Humillado se ha sentido Jesús Ernesto Peces Orate, magistrado de la Sala Tercera del Tribunal Supremo y sobrino de un cura asesinado por los milicianos durante la Guerra Civil. Ernesto Peces Roldán, cura párroco de Móstoles desde agosto de 1932 hasta el 23 de julio de 1936 -día de su apresamiento-, fue una más entre las 6.832 víctimas religiosas asesinadas en el territorio republicano (13 obispos, 4.184 sacerdotes, 2.365 religiosos y 283 religiosas), según el clásico estudio publicado en 1961 por Antonio Montero Moreno. “Han calumniado la memoria de mi padre y de mi tío”, explica Jesús a ÉPOCA. Los responsables de esas calumnias son dos periodistas de acreditada filiación izquierdista, María Antonia Iglesias y Fernando Delgado. En un libro titulado Maestros de la República. Los otros santos, los otros mártires (La Esfera de los Libros, 2006), la iracunda periodista y ex directora de RTVE en tiempos de Felipe González erige su homenaje a la escuela laica por contraste con el criminal oscurantismo de los curas retrógrados que, poseídos del rencor hacia los librepensadores, los delataron ante el bando franquista, el cual los sometió a juicio sumarísimo e indefectible y vergonzante ejecución.
Tal guión maniqueo articula los 11 casos que Iglesias analiza en el libro, necesariamente sesgado por cuanto sólo recaba los testimonios de familiares de estas víctimas, así como los comentarios de intelectuales seleccionados por afinidad a la causa defendida por Iglesias (de Carrillo a Carod-Rovira). Y uno de esos casos es el del cura de Móstoles. Si se confronta el relato que de los hechos hace Iglesias y el apresurado crédito que a esta versión concede el periodista Fernando Delgado en El País -en un artículo titulado Un viaje en ataúd, publicado el 27 de febrero de 2007- con las pruebas que Jesús Ernesto aporta, se concluye que los dos trabajos citados no sólo mienten, sino que no denotan ningún interés por aproximarse a la verdad histórica.
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