Foto: Reuters/Vatican Media
«Todo ser humano está llamado por Dios a disfrutar de la plenitud de la vida», ha dicho Francisco durante la audiencia general de esta mañana
El Papa ha cortado el ciclo de catequesis sobre las bienaventuranzas que estaba desarrollando en las audiencias generales –que ahora se realizan sin fieles desde la biblioteca apostólica y se retransmiten vía streaming– para dedicársela a la Virgen en la fiesta de la Anunciación.
Parafraseando a san Juan Pablo II –quien publicó la Encíclica Evangelium vitae el día de la Anunciación de hace 25 años–, Francisco ha comenzado señalando el «vínculo estrecho y profundo» entre esta solemnidad y el Evangelio de la vida.
Precisamente, «hoy nos encontramos relanzando esta enseñanza en el contexto de una pandemia que amenaza la vida humana y la economía mundial. Una situación que nos hace sentir todavía más exigentes las palabras con las que comienza la Encíclica: "El Evangelio de la vida está en el centro del mensaje de Jesús. Acogido con amor cada día por la Iglesia, es anunciado con intrépida fidelidad como buena noticia a los hombres de todas las épocas y culturas"».
Pero más que a las palabras, el Pontífice ha apelado al testimonio, como hizo la Virgen al ir a atender a su prima Isabel, para difundir este Evangelio. En este sentido, ha subrayado «el testimonio silencioso de tantas personas que, de diferentes maneras, se están entregando a servir a los enfermos, a los ancianos, a los que están solos y a los más indigentes». Detrás de esta actitud se encuentra el convencimiento de que «todo ser humano está llamado por Dios a disfrutar de la plenitud de la vida».
Más actual que nunca
Para Francisco, este trabajo está de plena actualidad, pues «lamentablemente continúan los ataques contra la dignidad y la vida de las personas en nuestra época». Es más, hoy «nos enfrentamos a nuevas amenazas y a nuevas esclavitudes, y no siempre las legislaciones protegen la vida humana más débil y vulnerable».
Ante esta realidad, la Iglesia está llamada a «actuar a nivel cultural y educativo para transmitir a las generaciones futuras una actitud de solidaridad, de atención y acogida, bien sabiendo que la cultura de la vida no es patrimonio exclusivo de los cristianos, sino que pertenece a todos aquellos que, trabajando para construir relaciones fraternas, reconocen el valor propio de cada persona, incluso cuando es frágil y sufre».
El Santo Padre ha concluido su catequesis subrayando el valor de «cada vida humana, única e irrepetible», que «vale por sí misma» y «constituye un valor inestimable». Esto «hay que anunciarlo siempre de nuevo, con la valentía de la palabra y la valentía de las acciones. Para ello hacen falta solidaridad y amor fraternal por la gran familia humana y por cada uno de sus miembros».
Alfa y Omega
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