lunes, 21 de septiembre de 2020

La verdadera burbuja está en el cava

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En estos últimos días la progresía de salón, los burgueses paniaguados y biempensantes, con esa mirada clarividente y profunda que les caracteriza, elevan la voz para señalar el foco, la fuente principal o única de la expansión de la pandemia en los colegios de Educación Infantil y Primaria: la clase de Religión.

Han encontrado en la clase de Religión la retórica de las fauces hambrientas del lobo, del nuevo Caronte que guía a la muchachada estudiantil hacia el inframundo, al Hades por el que, necesariamente, se viaja a través del río Aqueronte cuando se rompen las clases burbuja.

Sí, clases burbuja, también llamados grupos de convivencia estable que sirven, dicen los «expertos», para evitar contagios en Educación Infantil y Primaria. Se trata de un nuevo fetiche o mantra proporcionado por los que, se llamen como se llamen, siempre han sido los gurúes financiados por los amigotes en el poder.

Con este modelo revolucionario, sienten orgullosos que han roto con los estándares clásicos y caducos de una escuela viejuna, ya que los alumnos recluidos en sus burbujas solo se relacionan entre sí pero no con el resto (sic), por lo que no tienen que mantener la distancia de seguridad ni llevar mascarilla, y deberían estar atendidos por un solo docente.

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De esta forma, dicen los «expertos», si hay un positivo solo hay que rastrear entre las personas del grupo, en vez de testear y poner en cuarentena a todo el centro: la circunvalación al mundo de Magallanes-El Cano o la Expedición Malaspina-Bustamante quedan empequeñecidas y acomplejadas por semejante descubrimiento de los «expertos».

Pero claro, llega la maestra o el maestro de la asignatura, sin olvidar que la Religión es hija de la noche y de las sombras, y pone en peligro la integridad de los estudiantes que viven pacíficos en su burbuja. Solo son peligrosos los de la asignatura de Religión, porque si son los docentes de Música, Educación Física, Francés o Inglés que se mueven habitualmente entre las distintas clases, a eso lo llaman integración escolar, oportunidad y necesario enriquecimiento cultural.

Lo importante es intentar menoscabar a la asignatura de Religión y, si es posible, también al profesorado. Si esta propaganda pueril no fuera suficiente (nunca es suficiente), como ya hemos dicho en otros lares, siempre hay algún director sin empatía, sin ideas pero aferrados al cargo que discriminan la asignatura de Religión (a alumnos, a padres y a profesores) respecto de otras asignaturas.

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Algunos se vejan a sí mismos lo indecible ante un inspector, pero se convierten en verdugos con el docente de Religión: que den clases telemáticas, en el patio, en pasillos o vestíbulos, o hacerla desaparecer cambiando a los alumnos a destiempo a la alternativa de Valores Cívicos o Éticos, bajo la poco sutil advertencia ante los padres de hacer enfermar a sus hijos por el covid19.

Pero esos grupos burbuja —convertidos en panacea y modelados por la ideología para utilizarlos como arma arrojadiza de la izquierda puritana que considera sus ideas o normas morales más virtuosas—, se desvanecen de inmediato cuando los niños se agolpan junto a sus padres a la entrada y salida de los centros sin guardar un mínimo de distancia, cuando se abrazan y besan, se empujan y se tocan. También se esfuma la burbuja cuando llegan a casa y conviven con su entorno familiar, con sus padres y hermanos, con los abuelos, con los vecinos, con otros niños con los que juegan en el parque o en cualquier otro lugar; pero a la mañana siguiente, si nadie ha enfermado, la clase se convierte de nuevo en burbuja y el peligro vuelve a ser el docente de Religión.

¡Hay que joderse!

Autor: Alfredo Sepúlveda S.


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