De tanto en cuando, y en la línea a la que nos tienen acostumbrados, con la llegada de nuevas elecciones, la asociación progre llamada «Europa Laica», insiste sobre las maldades de la asignatura de Religión en la escuela (en cualquier escuela, pública o privada), y nos quiere inculcar su credo maniqueo: buenos y malos, librepensadores y dogmáticos, arcaicos y modernos, etcétera. Pretenden que la Religión en la escuela pública sea una rémora de un pasado oscuro.
A estas alturas, todos conocen la postura de USIT-EP al respecto. Pero esta asociación y los firmantes solo proponen dejar «la religión confesional fuera del sistema educativo oficial, es decir, del currículo y del ámbito escolar». Para tal proeza educativa «se insta al hipotético nuevo Gobierno que pueda surgir de las urnas a denunciar y derogar los Acuerdos del Estado español con la Santa Sede, así como los suscritos en el mismo sentido con otras confesiones religiosas». Un mantra improbable que se reitera tenazmente.
Una vez más «vuelve la burra al trigo», y siguen prostituyendo el concepto de laicidad para acomodarlo a la progresía de salón, porque fuera, en la realidad cotidiana, en el día a día, parece que tienen frío. No les preocupa la calidad de la enseñanza, los medios y currículos, solo la asignatura de Religión, que dicen, es un simple adoctrinamiento religioso ajeno a la laicidad del estado, es decir, que en su discurso ideológico excluyen los dos elementos consustanciales al término: neutralidad y separación entre el Estado y las Iglesias o confesiones religiosas, lo que significa la igualdad de trato entre las confesiones, como la igualdad de trato entre lo religioso y lo no religioso.
También abundan sobre que la elección libre de la asignatura de Religión divide a los alumnos, cuando lo cierto es que esta capacidad, la de elección, es la única forma de manifestar la libertad. Es una asignatura curricular de libre elección que debe garantizar la libertad de conciencia y no imponer dogmas religiosos o de otra naturaliza ideológica. Es cierto que, en algunas ocasiones, desde la jerarquía eclesiástica se insta a la evangelización de los alumnos, pero eso no solo es un fatal error, sino que también prostituye la finalidad de la clase de Religión. Tanto monta, monta tanto.
Las Orientaciones Pastorales sobre la Enseñanza de la Enseñanza Religiosa Escolar de 1979, nos dice acertadamente: «7. El objetivo irrenunciable de la institución escolar –formar al hombre desde dentro, liberarlo de todo lo que le impide vivir plenamente como persona– lleva consigo su efectiva referencia a una determinada visión del hombre y a su sentido último, para afirmarlo, negarlo o prescindir de él».
También Flavio Pajer, en su obra, Educación escolar y cultura religiosa. Una visión europea del problema de la enseñanza de la religión en la escuela, admite que «aun en las sociedades más secularizadas, el hecho religioso, desde el punto de vista estadístico, permanece todavía claramente mayoritario y es, además, el hecho social voluntario más numeroso».
Por ello, si la función de la escuela es transmitir, de manera sistemática y crítica, la cultura, no cabe duda de que es necesario un conocimiento específico de la religión, sin que pueda reducirse a un proyecto transversal dentro del amplio currículo escolar.
1 comentario:
Muy buena reflexión.Ya está bien.
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