El nuevo Aula Infantil de Cáritas Madrid en Cañada Real presentado hace una semana. Foto: Cáritas Madrid
El Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid han iniciado un programa para realojar a los habitantes del mayor poblado chabolista de Europa, inicialmente con 150 familias. Uno de los ejes centrales del plan pasa por la colaboración activa de las organizaciones sobre el terreno, principalmente Cáritas Madrid y la parroquia de Santo Domingo de la Calzada
«La Cañada Real no es solo droga, también es gente que está peleando por salir adelante y a la que Cáritas Madrid ayuda en este sentido». Lo dijo el mismo director de la institución, Luis Hernández Vozmediano, hace una semana durante una rueda de prensa. A su lado estaba sentada Latifa, que vive en el sector 6 de la Cañada Real y cuyo testimonio ilustró a la perfección las palabras de Vozmediano. «Tenía muy claro desde pequeña que quería terminar el colegio e ir a la universidad», dijo la joven ante los periodistas. Pero cuando con 16 años dejó de pasar a recogerla el autobús escolar, el objetivo se esfumó del horizonte. Sin embargo, no se iba a quedar de brazos cruzados y fue hasta su colegio, indignada, para solicitar ayuda. «La directora me dijo que haría algo», pero un mes después no se encontraba una solución y Latifa seguía sin poder ir a clase. Entonces, decidió que la falta de transporte no le iba a arruinar su futuro y, desde ese día, comenzó a ir andando hasta el metro. La joven –que ahora tiene 24 años– recorría a diario cuatro kilómetros para poder acudir al colegio. «Los peores días eran los que llovía, había mucho barro y tenía que llevar unos zapatos de repuesto en la mochila para llegar decente al aula». Su determinación le llevó a terminar el colegio e incluso a licenciarse en la universidad, donde estudió Humanidades.
«Para nosotros Latifa es un ejemplo de superación y un espejo en el que queremos que se miren otros niños de la Cañada», aseguró Pablo Choza, responsable de los proyectos de Cáritas Madrid en la Cañada Real. Por ello, invitaron a la joven a participar como monitora en los proyectos socioeducativos que la organización desarrolla en la zona. Latifa es ahora voluntaria en la recién estrenada Aula Infantil para niños de 3 a 6 años que se ha puesto en marcha con el apoyo de la Federación de Distribuidores Farmacéuticos.
«Hasta ahora atendíamos a niños de entre 6 y 16 años [edad de escolarización obligatoria]». Pero «nos dimos cuenta de que muchos niños de la Cañada llegaban al colegio a los 6 años con un desfase curricular y en habilidades sociales muy importante», explicó Choza. A diferencia de ellos, sus compañeros llevaban ya varios años acudiendo a un centro escolar.
Principio del fin de Cañada Real
Esta labor se sustenta en el conocimiento personal de cada familia y sus necesidades, cualidades muy apreciadas por el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. Ambas administraciones han firmado un convenido de realojo para 150 familias, incluido dentro del Pacto Regional por la Cañada Real, que prevé el desmantelamiento del mayor poblado chabolista de Europa –allí viven 8.000 personas, 2.000 de ellos niños–, el realojo de todas las familias y la recuperación ambiental del Parque Regional del Sudeste. La firma de ambos documentos no solo es paradigma de que es posible el acuerdo entre administraciones de muy distinto color político, sino también del importante trabajo que la Iglesia desarrolla en la zona. Tanto Cáritas como la parroquia de Santo Domingo de la Calzada, dirigida por Agustín Rodríguez, tienen una dilata experiencia de intervención social sobre el terreno, que se presupone vital para implementar los acuerdos alcanzados por la administración.
El convenido de realojo cuenta con un presupuesto de 18 millones de euros y establece un plazo de ejecución de dos años. Sin embargo, la compleja realidad social de Cañada Real hace inasumibles los plazos. «Se necesita una importante intervención social a la hora de poner en marcha los realojos. Hay familias que se dedican, por ejemplo, a la chatarra y tienen miedo a perder su negocio. “Si me voy a un piso, ¿voy a poder seguir con mi negocio? ¿Podré hacer frente a los gastos de agua y luz si aquí en Cañada casi no tengo para vivir?”. Son preguntas que se hacen y que hay que ir resolviendo», explicaba hace una semana Rodríguez. Lo fundamental es la colaboración entre todos: «Aquí ya no tienen cabida los iluminados que creían tener la solución para todo. Ahora, atajamos los problemas juntos».
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