El ministro de Hitler lanzó la operación en 1937 cuando Pío XI publicó la encíclica contra la ideología nazi.
El intento de descalificar a la Iglesia católica a escala internacional a través de acusaciones de inmoralidad y pedofilia a los sacerdotes es un viejo recurso. Así lo demuestran los documentos que el jefe de contraespionaje militar alemán, Whilelm Canaris, hizo llegar al Papa Pío XII, antes de ser colgado por intentar asesinar a Hitler en 1944.
Todo comienza el 10 de marzo de1937, con la publicación de la encíclica de Pío XI «Mit brennender Sorge» (en alemán, «Con ardiente inquietud», dirigida a los prelados alemanes) en la que el Papa condenaba abiertamente la ideología nazi. La encíclica se leyó en todas las iglesias del país y el entonces ministro de Propaganda del régimen, Joseph Goebbels, lanzó una única réplica pública y comenzó a trabajar en la sombra. A finales de ese mismo mes, el Ministerio de Propaganda lanza la campaña contra los abusos sexuales de sacerdotes, que llevó al arresto de más de 300 curas y religiosos en 1937, de los cuales finalmente fueron condenados 21–algunos bajo falsa acusación– y enviados a campos de exterminio.
Antes de la encíclica, se dieron en Alemania algunos casos de abusos a menores. Los casos –pocos, aunque reales– habían determinado una firme reacción en el episcopado y con las severas medidas tomadas en su día, los obispos alemanes habían atajado el problema. Pero la campaña se puso en funcionamiento.
Lo cuenta Massimo Introvigne, sociólogo italiano, en el diario «Avvenire»: en 1937 el jefe del servicio de contraespionaje militar alemán es el almirante Wilhelm Canaris (1887-1945). Canaris, que desaprobaba las maniobras de Goebbels contra la Iglesia, encargó al abogado católico Josef Müller llevar a Roma una serie de documentos secretos sobre el asunto. Müller llevó los documentos secretos a Pío XII, Papa desde marzo de 1939.
Con la aprobación de la Secretaría de Estado, las investigaciones sobre el complot nazi contra la Iglesia fueron confiados al jesuita alemán Walter Mariaux, por aquel entonces misionero en Argentina. En 1940, Mariaux publicó en Londres y en Buenos Aires, con el seudónimo «Testis Fidelis», dos volúmenes sobre la persecución anticatólica en el Tercer Reich: más de 700 páginas que prueban que fue la encíclica de Pío XI la que determinó la campaña.
Mariaux lo prueba publicando unas instrucciones detalladísimas enviadas por Goebbels a la Gestapo unos días después de la publicación de la «Mit brennender» en las que ordena encontrar testimonios que acusen a un determinado número de sacerdotes, amenazándolos con arresto inmediato si no colaboran. Pero llama la atención sobre todo la invitación a los periodistas a reabrir los casos del 37 y también episodios más antiguos, reproponiéndolosa la opinión pública para que ocupen las portadas de los periódicos.
Un caso de «pánico moral»
La expresión «pánico moral» fue acuñada por los sociólogos en los años 70 para identificar una alarma social que se crea amplificando hechos reales y exagerando su número, «descubriendo» y presentando como «nuevos» unos hechos ya conocidos y pasados. En la base hay sucesos reales, pero las cifras se distorsionan. Aún sin saber nada de sociología moderna, Goebbels respondió a la encíclica «Mit Brennender Sorge» con una operación de manual de creación de «pánico moral».
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