El pasado jueves, durante la rueda de prensa posterior a la reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), el portavoz y secretario general, Luis Argüello, reconocía que en la reunión del pasado mes de julio con la ministra de Educación, Isabel Celaá, y su equipo habían planteado una integración novedosa de la asignatura de Religión y de su espejo Valores Cívicos y Éticos que podría resolver algunos de los problemas planteados por el proyecto educativo del Gobierno.
Pues bien, según ha podido saber Alfa y Omega, la propuesta del episcopado español pasa por que los contenidos de la asignatura de Religión se integren en el ámbito de la educación en valores, donde estos –comunes para todos– puedan ser explicados desde distintas perspectivas, entre ellas, la católica.
De este modo, se respetaría la dignidad de la asignatura y sus contenidos, se ofrecería una educación en valores asumible y se daría libertad para enraizar esos valores, por ejemplo, en la identidad cristiana. Se trataría de proponer los conocimientos, capacidades, valores y actitudes que necesitan todas las personas para vivir una vida fructífera, fundamentar sus decisiones y asumir un papel activo para resolver los problemas comunes de todos los ciudadanos.
En la citada rueda de prensa, el propio Argüello manifestó que desde el Ministerio de Educación le habían trasladado su intención de estudiar este modelo, pero, según añadió, todavía no habían recibido respuesta. «La respuesta de facto son las enmiendas que han realizado los grupos que sostienen al Gobierno. Enmiendas que nos preocupan mucho», lamentó el también obispo auxiliar de Valladolid, que, a renglón seguido, dijo que estas buscan «cercenar» la libertad de educación, tanto de los padres como de los centros.
Petición de unidad
Antes de abordar la cuestión de la educación, el portavoz episcopal quiso leer una reflexión al hilo de la actualidad que vive nuestro país, marcada fundamentalmente por la pandemia. Una alocución en la que hizo un llamamiento a la unidad y al diálogo, y postuló a la Iglesia como agente de reconciliación. «Constantemente se nos convoca por responsables políticos y sociales a la unidad y, sin embargo, son lanzadas al camino muchas piedras de división», dijo antes de apelar a la responsabilidad de todos los ciudadanos y de pedir «con fuerza» a los responsables políticos una senda de colaboración.
En concreto, ya en el turno de preguntas, manifestó que los obispos están «perplejos» ante la polémica generada entre administraciones a la hora de tomar medidas concretas para hacer frente a la segunda ola de la COVID-19. No entienden que «ante una situación tan grave, no haya acuerdo». «Por favor, logren acuerdos para que los ciudadanos salgamos de la perplejidad y podamos colaborar para contener la pandemia. Es momento para una propuesta de bien común», añadió.
Es especialmente grave, concluyó, que en una emergencia sanitaria se ponga en juego la dignidad de la vida humana o la libertad de enseñanza, la suerte de temporeros o migrantes, la situación de las residencias de mayores y de las familias más afectadas, o que se quiera hacer «una enmienda a la totalidad a la Transición».
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