para los católicos de EE UU el aborto, los gays o el sexo son más importantes que la guerra o la crisis

Invitado: EDUARDO GONZÁLEZ VIAÑA
Estados Unidos no va a salir de la bancarrota mañana ni tampoco va a ganar la guerra en Irak esta semana. Quien más lo sufre es John McCain porque sabe que ambos eventos son los únicos que podrían darle la punta en la carrera hacia la Casa Blanca.
Hay, sin embargo, otro elector capaz de producir un cambio dramático en el estado actual de la contienda. Es el Papa Ratzinger. El actual ocupante de la Casa Blanca le debe el triunfo del 2004.
En los Estados Unidos de ese año, se enfrentaba al presidente Bush el candidato demócrata John Kerry. La catástrofe de la economía que ya se sufría entonces y los ataúdes que volvían de la guerra hacían que la gente y las encuestas dieran como victorioso al candidato opositor.
Sin embargo, cuando faltaba una semana para los comicios, un aviso de una página publicado en miles de periódicos y distribuido como volantes en la iglesias advirtió que el católico dispuesto a votar por John Kerry, y no por el presidente Bush, debería confesarse. Varias decenas de obispos católicos, inspirados por el entonces cardenal Ratzinger, firmaban la declaración. Curiosamente, el aviso de costo multimillonario fue pagado por una organización de protestantes fundamentalistas llamada «Familia, Patria y Propiedad».
Aunque parezca increíble, la motivación de los obispos para votar por el presidente era su fijación en temas extrañamente obsesivos como el aborto, la experimentación genética y el matrimonio de homosexuales. Olvidaban tanto la bancarrota moral y económica como la bestialidad de una guerra que se inició sin motivo real alguno. Los pastores no mostraban precisamente una gran sensibilidad cristiana ante la destrucción y la mortandad desencadenadas en un país que fue sede de la historia humana.
Se olvidaban además de que el candidato demócrata John Kerry era católico (les horrorizaba que fuera divorciado), y en el colmo de la amnesia borraban de su memoria el hecho de que en febrero del año 2000, George W. Bush, en campaña electoral, se presentó en la Bob Jones University, y recibió el apoyo de esa institución que acusa a la Iglesia católica de idólatra y que llama al Papa, agente del Anticristo.
En esas condiciones, el confesado y comulgado «voto latino» fue determinante para romper la paridad y ofrecer un cómodo triunfo al ya entonces ocupante de la Casa Blanca.
En los días que corren, se distribuye en los templos y a través de internet una especie de carta abierta a los católicos norteamericanos suscrita por la Conferencia de Obispo de ese país. «Forming consciences for faithful citizenship» (Formando conciencias para una ciudadanía creyente) recomienda a los fieles no votar por un candidato que demuestra «una moral funesta».
¿Quiénes son los candidatos de «moral funesta»? No los republicanos, por cierto. Para ellos, la guerra y la crisis no existen. Lo más terrible del país son los problemas sexuales, el sexo antes del matrimonio, las muchachas que abortan, los gays que quieren casarse.
¿Y qué pasa si un católico vota por un candidato de «moral funesta»? Lo dice el documento: «Es importante aclarar que las decisiones políticas que toman los ciudadanos no solamente tienen un impacto en la paz general y en la prosperidad sino también pueden afectar la salvación del individuo». Ya sabemos, por tanto, qué lugar caluroso para toda la eternidad nos espera en caso de votar contra McCain.
En noviembre votará también el Papa. Probablemente, como en 2004, se lea en el púlpito la carta de los obispos el domingo previo a las elecciones. Muchos católicos preferirán ese día ver en la tele un partido de fútbol que asistir a la misa en la que se leerá el pronunciamiento.

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