¿Qué tienen en común una joven paquistaní musulmana de 17 años y un hombre de 60, indio, de religión hindú? Comparten, desde el pasado viernes, el Premio Nobel de la Paz y un sueño: que todos los niños y niñas del mundo tengan una educación de calidad. Ella es Malala Yousafzai, internacionalmente conocida, quien hace dos años fue tiroteada por los talibán mientras se dirigía a la escuela. Desde entonces, es una de las más firmes defensoras del derecho a la educación. El es Kailash Sathyarti, activista indio, quien desde hace décadas, lucha contra la explotación infantil en su país. Kailash fundó la Marcha Global contra el trabajo infantil, que reunió a más de siete millones de personas en todo el mundo. También fue presidente de la Campaña Mundial por la Educación - un movimiento educativo presente en más de cien países en todo el mundo, incluida España- y continúa siendo vocal en su Consejo directivo.
Malala y Kailash son grandes defensores de los derechos de la infancia. Apuestan por la educación como derecho fundamental de todos los niños y niñas del mundo y promotora de paz y de justicia. Una educación inclusiva y de calidad combate la pobreza y la desigualdad, promueve una ciudadanía crítica y participativa e influye positivamente en los ingresos y en el desarrollo económico de los países. La educación de las niñas y las mujeres, además, disminuye las tasas de mortalidad infantil y materna, mejora la nutrición de las familias y facilita la participación de las mujeres en la vida pública. La educación repercute en una disminución del trabajo infantil, los matrimonios tempranos o los embarazos no deseados. En los países afectados por conflictos armados, la educación puede jugar un papel muy relevante en promover una cultura de paz, educando en valores, tolerancia y convivencia. La educación es la herramienta más poderosa para cambiar el mundo y convertirlo en un lugar más justo, equitativo y sostenible. Y es que, como dice Malala: "Una niña, una maestra, un lápiz y un libro pueden cambiar el mundo".
Sin embargo, el sueño de Malala y de Kailash está todavía lejos de cumplirse. Los retos para la lograr la educación para todas las personas son todavía enormes.Aunque ha habido avances, todavía hoy son 58 los millones de niños y, sobre todo, de niñas, que no tienen acceso a la escuela. Solamente en Nigeria, Pakistán o Etiopía, hay más de un millón de niños y niñas sin escolarizar. Tal y como señala UNESCO, hay 175 millones de jóvenes que son incapaces de leer una frase entera. Estos niños, niñas y jóvenes, pertenecientes a grupos y colectivos desfavorecidos, se ven abocados a continuar con una vida sin futuro.
Malala y Kailash están dispuestos a perseguir su sueño. Como muchos activistas del derecho a la educación, conocen cuáles son los elementos de una educación inclusiva de calidad. Entre otros: dotar a la educación de la inversión suficiente; asegurar que las escuelas sean espacios seguros y accesibles en las que todos los niños y niñas se sientan acogidos; asegurar la gratuidad de la enseñanza; establecer incentivos para los niños y niñas más desfavorecidos: asegurar que los currículos son pertinentes, flexibles y adaptados a las necesidades del alumnado, y contar con docentes en número suficiente, motivado, remunerado y adecuadamente formado. Finalmente, hay que conceder protagonismo a alumnos y alumnas e implicar a la comunidad para que participe en la escuela, amplificando las voces de los defensores de la educación y sumando a millones de personas a esta causa, desde el ámbito local hasta el internacional. Como señala Malala: “El camino hacia la educación, la paz y la igualdad es largo, pero lo lograremos si lo recorremos juntos”. Ojalá que este Premio Nobel contribuya a colocar la educación en un lugar prioritario de las agendas públicas y que el sueño de Malala y Kailash se haga realidad.
Por Valeria Méndez de Vigo (@vmendezdevigo) responsable depto. Estudios e Incidencia, Entreculturas (@entreculturas)
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