Secretario general de Usit-Ep
Gran Hermano y profesores de Religión
Censura de clérigo
"La Iglesia dejará de ser Maestra por no tener maestros"
Mi pregunta es lo que hubiese ocurrido en esta historia si el protagonista difiriera sólo por su laicidad y el tipo de centro escolar: público
Enredando entre páginas Web, saltando entre una y otra, llegué a una muy famosa de contenido religioso que me hizo detenerme en ella algunos minutos. Las noticias -dos de mi interés- cuanto menos eran curiosas: "Suspendido «a divinis» el cura que entró en la casa de Gran Hermano".
La segunda noticia en esa misma Web era un artículo de José María Castillo, a saber, "La asignatura de Religión en la escuela", en la que el autor sostenía que ésta era "una asignatura en la que los obispos son los responsables de poner y quitar a los profesores, de aprobar o rechazar los libros de texto, de vigilar lo que se enseña y cómo se enseña en cada centro, de controlar hasta el comportamiento público y privado de los docentes". Además, afirmaba que el problema de la falta de interés en los jóvenes (a partir de los 12 ó 13 años) por la religión, está en la teología subyacente al catecismo.
Continuaba diciendo, ahora en referencia a los profesores de religión, que, "la pura verdad es que, en las clases son muchos los que tiran como pueden, a sabiendas de que, a lo que pueden aspirar, es a dos cosas: hacer la clase lo menos desagradable posible y en la clase no decir nada que dé pie para que del obispado les llamen la atención o, lo que sería peor, les pueda costar el puesto de trabajo".
Sigo buceando en las páginas y me encuentro con la fotografía del Gran Hermano, D. Juan Molina, sacerdote y religioso de la Congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón. La fotografía no tiene desperdicio: cabeza afeitada con bigote y perilla, gafas de sol de moda con protección UV, "chupa" de lo más moderna incluyendo publicidad y motocicleta Harley-Davidson que, me informo, oscila entre 24.000 y 30.000 euros. Además, sonrío para mis adentros, es profesor de religión y moral católica en un centro privado de Barcelona.
El que un perfecto cretino se adentre en un programa de entretenimiento como "Gran Hermano", sinceramente y con permiso de la parroquia, me la trae al pairo, es decir, no me perturba lo más mínimo. La cuestión de fondo es que creo intuir que se produce, una vez más, una sin igual desigualdad entre un cretino con imagen de macarra desorejado, que además es sacerdote, religioso y profesor de religión en un colegio privado (entiendo que de la propia Congregación) respecto a los profesores de religión, que son padres y madres de familia y laicos.
En el primero de los casos, el de la cabeza afeitada con bigote y perilla, gafas de sol, "chupa" y motocicleta Harley-Davidson, desobedece directamente a sus superiores ante una orden directa - no entrar en Gran Hermano- que se pasa por el forro, mientras hace un flaco favor a la imagen de una Iglesia ya de por sí muy deteriorada, con sus componentes y adornos de faralá, sobre todo en estos momentos de verdadera angustia económica. Pero claro, la angustia va por barrios y no parece que les toque a esos miembros de la Iglesia bien alimentados que se sostienen con nuestras donaciones o con nuestros impuestos directos o indirectos. Pero lo más curioso, es que no hemos sabido que el Ordinario del lugar, esto es, el Obispo o el Vicario diocesano haya propuesto su cese como profesor de religión, pues aunque sea religioso y ejerza en un colegio privado, en virtud del Código de Derecho Canónico:
"804 § 1. (...)
§ 2. Cuide el Ordinario del lugar de que los profesores que se destinan a la enseñanza de la religión en las escuelas, incluso en las no católicas, destaquen por su recta doctrina, por el testimonio de su vida cristiana y por su aptitud pedagógica.
805 El Ordinario del lugar, dentro de su diócesis, tiene el derecho a nombrar o aprobar los profesores de religión, así como de remover o exigir que sean removidos cuando así lo requiera una razón de religión o moral".
Pues bien, el Superior General de la Congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón, después de haber informado al ínclito D. Juan Molina de los efectos negativos que esta participación podría tener para él mismo, para la Congregación y para la Iglesia, lo suspende "a divinis", nomenclatura desaparecida con el Código de Derecho Canónico de 1983 (hace casi 30 años), lo que a mi entender, supone la invalidez del decreto de suspensión, pues no debe prosperar el principio de irrelevancia del nomen iuris, esto es, de primacía de la realidad, cuando se trata de sanciones, como es el caso de una censura que supone un delito con su consecuente pena y castigo.
La pena, contenida en el canon 1333, abarca la prohibición de todo trabajo pastoral por los fieles, la celebración pública de la Eucaristía y la predicación y confesar a los fieles; pena que por otro lado es una obviedad dentro de un programa de televisión basado en la convivencia ininterrumpida en un espacio cerrado, a no ser que el susodicho quiera hacer un poco más el payaso y se le ocurra comenzar a lanzar peroratas. Pero además, la confirmación de la pantomímica puesta en escena es que el propio decreto de suspensión afirma que "es una sanción temporal que tiene como finalidad de suscitar en el P. Molina un deseo sincero de cambio y conversión. Ella durará hasta que sea oficialmente revocada por decreto contrario".
Terminan suplicando "a las autoridades eclesiásticas y sobre todo a los obispos más implicados que vigilen para que el P. Molina respete este decreto en el espíritu en que fue dado, es decir, para la protección de los fieles y en vista de su propia conversión".
Los superiores del ínclito, no sólo son unos incompetentes redactando decretos, sino además, unos pusilánimes que pretenden que las autoridades eclesiásticas vigilen que se cumpla el decreto de suspensión, es decir, que solicitan de los obispos más implicados que se dediquen al seguimiento del programa "Gran Hermano". Ver para creer...
Mi pregunta es lo que hubiese ocurrido en esta historia si el protagonista difiriera sólo por su laicidad y el tipo de centro escolar: público. Muy probablemente, el Ordinario del lugar o su delegado diocesano, cual perro de presa estaría sorbiendo de la yugular del referido, apelando a la libertad religiosa para proponer a las personas adecuadas para la enseñanza e la religión confesional, cesando al profesor sin decreto ni gaita alguna, por su sola y augusta voluntad. También es probable que se estuvieran componiendo y aireando falsas palabras o frases o vidas pasadas, que redactan los comisarios aprendices de la Stasi, para desprestigiar al docente.
La Iglesia dejará de ser Maestra por no tener maestros, pero entonces, ¿de qué servirán y ante quién referirán los discípulos?
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