Los jóvenes que no utilizan las redes sociales con frecuencia sienten que están en riesgo claro de exclusión y marginación ya que las cosas pasan en las redes sociales o las utilizan para gestionar y preparar las que se hacen fuera. Es decir, los que no participan son calificados de "raros" o "independientes".
Por otra parte -y a pesar de la fantasía de los "nativos digitales" que presupone que las nuevas generaciones traen incorporadas las actitudes y conocimientos necesarios para manejarse sin problemas en entornos digitales- estar en redes sociales exige de los adolescentes y jóvenes un gran esfuerzo de aprendizaje continuo, una constante alfabetización digital, por la necesidad de compatibilizar su yo real con su yo virtual; por mantener gran número de relaciones sociales de forma simultánea o por la rapidez con la que evoluciona la tecnología, entre otros aspectos. No estar "a la última" o no saber gestionar bien ambas presencias (real y virtual) supone quedarse "out".
Éstas son algunas de las principales conclusiones extraídas del estudio "Jóvenes y Comunicación. La impronta de lo virtual", elaborado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, un centro privado creado por la FAD (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción) gracias al apoyo de Banco Santander y Telefónica. El estudio analiza la manera en que las nuevas tecnologías, especialmente las redes sociales, influyen en la comunicación y en la socialización entre la población joven de 16 a 26 años. Está elaborado fundamentalmente a través de diversos grupos de discusión y el análisis de fuentes estadísticas que recogen datos sobre hábitos y expectativas de los jóvenes en España y en Europa en relación a las TICs.
Según el discurso de los propios jóvenes, aprender a compatibilizar el «yo online» (dentro de la red) y el «yo offline» (fuera de la red) es fundamental ya que se trata de dos caras de una misma moneda, elementos complementarios que deben ser coherentes y equilibrados, y en ningún caso contradictorios. Por eso, en ningún caso consideran aceptable mentir en la exposición online, por ejemplo.
Aprender a compatibilizar y gestionar ambas realidades supone un esfuerzo continuo para los jóvenes, teniendo en cuenta además la rápida evolución de la tecnología y la presión por no sentirse marginados. Tampoco contemplan ambas realidades –su yo online y offline- como sustitutivos. Los jóvenes no se relacionen menos por pasar más tiempo en las redes sociales, sino que se relacionan de otra manera. De hecho, con las redes sociales sus relaciones se hacen más complejas y numerosas. Lo que en cierta medida supone también un doble riesgo.
Por una parte, condicionar hábitos y rutinas en torno a las redes sociales puede aislar del entorno más cercano (familia fundamentalmente). Y, por otra, el ruido comunicacional (charlas simultáneas, chats grupales, conversaciones abiertas, etc.) genera en ocasiones relaciones de baja intensidad, superfluas, volubles, despersonalizadas.
Frente al lenguaje oral y gestual de la comunicación cara a cara para transmitir las cosas "importantes y serias", el lenguaje escrito online (con ayuda del audiovisual y los emoticonos) genera una comunicación distinta: flexible, tendente a la intrascendencia y a la anécdota.
Paradójicamente, también una comunicación que permite la revisión y corrección del mensaje y de controlar la respuesta, proyectando una imagen más pausada y consciente de uno mismo. Los jóvenes también son conscientes de que este tipo de interacciones dejan huella (los mensajes y las conversaciones de WhatsApp permanecen en el teléfono), lo que permite las revisar los debates.
Ventajas y riesgos
Con las redes sociales, las relaciones se hacen más complejas y los jóvenes deben encontrar el equilibrio entre el estar siempre presente (consideran fundamental estar siempre localizables, siempre disponibles por "si ocurre algo"), y que esa exposición no traspase los límites deseables de uso normalizado. Pese a todo ello, el discurso mayoritario de adolescentes y jóvenes es positivo: disfrutan de las ventajas y las comodidades que les ofrecen las redes sociales y pagan con aparente gusto lo que interpretan como contrapartidas menores.
En definitiva, aceptan las ventajas de las redes sociales (eliminan la vergüenza o la timidez, democratizan el flirteo, posibilitan mantener mayor numero de relaciones incluso con personas muy alejadas físicamente) y también los posibles inconvenientes.
Entre ellos, la pérdida de parte de su intimidad, que asumen como normal ya que todos lo hacen, la dificultad de rechazar o ignorar peticiones de comunicación o de amistad, obligando a una exposición pública continua, quizás no deseada. O incluso sentir una cierta dependencia. Ellos mismos confiesan que sin las TICS se sentirían aislados, incomunicados, incompletos y que no sabrían cómo rellenar rutinas, cómo integrarse o cómo socializar. Aceptan que las redes pueden hacer que uno se sienta "más dependiente"; pero es una dependencia que no les preocupa excesivamente porque la consideran propia del tiempo en el que se vive.
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